(ZENIT Noticias / Paris, 21.11.2024).- El mundo será testigo de un momento histórico el 7 de diciembre, cuando la Catedral de Notre Dame vuelva a abrir sus puertas, simbolizando la resiliencia y la renovación después de un incendio devastador en 2019. Sin embargo, en medio de las celebraciones de la restauración, el evento también ha subrayado la delicada interacción entre la religión y la política en Francia.
Si bien la reapertura contará con grandes ceremonias, el presidente Emmanuel Macron hablará notablemente “afuera” de la catedral, luego de meses de debate sobre el papel del estado y la iglesia en un entorno tan sagrado. Su decisión refleja un compromiso destinado a respetar la santidad espiritual del lugar y al mismo tiempo reconocer su importancia cultural y nacional.
Notre Dame: más que un monumento
Notre Dame no es solo una obra maestra de la arquitectura gótica; encarna la compleja relación de Francia entre el gobierno secular y el patrimonio religioso. La catedral, como todas las demás en Francia, pertenece al estado, pero está destinada exclusivamente al culto católico, una disposición única que ha alimentado debates en curso desde las leyes seculares de 1905.
Esta dualidad se hizo especialmente visible durante las discusiones sobre las ceremonias de reapertura. Un posible discurso de Macron dentro de la catedral desató la controversia, ya que habría marcado una mezcla sin precedentes de autoridad temporal con territorio espiritual. En cambio, el presidente se dirigirá al público desde la plaza exterior, destacando la restauración como un logro nacional y dejando las celebraciones religiosas al arzobispo de París, Laurent Ulrich.
Una celebración de la restauración y el esfuerzo colectivo
El discurso de Macron del 7 de diciembre enfatizará la extraordinaria colaboración que hizo posible la restauración. Durante cinco años, equipos de artesanos, arquitectos y donantes trabajaron incansablemente para reparar el daño causado por el incendio, asegurando que Notre Dame reabriera en el plazo previsto.
La última visita del presidente previa a la reapertura, el 29 de noviembre, junto con las principales partes interesadas y el arzobispo, marcará la culminación de este proyecto monumental. Macron planea destacar el espíritu colectivo que caracterizó la restauración, calificándola de «triunfo del ingenio y la unidad franceses».
A pesar de estos logros, la restauración sigue siendo una réplica minuciosamente fiel en lugar de una reconstrucción. Se espera que Macron enmarque esto como un testimonio de la capacidad de Francia para preservar su identidad cultural mientras innova para el futuro.
La dimensión religiosa
Si bien el papel de Macron se centrará en Notre Dame como símbolo de orgullo nacional, el arzobispo Ulrich presidirá los eventos profundamente espirituales que marcan la reapertura de la catedral. En la tarde del 7 de diciembre, el arzobispo dirigirá un ritual católico tradicional para reactivar el órgano histórico de la catedral, seguido de un Magníficat, un Padrenuestro y un Te Deum.
El día siguiente, 8 de diciembre, se consagrará un nuevo altar durante una misa solemne. Este acto litúrgico significa no solo la reapertura de un edificio, sino la rededicación de Notre Dame como una casa de culto viva. La presencia de Macron en estos eventos subraya el reconocimiento por parte del estado de la importancia religiosa de Notre Dame, al tiempo que mantiene cuidadosamente el principio del secularismo.
Una ausencia notable
Una figura que no estará presente es el papa Francisco. Si bien el pontífice visitará Córcega una semana después, su ausencia en la reapertura resalta las diferentes prioridades dentro de la Iglesia global. Para el papa argentino, las tensiones simbólicas entre la política y la religión en Europa, ejemplificadas por Notre Dame, pueden no tener la misma urgencia que para Francia.
Un monumento para la historia
La reapertura de Notre Dame sirve como recordatorio del lugar que la catedral ocupa en el imaginario colectivo, no solo como lugar de culto, sino como piedra angular de la cultura francesa. Como ha sugerido el propio Macron, Notre Dame es más que un monumento religioso; es un emblema de lo que Francia puede lograr a través de la unidad, la resiliencia y el respeto por su patrimonio compartido.
Al dirigirse al público desde la plaza en lugar de desde el altar, Macron respeta tanto lo secular como lo sagrado, reflejando la identidad dual de Notre Dame en el corazón de la historia de Francia y su futuro.
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