Audiencia con la Comunidad Lázaro, 30 mayo 2020 (C) Facebook, Làzare

Comunidad Lázaro: Diez preguntas al Papa Francisco

Durante una videoconferencia

Share this Entry

(zenit – 8 junio 2020).- La Comunidad Lázaro ha dado a conocer las 10 preguntas realizadas al Papa Francisco por varias personas que viven en las casas de esta organización durante su reciente y especial encuentro con el Pontífice.

El pasado viernes 29 de mayo de 2020, el Santo Padre recibió en audiencia a una delegación de la Comunidad Lázaro. Durante la tertulia, el Papa respondió a las preguntas en una videoconferencia con las diferentes casas de Lázaro.

Papa Comunidad Lázaro

Desde 2011, Lázaro promueve apartamentos compartidos en los que conviven personas sin hogar y jóvenes profesionales. En la citada fecha estaba previsto que 200 compañeros de la misma mantuvieran un encuentro con Francisco, pero, debido al coronavirus, el acto fue sustituido por la visita de una pequeña representación y una conexión online con todas las casas.

Antes de las preguntas, el Pontífice escuchó el testimonio de Alain y Charlotte, dos personas sin hogar que fueron acogidos por la Comunidad en una de sus casas. A continuación, os ofrecemos el caluroso diálogo establecido con el Obispo de Roma.

***

Roland, de Lille, Francia: Santo Padre, ¿qué tal está?

Papa Francisco: ¡Estoy bien! ¿Y ustedes? Muchas gracias, muchas gracias.

Timothée, de Nantes, Francia: Santísimo Padre, buenos días, y sobre todo, muchas gracias de parte de todos los compañeros de piso de Nantes. El nombre de nuestro proyecto hace referencia a la parábola del pobre Lázaro y del rico explicada por Jesús. ¿Qué significa Lázaro para usted?

Papa Francisco: En la parábola en la que Jesús habla de Lázaro, es el único que tiene nombre. También tiene nombre nuestro padre Abraham. Pero los demás, tienen adjetivos no tienen nombre: el rico, los que iban al banquete, los que tenían de todo… Todos adjetivos. El perro, no sabemos cómo se llamaba tampoco. Pero todos ellos es gente sin nombre. El único que tiene nombre es Lázaro. Lázaro para mí significa el ofrecimiento. El ofrecimiento de la humanidad, de lo mejor que tiene, la consciencia de los límites. Y uno de los límites es el desprecio, la pobreza, el ser tenido de lado. Por eso, para mí, Lázaro significa la capacidad de una persona de encontrarse con un nombre. Yo mismo me pregunto: ¿Dónde está en mí Lázaro? ¿Él que llevo dentro, el auténtico? Es la búsqueda del propio nombre en el límite. Y es curioso, generalmente, cuando estamos en el límite, en la periferia –digámoslo así– somos capaces de encontrar el verdadero nombre que tenemos. Eso es lo que significa Lázaro para mí.

Angela, de Bruselas, Bélgica: ¡Buenos días Santo Padre! Si mañana decidiera vivir en un departamento de Lázaro ¿qué plato prepararías para tus compañeros de piso?

Papa Francisco: Sería bueno una “minestra de cheki”. Una sopa de garbanzos.

Alexis de Toulouse, Francia: Querido Francisco, ¿cómo podemos vivir con dignidad cuando tenemos una enfermedad mental que nos impide traer al mundo lo que nos gustaría traer (por ejemplo, me gustaría trabajar, pero mi capacidad de concentración es demasiado débil, la percepción de la realidad demasiado parcial, las percepciones físicas demasiado inciertas como para permitirme trabajar sin herirme, etc.)? ¿Ser débil y enfermo es una vocación en sí misma?

Papa Francisco: Hay dos palabras en tu pregunta que me tocan, ¿no? Enfermedad, enfermedad mental, o enfermedad que te impide hacer lo que todos hacen. Primera palabra. Y segunda palabra: dignidad. Y la dignidad es la condición para vivir bien estando sano o enfermo. Tú puedes estar sano, puedes ser el mejor deportista, tener una salud de hierro, pero si no tienes dignidad, no vales. La dignidad es la clave para vivir bien cualquier estado de vida físico: la salud o la enfermedad. Y yo mismo, cuando a la noche, rezo y trato de examinar mi consciencia, de que pasó durante el día, cómo viví el día, una pregunta que siempre me viene es: ¿viví dignamente el día? ¿Viví con dignidad? Pues la pregunta es: ¿Qué es la dignidad? ¿La dignidad es vestirse dignamente?  ¿Tener un roce social elevado? ¿Tener títulos universitarios? ¿Tener fortuna? ¿Tener un lugar muy importante en la sociedad política? ¿Eso es la dignidad? ¡No! Todas estas personas pueden ser dignas, pueden tener dignidad, pero no necesariamente, por hacer eso que hacen, tienen dignidad.

