El santo padre se dirigió el domingo pasado a las periferias de Roma en visita pastoral a la parroquia de san Cirilo Alejandrino. En un ambiente relajado y cordial Francisco charló con los feligreses, confesó, celebró la eucaristía y confirmó a algunos jóvenes. Allí contó un simpático pasaje sobre su época de juventud desconocido hasta ahora, fue portero de discoteca. Y esta experiencia laboral, junto con la de profesor de litertura, le ayudó a enterder cómo acercar a los más alejados hacia la fe: estar siempre preparados para dar razones de nuestra esperanza.
«¿Qué milagro haría si tuviera el poder para hacerlo?», fue la pregunta que le hizo un de los chavales que se preparan a la confirmación. La respuesta del santo padre fue clara: «Curar a los niños, porque me duele mucho ver niños que sufren».
Durante casi cuatro horas el papa se sumergió en la realidad de este barrio romano. Y como solía hacer en su diócesis de Buenos Aires, además de celebrar la misa y administrar los sacramentos, pasó largo rato con los fieles.
El santo padre se encontró con los enfermos del barrio y con los niños que se preparan a la primera comunión. El pequeño Simón entregó un dibujo realizado junto con sus coetáneos, mientras que la joven catequista presentaba a los niños que en mayo harán la comunión. El santo padre preguntó: «¿son buenos? ¿saben rezar?» y les agradeció «por estar aquí por pasar estas horas juntos, para conocernos mejor».
El siguiente encuentro fue con los padres de las recién nacidos bautizados durante este año. A ellos, el papa les dijo: «cuando le bautizamos llevamos a casa no solo a nuestro hijo, sino también una semilla de divinidad, que debemos hacer crecer».
Y finalmente el último encuentro fue con los jóvenes del primer año de preparación a la confirmación. Le presentaron al santo padre una flor blanca y amarilla de cartón, cada pétalo contenía una pregunta preparada por los chavales. La primera fue si se esperaba ser elegido como el ‘predilecto’, a lo que Francisco respondió: «para el Señor los predilectos son los niños. Es Jesús quien lo dice y esto es importante». Además, añadió que nunca habría soñado ser sucesor de Pedro, ni cuando fue ordenado sacerdote, ni cuando llegó al cónclave.
También le preguntaron como se desarrolla su jornada. Y explicó que primero reza, después celebra la misa y a continuación trabaja: leer cartas y documentos, encuentros con cardenales, obispos, sacerdotes y laicos. Entre las 12.00 y las 13.00 llega la hora de la comida, después descansa media hora y de nuevo vuelve al trabajo.
Otra pregunta estuvo relacionada con la primera misa celebrada como pontífice. Reconoce que estaba un poco nervioso pero que la gente era buena. «Pero es verdad: tener tanta gente delante te da un poco de miedo». Y sobre cómo se siente como papa dice: «bien, gracias a Dios me siento bien de verdad. El Señor me ha ayudado a ser sacerdote, después a ser obispo y ahora a ser papa».
Después de la charla con los jóvenes, durante una media hora, el papa Francisco confesó a siete feligreses de la parroquia. Y después la celebración de la eucaristía, durante la cual confirmó a nueve chicos. Al finalizar la celebración, después de un breve saludo a los familiares de los sacerdotes de la parroquia, el papa se detuvo con los nueve confirmandos. Francisco les preguntó si consideraban la confirmación, como se hace a menudo, «el sacramento del adiós» y les deseó que para ellos no sea así. «Yo estoy contento de haberos dado la confirmación. Vosotros continuad viniendo siempre a encontrar a vuestros amigos, a vuestro párroco y sobre todo a Jesús, que es el más importante; tanto en los momentos bonitos, como en los feos».
Para concluir la visita pastoral, tuvieron lugar los encuentros con la delegación del Movimiento por la Casa y con el consejo pastoral de la parroquia. Así, el papa subrayó la importancia de los consejos pastorales, sin los cuales, explicó «no se puede entender hoy una parroquia. Porque la parroquia es vida y los laicos ayudan a toda la comunidad». Y añadió: «el párroco es la autoridad que toma las últimas decisiones, pero también vuestra tarea es importante, porque hace crecer la familia parroquial y el pueblo de Dios».
Aquí también el papa dialogó con los presentes, con preguntas sobre todo sobre la vida. Comenzó una especie de historia biográfica en la que mencionó el día de su bautismo la Navidad de 1936, habló de la vocación descubierta gracias a un confesor desconocido – comentando en broma que es sabido que los mejores confesores son los sacerdotes desconocidos y los sordos – y de las emociones que sintió rezando en la tumba de san Francisco en el viaje a Asís: «pedí la gracia de la sencillez para mí y para la Iglesia», ha confesado. También en este momento contó que de joven fue portero de discoteca y habló de su experiencia de profesor de literatura y psicología y ofreció una pequeña lección sobre cómo animar a los alejados a volver a la Iglesia. «Es suficiente el testimonio para dar razones de la esperanza, explicar porque estoy en esta posición», afirmó.
Una última pregunta, la de una mujer sobre cómo rezar por el nieto que ha elegido hacerse franciscano. El santo padre recomendó invocar «la perseverancia para ir adelante, y también la valentía de volver atrás si entiende que ese no es el camino justo».
Casi cuatro horas después de su llegada a la parroquia periférica de Roma, el último gesto del papa fue bendecir el vientre de una mujer embarazada.
(Fuente: Osservatore Romano 2 de noviembre)