(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 26.07.2025).- En una reunión discreta pero de gran carga simbólica en el Vaticano el 26 de julio, el Papa León XIV recibió al Metropolitano Antonio, responsable de las relaciones exteriores de la Iglesia Ortodoxa Rusa y enviado personal del Patriarca Kirill de Moscú. El encuentro, el primero de este tipo bajo el pontificado de León XIV, marca un paso tentativo hacia la reanudación de la tensa relación entre Roma y Moscú, deteriorada por la guerra en Ucrania y las divergencias morales de los últimos años.
Durante más de una década, las relaciones entre la Iglesia Católica y el Patriarcado Ortodoxo Ruso han oscilado entre la frágil diplomacia y el distanciamiento teológico. El histórico encuentro de 2016 entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill en La Habana generó esperanzas de una nueva era ecuménica. Sin embargo, tras el apoyo explícito de Kirill a la invasión rusa de Ucrania, esa promesa se convirtió en recriminaciones y frialdad.
El Metropolitano Antonio, quien también asistió al funeral del Papa Francisco como representante de Kirill, llegó con un mensaje de buena voluntad y felicitación del Patriarca de Moscú a León XIV, recientemente elegido Obispo de Roma. El Vaticano, a su vez, reconoció el gesto como una señal de la continua relevancia del diálogo, si bien con cautela.
Según un comunicado de la Iglesia Ortodoxa Rusa, la conversación privada fue más allá de los saludos formales. Los temas incluyeron el estado del diálogo católico-ortodoxo, la difícil situación de las comunidades cristianas en zonas de conflicto global —incluyendo Oriente Medio y Ucrania— y el sufrimiento continuo de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana canónica, que sigue bajo presión tanto por las políticas estatales como por las reconfiguraciones eclesiásticas tras la concesión de la autocefalia a una entidad ortodoxa rival en 2019.
Según informes, el Metropolitano Antonio planteó esta preocupación directamente al Papa, calificándola de una forma de persecución. El Vaticano no ha hecho comentarios públicos sobre esta parte del intercambio, aunque se dice que León XIV expresó su deseo de mantener un canal abierto con la Iglesia rusa y acogió con satisfacción la futura cooperación.
Antes del encuentro, en declaraciones publicadas por el periódico italiano «La Repubblica», Antonio expresó su esperanza de un diálogo honesto y abierto sobre el futuro de las relaciones entre nuestras Iglesias. Destacó la importancia de la colaboración cristiana en un mundo en rápida secularización, insistiendo en que la unidad espiritual podría contrarrestar la fragmentación de las sociedades contemporáneas.
La conversación tuvo lugar en un momento en que las instituciones cristianas de todo el mundo se enfrentan a panoramas políticos y teológicos cambiantes. Para León XIV, aún al inicio de su papado, la reunión ofreció la oportunidad de tantear el terreno de la diplomacia ecuménica de alto nivel, sin el peso de las confrontaciones personales del pasado. Los enfrentamientos directos de su predecesor con Kirill, alimentados por desacuerdos morales y geopolíticos, habían dejado poco margen para el compromiso.
Queda por ver si este nuevo contacto marca una recalibración o se queda en un mero intercambio protocolario. Sin embargo, el hecho mismo de que el diálogo se haya reanudado, aunque sea de forma tímida, sugiere que los puentes construidos en La Habana podrían no haberse derrumbado por completo. En el mundo cada vez más polarizado del cristianismo global, incluso el hilo más fino de conversación puede a veces tener un peso sorprendente.
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