Audiencia con la Fundación Centesimus annus pro Pontifice. Foto: Vatican Media

«O sirves a Dios o sirves al dinero. Tenemos que buscar lo que Jesús quiere decir con esto», pide el Papa Francisco

Discurso del Papa a los miembros de la fundación Centesimus annus en ocasión de su 30 aniversario.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 05.06.2023).- En ocasión del XXX aniversario de fundación, la mañana del lunes 5 de junio el Papa Francisco recibió a los miembros de la Fundación Centesimus annus pro Pontifice. Se trata de una fundación que tiene por finalidad colaborar en el estudio y la difusión de la doctrina social cristiana, tal como se expone en particular en la Encíclica Centesimus Annus del Papa Juan Pablo II. Ofrecemos a continuación el discurso del Papa en lengua española:

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Es bueno celebrar los aniversarios. La Fundación Centesimus annus existe desde hace treinta años: todo comenzó tras la Encíclica de san Juan Pablo II escrita en el centenario de la histórica Rerum novarum, de León XIII. Y vuestro compromiso se ha situado precisamente en este camino, en esta «tradición»: el compromiso, es decir, de estudiar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia, tratando de mostrar que no es sólo teoría, sino que puede convertirse en un modo de vida virtuoso con el que hacer crecer sociedades dignas del hombre.

La centralidad de la persona, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad, en estos treinta años para vosotros se han transformado en acciones concretas y han contagiado el corazón y la acción de tantas personas. Agradezco a la Fundación y a todos vosotros el valioso trabajo que habéis realizado; en particular, lo que habéis hecho en los últimos diez años con la acogida y el relanzamiento de las aportaciones que he tratado de hacer al desarrollo de la Doctrina Social.

En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium quise alertar contra el peligro de vivir la economía de manera malsana. «Esta economía mata» (n. 53), dije en 2013, denunciando un modelo económico que produce despilfarro y fomenta lo que se puede llamar la «globalización de la indiferencia». Muchos de vosotros trabajáis en el ámbito económico: sabéis lo beneficioso que puede ser para todos un modo de imaginar la realidad que ponga a la persona en el centro, que no menosprecie al trabajador y que busque crear el bien para todos.

La Encíclica Laudato si’ puso de relieve los daños causados por el paradigma tecnocrático dominante y propuso la lógica de la ecología integral, donde «todo está conectado», «todo está relacionado» y la cuestión medioambiental es inseparable de la cuestión social, van juntas. El cuidado del medio ambiente y el cuidado de los pobres van de la mano. Al fin y al cabo, nadie se salva solo y el redescubrimiento de la fraternidad y la amistad social es decisivo para no caer en un individualismo que hace perder la alegría de vivir. Y también hace perder la vida.

Me alegra que en esta Conferencia Internacional hayáis elegido como título: «Memoria para construir el futuro: pensar y actuar en términos de comunidad», citando explícitamente el número 116 de la Encíclica Fratelli tutti. En realidad, esas palabras provienen de un discurso dirigido a los movimientos populares, en 2014. En aquella ocasión dije:

«Solidaridad es una palabra que no siempre gusta; […] pero es una palabra que expresa mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de dar prioridad a la vida de todos frente a la apropiación de los bienes por unos pocos. Es también luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, tierra y vivienda, la negación de derechos sociales y laborales. Es hacer frente a los efectos destructivos del imperio del dinero: desplazamientos forzosos, migraciones dolorosas, tráfico de seres humanos, drogas, guerra, violencia […]. La solidaridad, entendida en su sentido más profundo, es una forma de hacer historia».

Me acuerdo –he mencionado el dinero– de un pasaje del Evangelio, cuando Jesús dice que no se puede servir a dos señores: o se sirve a Dios, a un Señor, o se sirve –y yo esperaba que dijera: al diablo, pero no dice «al diablo»– dice: «al dinero». O sirves a Dios o sirves al dinero. Peor que el diablo. Tenemos que buscar lo que Jesús quiere decir con esto: hay un mensaje. O sirves a Dios, o eres siervo del dinero. No eres libre.

Hoy, dirigiéndome a vosotros y pensando en el título que habéis elegido, me gustaría añadir algo que leí de un gran jurista italiano, Paolo Grossi, que también fue presidente del Tribunal Constitucional y que murió el año pasado. Decía: «La comunidad es siempre un rescate para los débiles y da voz incluso a los que no la tienen en absoluto» (Grammatiche del diritto, p. 38).

Quizás, para que la comunidad se convierta realmente en un lugar donde los débiles y los que no tienen voz puedan sentirse bienvenidos y escuchados, lo que se necesita de todos es ese ejercicio que podríamos llamar «hacer espacio». Cada uno retira un poco su «yo» y esto permite que el otro exista. Pero esto requiere que el fundamento de la comunidad sea la ética del don y no la del intercambio.

En este sentido, podríamos citar a un poeta milanés, Giampiero Neri, recientemente fallecido. Afirmaba: «Se dice de algunas personas que, cuando entran en una habitación, la ocupan toda. Me imagino que, cuando se van, dejan un gran vacío. En cambio, me inclino a pensar que son las personas humildes, silenciosas, que ocupan sólo el espacio necesario, que se hacen querer, las que dejan un gran vacío».

Queridos hermanos y hermanas, pensar y actuar en términos de comunidad es, por tanto, dejar espacio a los demás, es imaginar y trabajar por un futuro en el que cada uno pueda encontrar su lugar y tener su espacio en el mundo. Una comunidad que sepa dar voz a los sin voz es lo que todos necesitamos.

La valiosa labor de la Fundación Centesimus Annus puede ser también ésta: contribuir a un pensamiento y una acción que fomenten el crecimiento de una comunidad en la que podamos caminar juntos por la senda de la paz. Os bendigo a todos, bendigo a vuestros seres queridos. Y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción zenit

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