La misión de la Santa Sede en la ONU, reafirmar la dignidad humana

Entrevista a monseñor Travaglino, observador ante el FIDA, FAO y PAM

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ROMA, domingo 26 febrero 2012 (ZENIT.org).- La 35 cumbre del Fondo Internacional de Desarrollo agrícola –FIDA– que reunió en Roma el 22 y 23 de febrero a su consejo de gobernadores, reiteró el empeño de lucha a la pobreza apoyando a los pequeños agricultores, a las comunidades rurales y a las mujeres. Un congreso en el que participó Bill Gates, y tuvo entre sus conferencistas al primer ministro italiano, Mario Monti; y a su ministro Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio.

Aunque no estaba bajo la luz de los reflectores, allí se encontraba monseñor Luigi Travaglino, obispo y nuncio, actualmente observador permanente de la Santa Sede ante el Fondo Internacional de la Agricultura (FIDA), el Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa de Alimentación Mundial (PAM), órganos de las Naciones Unidas con sede en Roma que se ocupan de agricultura y la lucha al hambre y la pobreza.

Monseñor Travaglino explicó a ZENIT el motivo de su presencia, y recordó que la línea de la Santa Sede en las organizaciones internacionales tiene en cuenta la necesidad de traducir en el plano concreto las exigencias de solidaridad de personas y pueblos, sin dejar espacio a un pragmatismo que, basándose solamente en elementos técnicos o sobre las exigencias estrechas del momento se olvide de un sólido fundamento ético.

¿Por qué la Santa Sede tiene un observador permanente en el FIDA?

–Mons. Travaglino: Para entender la importancia basta recordar que el FIDA nació de la Conferencia Mundial de la Alimentación que se realizó en Roma en 1974. En aquella ocasión el papa Pablo VI puso a disposición de la naciente organización una contribución inicial de cien mil dólares, reconociendo así la importancia del objetivo que tiene operar para el desarrollo agrícola y la producción alimentaria, financiando directamente a los pequeños agricultores y a las comunidades rurales.

La Santa Sede tiene un observador permanente en estas organización que se une a otras instituciones de las Naciones Unidas con sede en Roma: la FAO y el PAM, que trabajan en el sector de la agricultura y la alimentación.

¿A qué título la Santa Sede sigue las actividades de los entes de las Naciones Unidas?

–Mons. Travaglino: En 1948, solamente tres años después de la institución de la FAO, la Santa Sede obtuvo el estatuto de observador permanente; en 1963 fue con el PAM; y en 1978 lo obtuvo con el FIDA.

¿El punto central es la lucha a la pobreza o hay otras temáticas?

–Mons. Travaglino: Las prioridades de nuestra presencia nos llevan a reafirmar la dignidad humana, que donde nace el derecho de toda persona a la seguridad alimentaria y por lo tanto a una condición que consienta a los más pobres –y para el FIDA lo son quienes viven con menos de 1,25 dólares al día– modificar en positivo sus condiciones de vida.

O sea no solamente observar sino también apoyar el esfuerzo del FIDA

–Mons. Travaglino: Se trata sustancialmente de dar voz y consistencia, también a las acciones eficaces del Fondo, y a aquellos valores fundamentales que se expresan a través del compartir, de la solidaridad, y la pacífica convivencia entre pueblos y países.

En el caso del FIDA, además, el desafío es más exigente pues los beneficiarios finales de su acción son “los más pobres entre los pobres” como indica el Estatuto.

¿Cuál es el interés de la Santa Sede por el trabajo de los organismos internacionales?

–Mons. Travaglino: Me parece un deber recordar el pensamiento del santo padre Benedicto XVI, que dirigiéndose directamente a la asamblea general de las Naciones Unidas, el 18 de abril de 2008, y en la cumbre de sobre Seguridad Alimentaria de la FAO, el 16 de noviembre de 2009, indicó la línea directiva de la presencia de la Santa Sede en las organizaciones internacionales: la necesidad de traducir en concreto las exigencias de solidaridad de personas y pueblos.

Exigencias que muchas veces se olvidan para dejar lugar a un pragmatismo que, basándose sólo en elementos técnicos o en las estrechas exigencias del momento descuidan un sólido fundamento ético.

Se apoya por lo tanto a actividades a nivel multilateral?
–Mons. Travaglino: Se parte de los datos puestos a disposición por las organizaciones que nos permiten leer la realidad y por lo tanto proponer evaluaciones y orientaciones de orden ético, aspecto que es propio a la naturaleza y misión de la Santa Sede.
¿A qué se conecta la pobreza, solamente a la escasez de dinero?

–Mons. Luigi Travaglino: Las necesidades aparentemente sólo materiales de gran parte de la población mundial que vive bajo la línea de pobreza, muchas veces están conectadas a la falta de fundamentos auténticamente humanos de las decisiones políticas y a las opciones económicas. Más aún, a menudo son el resultado de actitudes de cierre hacia el otro y de intereses puramente egoístas o nacionales.

¿En el caso concreto del FIDA y de la cumbre que acaba de concluir?

–Mons. Travaglino: La reunión puso justamente el luz que, al lado de la gravísima cuestión del hambre y de la malnutrición que afecta a más de mil millones de personas, hay que considerar al realidad específica de las poblaciones rurales cuyo desarrollo puede ser determinante no solamente para proveer sus necesidades pero también a contribuir a resolver gradualmente el problema de la nutrición en el mundo.

¿Y en estos días, en concreto?

–Mons. Travaglino: Fue invocada la necesidad de lograr cada vez más colaboración entre las agencias con sede en Roma y los diversos socios que trabajan en la cooperación internacional, de manera que se pueda realizar un esfuerzo de solidaridad que garantice la nutrición a todos o al menos reducir gradualmente los sufrimientos de los desnutridos y hambrientos.

¿El aumento de los fondos obtenidos por el FIDA confirmaría esto?

Mons. Travaglino: De hecho los estados miembros dieron la prueba al establecer de manera definitiva la reconstitución de los recursos –la novena desde la institución del Fondo– que permitirá un empeño positivo del FIDA en los próximos años. Y esto no obstante los límites que la crisis económica o la voluntad de los Estados parecen poner aveces a la acción intergubernamental.

¿Existen por lo tanto objetivos comunes?

–Mons. Travaglino: Los objetivos delineados y tomados como propios por los estados miembros están en el centro de las preocupaciones de la Santa Sede, expresados también en la llamada reciente del santo padre por la crisis en el Cuerno de África y la que afecta la región del Sahel.

La Santa Sede por lo tanto seguirá apoyando y animando al FIDA, consciente que la acción de esta organización sirve para integrar la concordia entre los pueblos, la seguridad internacional, el bien común universal, mismo si en el inmediato responde a la exigencia de favorecer condiciones de lucha contra el hambre.

Por H. Sergio Mora

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ZENIT Staff

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