La dignidad, para explicarlo sencillamente, es un modo de vivir delante de Dios y de los demás. Y la dignidad significa sentido de la realidad de las cosas, humildad, necesidad de los otros. Vivir dignamente es vivir el don, el regalo que hemos recibido. Y ese don y ese regalo es ser hijo de Dios: vivir con dignidad la riqueza, la pobreza, la vida larga, la vida corta, la salud, la enfermedad. Pero vivirlo como hijo de Dios. Con toda la fuerza interior que te da ser hijo de Dios. Pero también con la humildad de saber que vos no sois el padre de Dios. Me pareció que tu pregunta más que responder con el punto del “¿cómo con la enfermedad se puede?” era mejor responderla por lo que da sentido a todo que es el regalo de la dignidad.

Cuando, yo, a la noche, encuentro que me comporté indignamente, siento vergüenza. Y la vergüenza es una gracia que tenemos que pedir. En mi tierra, a una persona que no le importa nada, decimos que es un “sin vergüenza”. La gracia de la vergüenza. Es lo que sintió san Pedro, la noche del Jueves Santo, después que negó tres veces a Jesús y se encontró con Jesús con la mirada. Y dice el Evangelio que lloró amargamente. Falta de dignidad, vergüenza, y llorar lágrimas. La vergüenza y el llanto por la vergüenza son una gracia de Dios.

Félicie de Vaumoise, Francia: Santísimo Padre, buenos días y muchas gracias. Tenemos un compañero de piso que ha vivido en la calle varios años. Perdió la confianza en Dios y en los hombres. ¿Cómo puede mantener la esperanza y conseguir perdonar?

Papa Francisco: Empiezo por el final: perdonar. Perdonar es una cosa muy difícil. Yo tengo 83 años y todavía no pudo perdonar algunas cosas. Pido la gracia de poder hacerlo. Permíteme la palabra: es un defecto de fábrica que tenemos. La incapacidad de perdonar. Porque el odio, el rencor, el no poder perdonar es una riqueza. Pero ¡una riqueza mala! ¡Una riqueza que no te enriquece! No obstante, tenemos que convivir lamentablemente con este límite durante mucho tiempo hasta que nuestro corazón vaya cambiando.

A mí me ayuda pensar todas las veces que me perdonaron a mí. Pienso “Bueno, Dios me perdonó esto, aquella persona me perdonó aquello otro, la sociedad me perdonó esto; ¡algo tendría que perdonar yo!” Este razonamiento me ayuda mucho. Pero es un pensamiento que tiene que entrar en la consciencia como el agua de la lluvia mansa, tranquila. Y a veces perdonar lleva toda una vida. Por eso lo importante es caminar los caminos del perdón. Es decir, caminar el camino de la confianza de que fui perdonado. Y caminar por el mismo camino de pedir la capacidad de poder perdonar. Cuando rezamos el Padre Nuestro, decimos “Perdóname mis pecados como yo perdono a los otros lo que me hicieron”. Es como un billete de ida y vuelta. Perdonar para ser perdonado. Soy perdonado, me da alegría y eso me lleva a perdonar. Y eso lleva toda la vida. Es un camino humilde, sereno, pero que cura el corazón.

Esto es lo que se me ocurrió decirte sobre el perdón. Y a propósito, salgo del libreto, y me vienen tres palabras mágicas. Cuando vienen las parejas de recién casados, acá, a visitar al Papa, me preguntan: “¿Cómo podemos llevar adelante, bien, la vida matrimonial?” Les digo: “Mira, hay tres palabras mágicas, que ustedes deben decir y vivir todos los días. La primera: permiso, ¿puedo? La segunda: gracias. Y la tercera: perdón. La primera: pedir permiso para no ser invasivo en la vida matrimonial. La segunda – gracias – porque eso abre el corazón: la gratitud entre los esposos. Entre paréntesis: ustedes vieron que, en la vida, hay gente que no sabe decir gracias. Y la tercera palabra: perdón por una cosa que hice mal, o que me porté mal, o después de una discusión”. Y todos me dicen: “La tercera palabra es la más difícil.” Y a alguno le pregunto: “Y ¿por qué es difícil?” “Porque quizás tuvimos una discusión este día” .

