el Papa León XIV invita a la Iglesia global a redescubrir el poder del Credo Niceno Foto: Vatican Media

Así es como León XIV relanza el valor de la oración del “Credo”

León XIV sitúa el aniversario de Nicea dentro del Año Santo dedicado a «Cristo, nuestra esperanza», calificando la coincidencia de «providencial». Para él, el Credo formulado en el año 325 no es una reliquia, sino una fuente viva de la que los creyentes deben beber de nuevo

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 24.11.2025).- En el largo arco de la historia cristiana, pocos momentos han moldeado la fe de forma tan decisiva como la reunión de obispos en la pequeña ciudad anatolia de Nicea en el año 325. Diecisiete siglos después, esa asamblea ha vuelto a cobrar protagonismo, no como una pieza de museo, sino como una brújula. Con su nueva carta apostólica In unitate fidei, publicada el 23 de noviembre, el Papa León XIV invita a la Iglesia global a redescubrir el poder del Credo Niceno en un momento en que el mundo se ve nuevamente desgarrado por la sospecha, la agitación y la división.

El documento aparece pocos días antes del viaje del Papa a Turquía y Líbano, una peregrinación que lo llevará a Iznik, la antigua Nicea, donde el primer concilio ecuménico forjó la profesión de fe que aún se pronuncia cada domingo en las comunidades cristianas de todo el mundo. La intención del Papa es clara: inspirarse en ese antiguo recuerdo no por nostalgia, sino como guía.

León XIV sitúa el aniversario de Nicea dentro del Año Santo dedicado a «Cristo, nuestra esperanza», calificando la coincidencia de «providencial». Para él, el Credo formulado en el año 325 no es una reliquia, sino una fuente viva de la que los creyentes deben beber de nuevo. Es, escribe, el corazón de la fe cristiana, una confesión que «merece ser profesada y explorada de maneras que se mantengan frescas y significativas».

Desde el principio, el Papa replantea la historia nicena. No se centra principalmente en el contexto político del imperio de Constantino ni en la ferocidad de la controversia arriana, aunque recuerda cómo los obispos se reunieron en un momento de profunda crisis doctrinal. En cambio, destaca el logro perdurable del Concilio: la declaración común de que Jesucristo es «el Hijo unigénito de Dios», plenamente divino, plenamente humano, el que «bajó del cielo para nuestra salvación».

Para León XIV, esta confesión no es una teoría abstracta ni una construcción filosófica. El lenguaje conciliar —términos como ousia y homoousios, que en su día suscitaron tantos debates— nunca pretendió suplantar la Escritura, sino salvaguardar la verdad de que Dios se ha acercado. El Credo, insiste, retrata a un Dios que desciende a las sombras del mundo, que no abandona a ninguno de los vulnerables, que prefiere la proximidad al poder. Su precisión teológica protege una proclamación profundamente pastoral: Dios no está lejos.

Este horizonte pastoral recorre toda la carta. León XIV señala el contraste entre la claridad del Concilio sobre Cristo y las confusiones de la época actual. En un mundo donde la cuestión misma de Dios a menudo se ve silenciada, ignorada o eclipsada por nuevos ídolos —ya sean económicos, tecnológicos o ideológicos—, el Papa invita a los creyentes a examinar su propia fidelidad. ¿Qué lugar ocupa realmente Dios? ¿Qué responsabilidad ejercemos hacia la creación? ¿Cómo revelan u oscurecen nuestras acciones el rostro divino?

La carta también conlleva una clara carga ecuménica. Si Nicea unió en su día a obispos de un imperio fracturado, León XIV concibe su profesión de fe como un puente que salva las divisiones cristianas actuales. El Papa reconoce que la plena unidad visible con el mundo ortodoxo y con las comunidades nacidas de la Reforma sigue siendo incompleta, pero enfatiza el verdadero progreso alcanzado. Sobre la base de un solo bautismo y un Credo compartido, los cristianos se reconocen cada vez más como discípulos del mismo Señor.

Pero León XIV no se conforma con una coexistencia cortés. Insta a un movimiento renovado —«ecumenismo orientado hacia el futuro»— que abandone las polémicas cuyo propósito se ha evaporado hace tiempo. La verdadera reconciliación, argumenta, no llegará volviendo a un pasado idealizado ni acomodándose cómodamente en las diferencias presentes, sino caminando juntos mediante el diálogo honesto, la generosidad mutua y la escucha humilde. La unidad, dice, enriquece en lugar de debilitar; exige la conversión de los corazones tanto como la precisión de las ideas.

De manera sorprendente, el Papa conecta este llamado ecuménico con el testimonio de los mártires cristianos de todas las tradiciones, cuya sangre, señala, ya ha tejido un vínculo más fuerte que muchos acuerdos teológicos. Su recuerdo, sugiere, es un llamado a encarnar la paz que el mundo busca tan desesperadamente.

Mientras León XIV se prepara para visitar regiones marcadas por el conflicto, el desplazamiento y la tensión religiosa, su llamado adquiere una relevancia geopolítica. Ve en el Credo de Nicea no solo un hito doctrinal, sino también un lenguaje de esperanza capaz de llegar a los cristianos que sufren violencia, pobreza o las dificultades de la migración. La proclamación del Credo de un Dios que penetra en la oscuridad humana se convierte, para él, en un mandato para apoyar a los olvidados.

A lo largo de la carta, las reflexiones del Papa retoman un tema aparentemente simple: lo que los cristianos profesan debe moldear su vida. Las antiguas palabras pronunciadas en voz alta en cada Eucaristía, advierte, corren el riesgo de volverse huecas si no están arraigadas en el corazón y se traducen en acciones. La fe debe ser visible en la misericordia, la solidaridad, la humildad y la aceptación de aquellos a quienes la sociedad descarta.

Diecisiete siglos después de que los obispos de Nicea elaboraran su fórmula de fe, León XIV la presenta de nuevo como un don que llama a la Iglesia a la unidad, la desafía a la integridad y la reconduce al Dios cuyo amor redefine todo poder.

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Jorge Enrique Mújica

Licenciado en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, y “veterano” colaborador de medios impresos y digitales sobre argumentos religiosos y de comunicación. En la cuenta de Twitter: https://twitter.com/web_pastor, habla de Dios e internet y Church and media: evangelidigitalización."

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