(ZENIT – 8 agosto 2019).- El cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, presidió la Misa central de la fiesta de san Cayetano, celebrada ayer 7 de agosto de 2019, en el santuario del barrio de Liniers (Buenos Aires), donde acudieron miles de peregrinos.
Así informó ayer la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA).
En sus palabras dirigidas a los asistentes, el cardenal Poli resaltó el sentido religioso de esta fiesta “aunque quieran explicarla por razones sociales o económicas”.
Y recordó que la peregrinación al santuario se realiza “porque es la fe lo que los mueve y el deseo de pan, paz, trabajo, unidad para nuestra familias y de todos los argentinos”.
Dios te ama primero
Asimismo, el arzobispo se refirió al amor que Dios nos tiene, remitiendo al Papa Francisco, quien afirma que “la primera verdad es que Dios te ama”. Y prosiguió, “lo dice como un porteño. Te lo quiero recordar de nuevo, nunca lo dudes, en cualquier circunstancia. Dios te ama”.
“Como lo hacen los jóvenes y no tan jóvenes, Dios se tatuó el nombre de ustedes para tenerlos presente”, dijo, y agregó: “Dios es fiel y su amor, sencillamente no es un amor volátil y cambiante como el nuestro”.
Asimismo, alentó a los fieles a encontrarse con Dios en la oración, definiéndola como una “experiencia preciosa” que permite hablar con Él como a un amigo.
El primado argentino fundamentó su homilía en el pasaje del Evangelio del lavatorio de los pies y el mandamiento del amor. “Al lavar los pies a sus discípulos, los quiso mirar de abajo, y les mostró el valor del servicio bajándolo a las manos”, describió.
Cristo nos salva hoy
“El Cristo que nos salvó en la cruz de nuestros pecados preside nuestro santuario de san Cayetano y sigue salvándonos y rescatándonos hoy. Podemos hacerle las mil y una, dice el Papa, pero Él siempre está dispuesto a abrazarnos después de cada caída y nos pone de pie”, recalcó el arzobispo de Buenos Aires.
Asimismo, reseñó que “la imagen del santito, donde se reflejan tus anhelos y esperanzas, es testigo silencioso de muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones podrían contar. Ustedes saben de qué les hablo”.
Y aclaró, “cuando se cierran todas las puertas, siempre encontrarás abiertas las del santuario del santo del pan y del trabajo. Que nos dice: ‘el bien que deseo para mí, también lo deseo para ti, mas no hay otro camino que rezar con frecuencia a la Virgen María’”.
Después, indicó que en esa Misa “vamos a pedir que cada uno de los que vienen al santuario reciban las gracias materiales y espirituales que necesitan para seguir caminando”.
Al finalizar la Eucaristía, el cardenal recorrió las dos filas que se hacen para entrar al santuario y bendijo a los peregrinos tal y como lo hacía su predecesor, el Papa Francisco.