«Queridos jóvenes. No se desanimen. Con la ayuda de Dios, sigan esperando en un futuro mejor, a pesar de las dificultades y obstáculos que ahora están afrontando». Estas son palabras de aliento que el santo padre Francisco ha dado en su último discurso en su viaje apostólico a Turquía dirigido a un grupo de niños y jóvenes refugiados de Turquía, Siria, Irak, varios países de Oriente Medio y África. Un encuentro que el mismo Francisco ha confesado que ha «deseado mucho». De este modo, ha saludado al grupo del Oratorio de la Comunidad salesiana a la que está confiada la Catedral latina, en el jardín de la Representación Pontifica, lugar en el que se ha hospedado Francisco durante su estancia en Estambul.
Durante su discurso, el Obispo de Roma ha afirmado a los presentes que la Iglesia Católica está cerca de ellos y, además de otras ayudas, «les ofrece la oportunidad de cuidar su educación y su formación». Además, les ha pedido que recuerden siempre que «Dios no olvida a ninguno de sus hijos, y que «los niños y los enfermos están más cerca del corazón del Padre».
El Santo Padre ha expresado «mi participación en su sufrimiento» y ha deseado que su visita, «pueda darles un poco de consuelo en su difícil situación». De este modo, el Papa ha observado que esta es la triste consecuencia de conflictos exasperados y de la guerra, «que siempre es un mal y nunca es la solución de los problemas, sino que más bien crea otros».
Además, ha explicado que los refugiado se encuentran a menudo carentes de los bienes y tuvieron que abandonar «no sólo bienes materiales, sino, principalmente, la libertad, la cercanía de los familiares, su entorno de vida y las tradiciones culturales». Las condiciones degradantes en las que muchos refugiados tienen que vivir –ha afirmado– son intolerables. Por eso, Francisco ha observado que «es preciso hacer todo esfuerzo para eliminar las causas de esta realidad». A propósito, el Pontífice ha hecho un llamamiento para «una mayor convergencia internacional para resolver los conflictos que ensangrientan sus tierras de origen», «contrarrestar las otras causas que obligan a las personas a abandonar su patria» y «promover las condiciones que les permitan quedarse o retornar».
Por otro lado, ha querido alentar y a no desanimarse a los que están trabajando «generosa y lealmente» por la justicia y la paz. Asimismo, se ha dirijo a los líderes políticos para que «tengan en cuenta que la gran mayoría de sus poblaciones aspiran a la paz, aunque a veces ya no tienen la fuerza ni la voz para pedirla».
Francisco ha señalado que muchas organizaciones están haciendo mucho por los refugiados y se ha alegrado particularmente por «la obra eficaz de los numerosos grupos católicos, que ofrecen ayuda generosa a tantas personas necesitadas sin discriminación alguna». También ha expresado su reconocimiento a las autoridades turcas «por el gran esfuerzo realizado en la asistencia a los desplazados, especialmente los refugiados sirios e iraquíes», y «por el compromiso real de intentar satisfacer sus exigencias». Pero también ha esperado «que no falte el apoyo necesario de la comunidad internacional».
Al finaliar su discurso, el Papa ha asegurado que seguirá dirigiéndose con confianza al Señor, «pidiéndole que inspire a los que ocupan puestos de responsabilidad, para que promuevan la justicia, la seguridad y la paz sin vacilación y de manera verdaderamente concreta». A través de sus organizaciones sociales y caritativas, –ha concluido– la Iglesia permanecerá a su lado y seguirá apoyando su causa ante el mundo.