Tras cinco aplazamientos de la vista que debía revisar la condena a la horca de Asia Bibi, el tribunal de apelación de Lahore confirmó ayer la pena de muerte para la mujer cristiana acusada por blasfemia. Ahora los abogados de la defensa recurrirán a la última instancia del país, la Corte Suprema.
En declaraciones a Radio Vaticana, el presidente de la APMA (All Pakistan Minority Alliance) y asesor del Primer Ministro para la Armonía religiosa, Paul Bhatti ha calificado de «muy triste y dolorosa» la decisión del tribunal paquistaní. «Hace pensar que la justicia no existe para los más débiles», ha reconocido. Aun así, el líder católico ha explicado que no se trata de la etapa final y por tanto «todavía tengo esperanza» de que esto se pueda revertir.
Por este motivo, el hermano del difunto Ministro para las minorías ha señalado que se debe preparar bien la apelación que se presentará al máximo tribunal «porque en el pasado muchas veces los acusados que en primera y segunda instancia estaban condenados, fueron liberados por la Corte Suprema». «Si miramos a la historia de Pakistán, hay esperanza, porque hasta ahora nadie ha sido ejecutado por el Tribunal a raíz de esta ley. Todavía soy optimista», ha insistido.
Por su parte, el subdirector de Amnistía Internacional (AI) para Asia Pacífico, David Griffiths, ha asegurado que «Asia Bibi nunca debió ser condenada, y menos aún a muerte, y el hecho de que tenga que pagar con su vida es un argumento enfermizo». «Se trata de una grave injusticia», ha lamentado. Además, «hay graves preocupaciones en torno a la limpieza del juicio contra Asia Bibi», ha apuntado.
En este sentido, «debe ser liberada inmediatamente y la condena ha de ser retirada», ha exigido Griffiths, quien ha sostenido que «las leyes se usan a menudo para ajustar venganzas personales, tanto contra miembros de grupos religiosos minoritarios como contra musulmanes». «Las leyes contra la blasfemia violan el Derecho Internacional y deben ser revocadas o reformadas inmediatamente para que cumplan con los estándares internacionales», ha subrayado.
Este caso es desde hace años un símbolo de la lucha mundial contra la llamada «ley de la blasfemia», vigente en Pakistán y una de las más ominosas formas de discriminación y persecución que sufren los cristianos de aquel país.
Aunque las pruebas son más que dudosas, la presión islamista sobre los tribunales e incluso contra los defensores de Asia Bibi (dos de ellos fueron asesinados) han impedido un juicio justo. Sólo la presión internacional podrá evitar que se consume la condena a muerte y que el Tribunal Supremo anule la sentencia.