Yo les digo: “Discutir es normal en un matrimonio. Y discutir calorosamente también es normal. Y si vuelan los platos alguna vez también es normal. Pero a condición de que se haga la paz antes de que termine el día. Esto quiere decir: pedir perdón”. “Sí Padre, pero eso me da vergüenza pedir perdón. ¡No sé como hacerlo!”. “¡Hazlo sin palabras! Una caricia, y ¡basta!”.

Es importante hacer la paz antes de irse a dormir porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. Por eso es tan difícil pedir perdón dicen ellos. Pero hay otra condición. En los matrimonios cuando litigan. ¡Nunca discutan delante de los niños! Ustedes no se imaginan la angustia que siente un niño cuando ve discutir a sus padres.

Hay una película italiana –vieja ya– de Vittorio de Sica. Se llama: I bambini ci guardano. Se llama: Los niños nos ven. Bueno, pero me fui por otro lado. Volvemos al perdón. Perdonar es un camino de toda la vida. Me extendí mucho.

Marie-Germain de Lyon, Francia: Buenos días Santo Padre. Tenemos 3 peticiones en Lyon. La primera es pedir la sanación de Christine. La segunda es: ¿Cómo hacer para ser felices en un departamento Lázaro?, ¿qué consejo nos daría para ser verdaderos testigos de Jesús hoy en día en 2020?

Papa Francisco: Creo que lo que dije sobre las tres palabras mágicas puede servir también como consejo. Respetar a los demás.Es importante cambiar ideas, pero con respeto, sin agresión. Paso a la segunda pregunta que hiciste. ¿Cómo ser testigo de Jesús en el siglo XXI? La palabra lo dice todo: ser testigo.

La vida del cristiano es ser testigo. Vivir con el Evangelio en la mano y en el corazón. Una vez en la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, en un almuerzo con quince jóvenes de todas las partes del mundo, un joven universitario me preguntó: “Yo tengo algunos compañeros ateos. ¿Qué tengo que decirles para que crean en Jesús?”. Yo le contesté: “La última cosa que tienes que hacer es decir algo. Tú tienes que vivir con el estilo del Evangelio. Dar testimonio”. Y entonces te preguntarán: “¿por qué vives así?”. Y allí, recién, puedes decir algo. Hablarle del porque vivís así.

Por eso la palabra testigo, dar testimonio es muy importante. Porque la Iglesia crece no por proselitismo sino por testimonio. Esto lo dijo el Papa Benedicto XVI. Vivir con el Evangelio en el corazón y en la mano. Hace unos días se anunció la canonización de Charles de Foucauld. Este hombre militar hizo la campaña del Norte de África, se encontró con Jesús y el resto de su vida vivió según el Evangelio. Testigo, esa es la palabra.

Philippe de Valence, Francia: Buenos días Santísimo Padre. ¿Por qué la Iglesia tiene tantas riquezas cuando hay tanta gente pobre en el mundo?

Papa Francisco: En Valencia, ¿es rica la Iglesia? Es una linda pregunta. La tentación que todos cristianos, la tentación –diría– fundamental, es la riqueza. Hay una cosa que a mí me hace pensar esto: Jesús, en el Evangelio, habló solamente de 2 señores, que tienen señorío: Dios y el dinero. Y Jesús dice: o bien perteneces a Dios o bien pertenece al dinero.

Como regla general, podemos decir que en la medida que una persona pertenece a la riqueza, al dinero, se aleja de Dios. Es decir que tiene su corazón encadenado allí. Y en la medida en que se acerca cada vez más de Dios, es más pobre. Esto como principio.

Ahora tu pregunta hablaba de “la Iglesia”. La Iglesia es demasiado genérico. Uno puede decir la Iglesia y pensar en los grandes templos. Qué sé yo: la catedral de Estrasburgo, por ejemplo. Es una cosa bellísima, riquísima. Pero eso es un monumento donde se celebra el culto, no es la Iglesia.

