Este martes comienza en Senado estadounidense el debate y posible votación a favor (o no), de una reforma inmigratoria para el país norteamericano. Las posturas están divididas y hay quienes le piden al gobierno acciones más decididas en los controles fronterizos o bajar los costos que el actual sistema acarrea.
Hay otros que darían la sorpresa al proponer «fraccionar» la ley para que tenga objetivos escalonados, como es exceptuar del sistema de salud a los «nuevos» ciudadanos, o negarles ese mismo derecho a los indocumentados por no «merecerse tal premio».
¿Sueño o pesadilla americanos?
Aunque el presidente Barack Obama insiste en la importancia de la reforma, y alienta a los legisladores a aprobarla, las cifras que han aparecido en estos días sobre los casos de muertes y detenciones en la frontera cuestionan si una ley realmente detendrá el flujo migratorio…
Según un reciente estudio del Instituto Binacional de Migración de la Universidad de Arizona, citado por la cadena CNN, el desierto fronterizo de dicho estado se ha cobrado la vida de cerca de 2.240 migrantes en los últimos 22 años, en su mayoría de México y Centroamérica, mientras el número aumenta. Lo más penoso es que muchos de ellos, al pretender pasar sin ser identificados, no portan un documento de identidad y quedan sin ser localizados ni reclamados.
Por otro lado, la Patrulla Fronteriza y la Agencia federal de Control e Inmigración (ICE) detiene diariamente a más de 33.000 inmigrantes en todo el país. En 2010, el costo generado por dichas detenciones fue de 1.770 millones de dólares, y la estancia y la detención de cada preso cuesta 164 dólares diarios, de acuerdo con datos oficiales del ICE.
La voz de la Iglesia
Ante esta coyuntura, el Comité sobre Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, a través de su presidente el arzobispo de Los Angeles, José Gómez, «urgió» a aprobar la propuesta S 744, conocida como Border Security, Economic Opportunity and Immigration Modernization Act, la cual reformaría radicalmente el sistema de inmigración del país.
En informaciones difundidas por el alto ente eclesial, se conoció la posición de los obispos a través del arzobispo Gómez, quien advirtió que la Iglesia desde las parroquias, en programas de servicios sociales, hospitales y escuelas «es testigo de las consecuencias humanas de un sistema migratorio fallido». Lamentaron también que «las familias son separadas, los trabajadores migrantes son explotados, y seres humanos mueren en el desierto».
Ante este panorama, reiteró el llamado a dar una solución «compasiva» al problema, cuya solución «tendrá un impacto en el futuro de nuestra nación durante este siglo y más allá».