VIENA, miércoles, 18 marzo 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que dirigió el obispo José Luis Redrado Marchite, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, a la sesión de la Comisión de la ONU contra las drogas que se celebra del 11 al 20 de marzo en la capital austríaca.
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Señora Presidente,
Excelencias,
Señoras y Señores:
La Delegación de la Santa Sede que tengo el honor de presidir, le felicita por su elección como Presidente de esta Asamblea y le desea pleno éxito en la dirección de nuestros trabajos.
La 52ª Sesión de la Comisión sobre Estupefacientes ha previsto dos jornadas de reunión de elevado nivel, en el curso de las cuales las delegaciones buscarán trazar conjuntamente las grandes líneas y las orientaciones políticas que deberán constituir los ejes principales y las estrategias tanto para la Declaración política como para el Plan de Acción.
Señora Presidente, Excelencias, Señoras y Señores:
Mi Delegación hace votos a fin de que, como ha ocurrido en el pasado, se reafirme una política y una estrategia de acción que pongan en el centro de nuestros respectivos programas la salud, la dignidad y la vida del drogodependiente y que empleen todos los medios y los recursos disponibles para contrarrestar con fuerza este grave fenómeno sobre el cual, lamentablemente, se habla menos pero que sigue provocando devastaciones, desastres y víctimas, especialmente entre los jóvenes, en proporciones espantosas e inaceptables.
Pensar vivir en una sociedad libre de la droga exige de los Estados la fuerte voluntad política de extirpar definitivamente este fenómeno que algunos consideran una realidad que ya forma parte de nuestro vivir cotidiano y para la que simplemente se podrían limitar los daños.
La actividad capilar de las organizaciones y de las instituciones de la Iglesia católica que trabajan en el sector, nos dice que el haber sustituido la droga con la droga ha agravado aún más la situación en el curso de los años, volviendo crónica la dependencia, y sin responder a la cuestión del sentido de la vida que según nuestro parecer constituye el centro del problema.
Señora Presidente, Excelencias, Señoras y Señores:
La Iglesia no deja de brindar su aporte ya sea en el ámbito de la prevención, en particular a través de la acción incisiva de su pastoral sanitaria, educativa, social y familiar, así como en aquel de la recuperación y de la rehabilitación de los drogodependientes. Al respecto, la Iglesia estimula y sostiene todos los esfuerzos de la Comunidad internacional y de los hombres de buena voluntad en la lucha contra el fenómeno de la droga en los ámbitos de la represión y del crimen, de la cooperación internacional y de una política que ponga en el centro de su estrategia de recuperación el respeto de la vida y de la dignidad de la persona del drogodependiente, la implicación de la familia como célula educativa primaria y el aporte positivo y multiforme de las fuerzas, instituciones y asociaciones comprometidas en la sociedad para acompañar a los drogodependientes y que se inspiran en los nobles principios y valores del amor y de la solidaridad.
Al inicio del año 2006, la Santa Sede ha guiado un cualificado estudio [1] en 121 naciones pertenecientes a 5 áreas continentales (África, América, Asia, Europa, Oceanía) sobre programas y actividades concretas, en estructuras sanitarias católicas, que luchan contra el abuso de la droga; en dicho estudio se refleja lo siguiente: el 33,3% de los centros sanitarios católicos tiene un programa sobre la prevención del abuso de sustancias psicótropas. La finalidad del programa es individuar y acompañar las personas drogodependientes; educar sobre la prevención del abuso de sustancias estupefacientes; formar y actualizar al personal socio-sanitario acerca de la cura, acogida y acompañamiento del drogodependiente y de su familia; sensibilizar la comunidad sobre el problema de abuso de la droga y combatir la discriminación. En particular, se nota un éxito en España, Francia, Irlanda y Portugal, debido a una intensa actividad de prevención y de asistencia mediante campañas de sensibilización, seminarios, cursos y congresos específicos sobre el tema, la desintoxicación física y la rehabilitación del joven en el ámbito familiar y social, garantizando tanto la intervención médica, como la ayuda psicológica, y la promoción entre los jóvenes adolescentes de un estilo y comportamiento de vida que sea una garantía favorable para su salud. En este sentido, el Santo Padre Benedicto XVI afirma: «Entre las numerosas iniciativas en las que (la Iglesia) está comprometida, figura la lucha contra el tráfico y el consumo de la droga. La voluntad de liberar el tejido social de esta amenaza insidiosa que genera el crimen y la violencia y que contribuye a la destrucción física y moral de numerosas personas y familias, exige la firme resolución política, la cooperación internacional y la ayuda de toda la comunidad» [2].
Señora Presidente, Excelencias, Señoras y Señores:
Lo que he presentado son algunas consideraciones que la Delegación de la Santa Sede quiere someter a vuestra atención y espero que se tengan en cuenta en las deliberaciones, ya que son consideraciones no sólo pertinentes, sino también de buen sentido para los problemas que debatimos en esta 52ª sesión de la Comisión sobre Estupefacientes, y, sobre todo conformes a la dignidad del ser humano.
Muchas gracias.
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[1] Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Estudio sobre «Programas, actividades e intervenciones de las estructuras sanitaria católicas para contrarrestar las patologías y el comportamiento de abuso y peligro para la salud de la persona», 2006, texto inédito. [2] Benedicto XVI, Discurso a S.E. M. Gilbert Ramez Chagoury, nuevo Embajador de Santa Lucia ante la santa Sede, con ocasión de la presentación de las cartas credenciales: 1 de diciembre de 2005.[Texto original en español]