Cuando hablamos de la Iglesia, podemos hablar de los fieles. Y allí, sí que vale esos 2 señoríos de los que hablé antes. Hay fieles que tienen su corazón más en la riqueza, otros que lo tienen en Dios. También hay fieles que han ganado mucha riqueza, que han heredado mucha riqueza, pero no tienen el corazón en la riqueza, sino que administran la riqueza desde el Evangelio, desde un corazón creyente.

(A la traductora) ¿Necesitas agua? Un poco de agua por favor. ¡Ella debe tomar un poco de agua!

¿Hay mejicanos? ¡Qué canten un Mariachi!

(Continúa) Entonces, están los templos que son riquezas de arte, están los cristianos que pueden ser pobres o gente con riqueza pero que tienen el corazón pobre, y hay un tercer nivel que son los eclesiásticos. Seamos Papa, obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos. Y cuando una de estas personas es rica, es un escándalo para la Iglesia. Las personas que son llamadas a seguir a Jesús de cerca, tienen que ser gente alejada de toda riqueza. Con el corazón pobre. Y si tienen que administrar riquezas, que sea para el servicio de los demás, de la Iglesia, no para el servicio propio. La gran virtud que yo quisiera para toda la Iglesia, empezando por el Papa, los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las religiosas y los religiosos es la pobreza. Un santo vasco, san Ignacio de Loyola, decía que la pobreza para los eclesiásticos – estos que yo nombré – es la madre y la muralla de la vida.

¿Porque la pobreza es madre? Porque genera generosidad, darse a los demás, vivir para los otros, alabar a Dios, por eso es madre. Y es una muralla que defiende la propia vida del señor del mundo que son las riquezas. Y cuando uno ve un eclesiástico que es rico: primero rezar por él, y segundo, si uno tiene posibilidad, hablarle.

Esto es lo que me ocurre decirte por esta pregunta compleja, ¿por qué la Iglesia es rica? Una vez me hicieron esta pregunta un gran grupo de eclesiásticos. Yo les dije: “Dios es bueno, porque si alguna de las instituciones de ustedes es demasiado rica, le envía un administrador inútil que le lleva a la quiebra”.

Régine de Angers, Francia: ¿Estaría dispuesto a abrir un hogar Lázaro en el Vaticano?

Papa Francisco: Hay mucho espacio aquí. Hay mucha gente que podría vivir aquí dentro de un hogar Lázaro. ¿Qué falta? ¡Que el Papa tenga coraje! ¡Y yo rezo para tenerlo!

Pepa de Madrid, España: Santo Padre, me presento: Soy Josefa y vivo en el hogar Lázaro de Madrid, España. Buenos días. La pregunta es que: como íbamos a visitarle este año en Pentecostés, pero que con el coronavirus no hemos podido ir, ¿el próximo año, el fin de semana de Pentecostés, iremos más de 200 personas de Lázaro a visitarle, ¿nos va a recibir?

Papa Francisco: ¡Por supuesto! ¡Por supuesto y lo haría con gusto! Con una condición: ¡que los mejicanos que cantaron antes canten más afinadamente!

Santísimo Padre, tenemos una décima pregunta. ¿Tiene usted alguna pregunta que hacer a los compañeros de piso de Lázaro?

Papa Francisco: Una pregunta que se la tiene que responder cada uno en su corazón. No hace falta que la digan acá. Cada uno de ustedes tuvo una experiencia de vida de periferia. Y ahora, tienen experiencia de vida en los grupos y en los hogares Lázaro.

Mi pregunta: ¿Cómo es mi generosidad, para con los hogares Lázaro, para con mi hogar Lázaro, para con todos estos amigos de la familia Lázaro? Amor, con amor se paga. Y esa es la pregunta que les hago. ¿Cómo está mi generosidad, cómo está mi amor para dar a la generosidad que recibí, para dar al amor que recibí?.

Share this Entry

Larissa I. López

Larissa I. López es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla, Máster en Artes de la Comunicación Corporativa y Doctora en Comunicación por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Su trayectoria profesional ha transcurrido entre el ámbito de la comunicación y el de la docencia. Como redactora, ha colaborado con medios como Aceprensa, Pantalla 90 o CinemaNet. Como profesora, por su parte, ha impartido clases en la universidad y en centros de FP y bachillerato. En estos últimos realizaba también tareas relacionadas con la comunicación (redes sociales y edición de contenidos). Cordobesa de nacimiento también ha vivido en Sevilla, Madrid y Roma.

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación