(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Aula Pablo VI en el Vaticano se ha convertido esta mañana en el escenario de los artistas callejeros que se encuentra en Roma para celebrar su jubileo. Primero un grupo de bailarines de Kenia ha actuado a la llegada del papa Francisco. Después fue el turno de un titiritero que con marionetas provocó carcajadas a todos los presentes, incluido el Santo Padre que seguía con atención y diversión la representación. Música interpretada por el grupo chileno ‘el pastelito’, y las acrobacias de un grupo de jóvenes artistas y de cuatro hermanos han cerrado el turno de las actuaciones. Incluso, un tigre y una cría de pantera han pasado por el escenario y el Pontífice se ha acercado a acariciarlos. Todo ello en un ambiente festivo y alegre como era propio para esta ocasión.
Y esto lo hacen –ha observado el Santo Padre– mediante exhibiciones que tienen la capacidad de elevar el alma, mostrar la audacia de ejercicios particularmente complicados, fascinando con la maravilla de la belleza y proponer ocasiones de sana diversión.
Asimismo, ha asegurado a los presentes que la “fiesta y la alegría” son signos característicos de su identidad, su profesión y vida, y que en el Jubileo de la Misericordia no podía faltar esta cita.
Además, el Santo Padre ha indicado que estos artistas tienen un recurso especial ya que con sus continuos viajes pueden “llevar a todos el amor de Dios, su abrazo y su misericordia”. Pueden ser –ha añadido– comunidades cristianas itinerantes, testigos de Cristo que está siempre en camino para encontrar también a los más alejados.
Por otro lado, el Papa ha felicitado a los presentes porque en este Año Santo, han abierto sus espectáculos a los más necesitados, a pobres y sin techo, presos y jóvenes desfavorecidos. También esto es misericordia, “sembrar belleza y alegría en un mundo a veces sombrío y triste”.
Ha aseverado que el espectáculo ambulante y popular es la forma más antigua de entretenimiento; está en manos de todos y dirigido a todos, pequeños y grandes, en particular a las familias; difunde la cultura del encuentro y la sociabilidad en la diversión. Por ello, Francisco ha precisado que sus espacios de trabajo pueden convertirse en lugares de agregación y de fraternidad. Así, les ha animado a estar siempre abiertos a los pequeños y necesitados y ofrecer palabras y gestos de consuelo a quién está cerrado en sí mismo.
El Santo Padre, consciente de que por el trabajo que realizan es difícil que pertenezcan a una comunidad parroquial de forma estable, les ha invitado a “tener cuidado de su fe”, y aprovechar todas las ocasiones para “acercarse a los sacramentos”. Del mismo modo ha pedido a las Iglesias particulares y parroquias a estar atentas a las necesidades de la gente ambulante. La Iglesia –ha asegurado– se preocupa de los problemas que acompañan la vida itinerante y quiere ayudar a eliminar prejuicios que a veces les dejan un poco a los márgenes.
Para concluir les ha recordado que deben siempre realizar su trabajo con amor y cuidado, confiados en que Dios les acompaña con su providencia, siendo “generosos en las obras de caridad, disponibles a ofrecer los recursos y el genio de sus artes y profesiones».
Y finalmente, les ha recordado a los presentes el bien que hacen a la sociedad, quizá muchas veces sin ni siquiera darse cuenta, o sin saberlo, en un trabajo que “siembra mucho bien”.