(ZENIT Noticias / Toronto, 24.11.2024).- Desde los confines de su celda, Linda Gibbons, una abuela de 76 años y una firme activista pro vida, ha lanzado un apasionado llamamiento a la comunidad pro vida de Canadá: “Persistan y continúen” en la defensa de los derechos de los no nacidos. Su carta escrita a mano, publicada por Campaign Life Coalition (CLC) el 19 de noviembre, ofrece una reflexión profundamente personal sobre la justicia, la resistencia y la fe frente a la adversidad.
Una vida de desafío y sacrificio
Gibbons, que ha pasado más de 11 años en prisión por sus protestas pacíficas contra el aborto, se encuentra actualmente encarcelada tras su último arresto en junio de 2024. ¿Su crimen? Permanecer en silencio frente a la Clínica Morgentaler de Toronto, un lugar en el corazón del debate sobre el aborto en Canadá. A pesar de enfrentar repercusiones legales por sus acciones, se mantiene firme en sus convicciones.
En su carta, Gibbons criticó al poder judicial de Canadá por lo que percibe como su complicidad en la perpetuación del aborto. Describió el sistema como uno que «silencia el disenso» y prioriza los derechos de propiedad sobre las vidas de los no nacidos. «El desdén de la corte por la vida es palpable», escribió, lamentando lo que llamó la «amnesia» de la nación sobre la santidad de la vida.
El contexto legal: una batalla por la libertad de expresión
La «Ley de Acceso Seguro a los Servicios de Aborto» de Ontario, promulgada en 2018, prohíbe las actividades pro vida, incluidas las protestas silenciosas y la oración, a menos de 50 metros de las instalaciones de aborto. Gibbons ha chocado con frecuencia con esta ley, considerándola una supresión flagrante de la libertad de expresión y una rendición a lo que ella llama «los molinos de la muerte».
La ley, introducida inicialmente por un gobierno liberal, sigue sin ser cuestionada bajo el liderazgo conservador del primer ministro Doug Ford. La resistencia de Gibbons a esta legislación ha tenido un costo personal: sus reiterados arrestos y encarcelamientos.
Un mensaje arraigado en la fe y la esperanza
La carta de Gibbons no es solo una crítica del panorama legal y político de Canadá, sino también un llamado a la acción para los defensores de la vida. Exhortó a sus partidarios a rechazar la complacencia, advirtiendo que «un mundo donde el mal no es desafiado está muriendo». Instó a las personas a enfrentar la injusticia de frente, inspiradas por el «amor de Cristo» y una humanidad compartida con los no nacidos.
En sus conmovedoras palabras: «El Espíritu Santo nos moviliza para defender nuestra humanidad compartida con nuestros amigos no nacidos. ¡Sigan adelante! Paz de Cristo».
Una historia de resistencia pacífica
El activismo de Gibbons abarca décadas, marcadas por arrestos, juicios y encarcelamientos. Sus batallas legales más recientes comenzaron en mayo de 2024, cuando pasó horas fuera de la Clínica Morgentaler antes de ser arrestada. Incluso cuando fue transferida a un tribunal de salud mental por permanecer en silencio durante los procedimientos, Gibbons se mantuvo firme y se negó a abandonar sus principios.
Su activismo está profundamente ligado a la historia de la legislación canadiense sobre el aborto. Desde la legalización del aborto en 1969, más de cuatro millones de niños no nacidos han sido abortados, según CLC. Gibbons ve sus acciones como un contrapunto a esta sombría estadística, un testimonio del valor de cada vida.
El contexto más amplio: una nación dividida
El caso de Gibbons llega en un momento de mayor tensión en torno al derecho al aborto en Canadá. El gobierno liberal del primer ministro Justin Trudeau ha redoblado su postura a favor del aborto, mientras que los defensores de la vida como Gibbons siguen desafiando la narrativa predominante.
Su carta sirve tanto como un grito de guerra como un recordatorio del costo de la condena. Para Gibbons, la lucha por la vida no es meramente una cuestión política sino un imperativo moral que trasciende los tribunales y entra en el ámbito de la fe y la humanidad.
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