Los seguidores del hinduismo celebra este 23 de octubre el Deepavali, la fiesta de la luz. Con este motivo, el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, les ha enviado un mensaje bajo el tema «Cristianos e hindúes: juntos para promover la cultura de la inclusión».
El mensaje recuerda que la globalización ha abierto muchas fronteras innovadoras y ofrecido nuevas oportunidades para el desarrollo. Pero también hay que decir – añaden- que la globalización no ha logrado su objetivo principal, que era integrar a las poblaciones locales en la comunidad global. De este forma, especifican que «la globalización ha repercutido considerablemente en muchos pueblos haciéndoles perder su propia identidad socio-cultural, económica y política».
En un segundo aspecto abordado en el texto se indica que «los efectos nocivos de la globalización se han notado en todo el mundo, incluso en las comunidades religiosas que están estrechamente unidas a las culturas circundantes». De hecho, precisan, la globalización ha contribuido a la fragmentación de la sociedad y al crecimiento, en ámbito religioso del relativismo y del sincretismo, así como de la privatización de la religión. Asimismo se observa que «el fundamentalismo religioso, la violencia étnica, tribal y sectaria en varias partes del mundo son amplias manifestaciones de descontento, la incertidumbre y la inseguridad, muy extendidas entre la gente, especialmente entre los pobres y los marginados excluidos de los beneficios de la globalización».
Mencionando algunas consecuencias negativas de la globalización -como la propagación del materialismo y el consumismo-, han hecho que las personas se vuelvan más egocéntricas, más hambrientas de poder e indiferentes a los derechos, las necesidades y los sufrimientos de los demás. A propósito, mencionan las palabras del papa Francisco cuando dice que esto «ha desembocado en la globalización de la indiferencia que nos lleva lentamente a acostumbrarnos al sufrimiento del otro, encerrándonos e nosotros mismos». Esta indiferencia -precisan- genera la cultura de la exclusión que niega los derechos de los pobres, de los marginados y los indefensos, así como las oportunidades y los recursos que están a disposición de otros miembros de la sociedad. De este modo, el mensaje afirma que, en muchos sentidos, «la explotación de niños y mujeres, el abandono de los ancianos, los enfermos, los discapacitados, los migrantes y los refugiados, la persecución de las minorías son indicadores evidentes de esta cultura de la exclusión».
Por eso, el dicasterio para el diálogo interreligioso reconoce que «construir una cultura de inclusión se convierte así en una llamada común y una responsabilidad compartida, que debemos asumir con urgencia». Es un proyecto -añaden- que involucra a todos los que se preocupan por la salud y la supervivencia de la familia humana aquí en la tierra y que hay que llevar a cabo en medio de las fuerzas que perpetúan la cultura de la exclusión y, a pesar de ellas.
Al finalizar el mensaje, se asegura que «como personas arraigadas en nuestras respectivas tradiciones religiosas y con convicciones comunes, nosotros hindúes y cristianos, podemos unirnos a los seguidores de otras religiones y personas de buena voluntad para promover la cultura de la inclusión en vista de una sociedad justa y pacífica».