ZAGREB, miércoles 11 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Las heridas causadas por el comunismo siguen presentes y envenenan la vida y la sociedad de los países que anteriormente sufrían tras el Telón de Acero. Así lo reconocen en un mensaje lanzado los obispos de los países de Europa del Este, reunidos hasta este miércoles en Zagreb (Croacia).
Se trata de la tercera reunión de este tipo desde la caída del Muro en 1989. Las anteriores se celebraron en Budapest (2004) y Praga (2007).
La última, con el tema «La misión de la Iglesia en los Países del Centro-Este europeo a veinte años de la caída del sistema comunista, 1989-2009», ha reunido en la capital croata a representantes de trece Conferencias Episcopales, invitados por el cardenal Josip Bozanić, arzobispo de Zagreb y vicepresidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa.
La fecha se eligió para coincidir con el aniversario de la beatificación del cardenal Alojzije Stepinac por parte de Juan Pablo II, y gran parte de los trabajos de la reunión giraron en torno a la figura y al legado espiritual de este y tantos otros mártires del comunismo.
En su intervención, durante la homilía de clausura del encuentro, el cardenal Bozanić comparó la fe de Stepinac y de tantos otros mártires del comunismo con el «grano que muere para dar fruto».
«El Telón de acero es la imagen de la división, de la fractura, del alejamiento y del egoísmo. Lo puso el hombre que quería impedir el acceso al hombre, pero su objetivo era mucho más profundo, el de impedir que la mirada del hombre se dirigiera hacia Dios y pudiera conocer su amor», explicó.
Sin embargo, cuando el hombre echaba el telón, «Dios echó la semilla, el don de la vida, y permitió que muriera. Y precisamente cuando parece que la tierra ha impedido la vida, se genera el fruto»..
El comunismo sigue presente
Sin embargo, advirtió el purpurado, «tenemos la impresión de que aunque el sistema acabó de funcionar en sus formas precedentes, se ha transformado presentándose como suelo envenenado en que debería haber brotado el fruto».
De hecho, una de las cuestiones que más preocupa a los prelados es que a pesar de la caída del comunismo, «su estructura ha permanecido en la legislación y en el poder judicial, en la economía, en la educación y en la cultura», y especialmente, «en el velo de silencio que se ha impuesto sobre los acontecimientos del pasado reciente».
«¿Cómo explicar que, a veinte años de su caída, la verdad no consigue echar raíces?», se pregunta el purpurado, afirmando que en Croacia, por ejemplo, se evita hablar sobre Stepinac
«Los ‘hijos de la mentira’ han recogido los trozos del Telón y con ellos esconden y nublan la verdad sobre los hechos, tanto sobre los individuos como sobre determinadas instituciones. Algunos, con los restos del telón, siembran la semilla de la división y de la confusión».
La verdad, admite el purpurado, «es que el Telón ha caído, que el sistema se ha roto, pero que los pedazos son muy resistentes y se manifiestan en formas de promoción de las mismas falsedades no sólo a través de la política y de la relación con el pasado, sino también con la educación, la ciencia y la instrucción».
El purpurado advirtió contra los «reclamos contradictorios sobre la verdad antropológica del hombre», especialmente en la defensa de la vida y la familia. «No consentiremos nunca ni permitiremos el compromiso político ante estas cuestiones, porque no se trata de acuerdos humanos, sino de la verdad central de la que nosotros somos la fuente».
Otra de las cuestiones a las que se refirió fue la de la comunión entre las Iglesias, una comunión que «las ideologías intentaron romper» entre los fieles de Oriente y Occidente, e invitó a los presentes a «no olvidar el gran apoyo de las Iglesias que vivían en libertad, y que con su solidaridad han dado valor a los pasos de la Iglesia mártir».
En otra intervención a lo largo del encuentro, el cardenal Bozanić explicó que es el momento de «una nueva y valiente evangelización para redescubrir las propias raíces cristianas» y de «responder a los desafíos que plantea una visión reduccionista del hombre», y en especial, a la «dictadura del relativismo».
En este sentido, los prelados tuvieron la oportunidad de profundizar durante el encuentro en los desafíos que suponen la globalización, la bioética, las neurociencias, la migración y la construcción de un nuevo orden mundial, así como la tutela de la libertad de conciencia y las nuevas ideologías, especialmente en cuanto a la viday la familia.
Recuperar el pasado
Los obispos reunidos durante las sesiones de trabajo pusieron de manifiesto la necesidad de que la Iglesia ayude a reconstruir la «memoria histórica» de los años del comunismo, luchando «contra la tendencia a callar lo que sucedió realmente», especialmente con los mártires.
De modo especial, se puso de relieve la necesidad de ayudar a los jóvenes «a conocer la verdadera historia», y a «tener presente la memoria de los que se dejaron martirizar por la fe».
«El comunismo ha dejado en herencia heridas profundas en la vida de las personas y de la sociedad, de las que surge una llamada de ayuda y la necesidad de Dios y de la Iglesia para curar al hombre», afirman los prelados, en una nota distribuida por la secretaría del arzobispado de Zagreb.
Con este fin se ha tomado la decisión de promover congresos históricos para iluminar la vida de la Iglesia y de los cristianos en el periodo comunista.
Por Inma Alvarez