Como cada año por estas fechas, el Gobierno de España ha otorgado el ya tradicional perdón para los presos. En el último Consejo de Ministros, el Ejecutivo ha indultado a un total de 19 reclusos con motivo de la Semana Santa. Se trata de una costumbre arraigada en este país desde el siglo XVIII y que sigue vigente en la actualidad.
En 1759 una grave epidemia de peste asoló la ciudad de Málaga, y con este motivo las autoridades decretaron la suspensión de las procesiones. Los presos de esta ciudad pidieron que les dieran permiso para sacar ellos una imagen de la que eran fervientes devotos, pero el permiso les fue denegado, lo que provocó un motín, seguido de una huida masiva.
La sorpresa vino cuando los evadidos portaron la imagen religiosa por las calles de la ciudad en lo que, según los historiadores, fue el cortejo más largo que se recuerda. Tras este desfile procesional, los presos volvieron a la cárcel y de forma milagrosa desapareció la epidemia. El rey Carlos III quedó conmovido por la historia y por ello concedió una pragmática real que recogió el privilegio de indultar a un preso antes de cada Semana Santa.
Aunque no existe ninguna norma legal que obligue a llevarla a cabo, todos los gobiernos han respetado este histórico perdón. Tradicionalmente, las hermandades y cofradías de penitentes solicitan esta medida de gracia para aquellos reclusos del ámbito de su provincia que cumplen los requisitos de cualquier indulto ordinario, es decir, que el beneficiario esté cumpliendo condena en la actualidad y que concurran razones de justicia, equidad o utilidad pública.
Cualquier preso puede solicitar ser indultado, pero no todos consiguen la puesta en libertad. La última palabra la tienen la Iglesia y el juez, que suelen favorecer a personas en régimen de tercer grado penitenciario, sin delitos de sangre, y en su mayoría acusadas por delitos de lesiones o contra la salud pública.
Tras la puesta en libertad de los reclusos, las hermandades y cofradías les invitan a vestir el hábito de la agrupación y a participar en sus procesiones. Y es que la Semana Santa es una de las festividades más auténticas, emotivas y con más siglos de historia que se celebran en España.
Las calles de la gran mayoría de ciudades y pueblos se convierten en escenarios de fervor y devoción, en los que se entremezclan el duelo y el recogimiento al recordar la muerte de Cristo, con la música, el arte, el colorido y la magia de los desfiles solemnes en los que numerosas personas acompañan a las imágenes religiosas.