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Los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) exigen abrogar la llamada reforma educativa, aprobada por el Congreso Federal. Las autoridades y algunos legisladores dicen que no se puede abrogar ni modificar. Sin embargo, la Secretaría de Educación Pública, en sus diálogos con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), dice estar dispuesta a discutir el modelo educativo. Esto es precisamente lo que quieren los de la CNTE: intervenir en la elaboración de un modelo para la educación pública, que no se reduzca a los aspectos laborales y administrativos. Aquí advierto una contradicción: Unas autoridades federales dicen que no se puede cambiar la reforma educativa, pero otras dicen que sí es posible construir un nuevo modelo educativo. Si se habla de un nuevo modelo, eso es admitir que la reforma puede modificarse, completarse y actualizarse.
Estamos convencidos de que es necesaria una reforma educativa integral. Esto implica, entre muchos otros aspectos, analizar el contenido de los libros de texto; potenciar aquellas materias que se infravaloraron, como el civismo, que lleven a formar buenos ciudadanos; revisar la educación sexual, para que no sea sólo información genital e incitación a un degenere libertino; revisar las competencias de los padres de familia, de los maestros y demás actores sociales; tomar en cuenta las diferentes culturas que integran el país, en particular las formas indígenas de educar para la vida. Dentro de esta revisión, es obvio que se deben considerar la pedagogía, la metodología, la infraestructura escolar, los derechos y deberes laborales, etc.
Ya la ilustre maestra Silvia Schmelkes, que coordina el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE), al abordar, en el año 2011, los problemas y retos de la educación en México, sostenía que el proyecto de escuela igual para todos los estados de la República, sin tener en cuenta las diversas zonas, sean urbanas, rurales o indígenas, e incluso los diversos niveles sociales, provoca que el modelo se empobrezca acrecentando la brecha de la desigualdad. ¡De acuerdo!
PENSAR
El episcopado mexicano, desde el año 2012, publicó un importante documento titulado Educar para una nueva sociedad, que ofrece un serio análisis de la educación en México, más unos criterios que ayudan a mejorarla. Transcribo algunos de sus párrafos:
“Los nuevos programas de educación básica y media superior tienen como preocupación central que las nuevas generaciones sean ‘competentes para una sociedad cada vez más compleja que requiere del uso eficiente de herramientas para pensar, como el lenguaje, la tecnología, los símbolos y el propio conocimiento, así como de la capacidad para interactuar funcional y autónomamente en grupos heterogéneos’.
Los esfuerzos por lograr una educación actualizada a las exigencias del mundo de hoy son loables, siempre y cuando no se pierda de vista que el horizonte educativo no puede reducirse a una formación eficientista, enfocada sólo a obtener resultados y resolver problemas, sino principalmente a formar personas.
Es necesario educar en la pregunta por el sentido de las cosas, es decir, aprender a pensar, a ser críticos y no sólo a cumplir determinados objetivos; a aprender a cuestionarse cuáles son las razones que contribuyen a la realización de la persona y de quienes la rodean y a descubrir su auténtica dignidad y su vocación de servicio en la sociedad.
Si la educación no forma personas íntegras que amen el bien, la belleza, la verdad y la justicia, todo lo demás queda fincado en un terreno frágil y superficial. La formación en valores es inoperante si no se traduce en hábitos operativos, es decir, en virtudes” (no. 18).
ACTUAR
Padres de familia, maestros, sociedad civil, aportemos cuanto más podamos para lograr un nuevo modelo educativo. No dejemos esto sólo a especialistas convocados por las autoridades, algunos de los cuales tienen una ideología contraria a nuestra cultura. De la educación depende el país. Además de marchas, hay que hacer propuestas.