NOCHEBUENA
Ciclo C
Textos: Is 62, 1-5; At 13, 16-17.22-25; Mt 1, 1-25
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: En la Nochebuena Dios, movido por su misericordia, celebra con nosotros el Nacimiento de su Hijo a quien Él ha mandado a la tierra para salvarnos. Entramos en la genealogía divina y salvífica.
Síntesis del mensaje: La Nochebuena es un desborde de la misericordia de Dios para con todos nosotros, pecadores, necesitados de redención. La lista genealógica de Mateo (evangelio) tiene una intención clara: demostrar que Jesús pertenecía a la casa de David, por parte de José (2ª lectura). Pero también tiene una intención más profunda: El Mesías esperado se ha encarnado plenamente en la historia humana y está arraigado en un pueblo concreto, el de Israel, compuesto de santos y pecadores, a quienes Él ha venido a salvar. Y todo, movido por su infinita misericordia.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Cristo pertenece a nuestra familia humana a la que vino a salvar. Ahí está el evangelio de hoy que narra la genealogía de Jesús. Decía el cardenal vietnamita Van Thuan que recordar a los antepasados tiene un gran valor en su cultura; por eso, conservan con piedad y devoción el libro de la generación familiar encima del altar que existe en cada hogar. Gracias a esa genealogía podemos darnos cuenta de que pertenecemos a una historia que es mayor que nosotros. Y así podemos entender mejor el sentido de nuestra historia con mayor certeza de la verdad. En esa genealogía leída en esta noche no todos son santos y ejemplares. Misterioso designio divino de la misericordia divina. Junto a David, se enumeran otros reyes. Aparte de Ezequías y Josías, los demás son idólatras, asesinos y disolutos. Después del destierro, apenas hay nadie que se salve por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María. Aparecen en la lista cinco mujeres: las cuatro primeras no son como para estar orgullosos de ellas. Rut es buena y religiosa, pero es extranjera, lo que para los israelitas es un inconveniente grave. Raab es una prostituta, aunque de buen corazón. Tamar, una tramposa que engaña a su suegro Judá para tener descendencia. Betsabé, una adúltera con David. La quinta sí: es María, la esposa de José, la madre de Jesús. Jesús, en su misericordia, se ha hecho solidario de esta humanidad concreta, débil y pecadora, nada de angélica o ideal. ¿No es esto misericordia?
En segundo lugar, en esa genealogía e historia de salvación y misericordia entró María. Mujer escogida por Dios desde toda la eternidad para ser la Madre de su Hijo eterno. Mujer a quien Dios puso a su lado a José, como esposo y padre adoptivo de Jesús, a quien daría el nombre y su estatuto jurídico y su seguridad. Mujer que respondió desde su humildad a este plan de salvación dando su “sí”, por obediencia a Dios y por amor misericordioso a la humanidad. Mujer que mantuvo su “sí sostenido” durante toda su vida en medio de las dificultades que tuvo que experimentar. Mujer que ratificó su “sí”, a los pies de su Hijo en la cruz, uniéndose místicamente al sacrificio redentor de Cristo para salvarnos y reconciliarnos con el Padre celestial. El nombre de María en esta genealogía de Cristo limpia toda la lista de hombres y mujeres que no estuvieron a la altura del plan de Dios.
Finalmente, en esa historia y genealogía entramos cada uno de nosotros por la misericordia de Dios. Por una parte, somos pecadores. Por otra parte, hemos sido redimidos por Cristo. Si en este momento experimentamos el pecado en nuestra vida, aprovechemos la Navidad para acercarnos a Dios en el sacramento de la confesión. Si, por el contrario, estamos viviendo en amistad con Dios, miremos a los demás con ojos nuevos, sin menospreciar a nadie. Todos formamos parte de la genealogía salvífica y divina. Es el momento de llenarnos de misericordia. La sociedad nos puede parecer corrompida, y algunas personas indeseables, y las más cercanas, llenas de defectos. Pero Jesús viene precisamente a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos; a salvar a los pecadores, y no a canonizar a los buenos. La salvación es para todos. Jesús no renegó de su árbol genealógico porque en él hubiera personas pecadoras. Nosotros no debemos renegar de la generación en que nos ha tocado vivir. En esta Navidad deberíamos crecer en esta visión misericordiosa de las personas, a quienes Cristo ha ofrecido también la salvación. Misericordia en la que el Papa Francisco tanto insiste hoy.
Para reflexionar: En este libro genealógico de la salvación, ¿quiero dejar borrones de pecado o haces de luz y color? En esta lista genealógica, ¿mi nombre puede estar perfectamente junto al nombre de María, José y Jesús, y no desentonaría? ¿O saldría de esa lista un grito: “asesino, adúltero, mentiroso, estafador, corrupto…”?
Para rezar: Señor, gracias por agregarme en la lista genealógica de la salvación, junto a los nombres de Jesús, María y José. Quiero que mi nombre resuene entre los santos del cielo. Perdona mis pecados y los pecados de mis hermanos. Señor, en este año del jubileo de la misericordia, llena mi corazón de misericordia para con todos, para que sea portador de tu ternura y bondad.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org