Se estima que 21 millones de personas están atrapadas en las redes de la esclavitud moderna. Hombres, mujeres y niños caen en las manos de traficantes tanto en su propio país como en el extranjero. Todos los países –aseguran las Naciones Unidas– están afectados por la trata, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas.
La Asamblea General realizó en el 2013 una reunión para evaluar el Plan de Acción Mundial. Los Estados miembros designaron el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata y aprobaron una resolución en la cual señala que esta fecha es necesario para “concienciar sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos”.
Y para esta jornada contra la Trata, Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, ha escrito un mensaje en el que señala: “Todos los países deben aunar esfuerzos para superar esta amenaza transnacional apoyando y protegiendo a las víctimas sin dejar de perseguir y enjuiciar a los delincuentes. En el Día Mundial contra la Trata de Personas, tomemos la decisión de actuar de común acuerdo en nombre de la justicia y la dignidad para todos”.
En 2010, “la Asamblea General adoptó un Plan de Acción Mundial para Combatir el Tráfico de Personas, urgiendo a los Gobiernos de todo el mundo a derrotar este flagelo”. El Plan –asegura la ONU– llama a integrar la lucha contra la trata en los programas de las Naciones Unidas para el fomento del desarrollo y el refuerzo de la seguridad mundiales. Y un elemento crucial de este plan es el establecimiento de un Fondo Voluntario Fiduciario para las víctimas del tráfico, especialmente mujeres y niños.
Del mismo modo, la Iglesia se siente unida y preocupada por el actual drama de la trata de personas y la esclavitud. Desde el inicio de su pontificado, Francisco se ha mostrado muy sensible y cercano a la causa.
En noviembre de 2013 el Vaticano presentó 49 propuestas contra la trata de personas elaboradas por un congreso organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias y la Federación de las Asociaciones de Médicos Católico (Fiamc). Al iniciar este encuentro, el canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, indicó que el congreso se realizó por voluntad explícita del papa Francisco en una carta manuscrita que le envió: “Marcelo: creo que sería bueno tratar sobre trata de personas y esclavitud moderna. La trata de órganos puede tratarse en conexión con la trata de personas. Muchas gracias. Francisco”. Asimismo indicó que sobre este tema “el papa Francisco tiene una particular sensibilidad y por este motivo calificó como ‘precioso’ el material fruto de nuestro simposio’.
El Santo Padre ha manifestado también públicamente en varias ocasiones su preocupación al respecto. Este año en la memoria litúrgica de santa Giuseppina Bakhita, hizo también un llamamiento durante la oración del ángelus.
Esta monja de Sudán, desde niña tuvo la dramática experiencia de ser víctima de la trata. De este modo, el Papa animó “a proseguir a todos los que están comprometidos en ayudar a los hombres, mujeres y niños esclavizados, abusados como instrumento de trabajo o de placer, y frecuentemente torturados y mutilados”.
“Deseo que todos aquellos que tienen responsabilidad de gobierno –prosiguió el Santo Padre– se ocupen con decisión para eliminar las causas de esta vergonzosa herida. Es verdad, es una herida indigna de una sociedad civilizada”.
Más recientemente, el Papa se dirigió a alcaldes procedentes de todo el mundo, en un congreso organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias sobre esclavitud moderna y cambio climático. Durante su discurso a los participantes, el Pontífice señaló que las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente sobre este fenómeno, sobre todo “en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente”.
De hecho, el mensaje de este año del papa Francisco para la 48 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra cada 1 de enero, se titula «No esclavos, sino hermanos». En dicho mensaje advierte que debemos reconocer que “estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación». Y para derrotarlo, indica, “se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno».