(ZENIT – Roma, 20 Jun. 2017).- El helicóptero que llevaba al santo padre Francisco a la ciudad italiana de Bozzolo, proveniente del Vaticano, aterrizó a las 8:55, en el campo deportivo de dicha ciudad. Después de saludar a las autoridades civiles y religiosas el Papa se dirigió a la iglesia en donde se encuentra la sepultura del sacerdote Primo Mazzolari.
Don Primo Mazzolari, (1890, 1959) es conocido como “el párroco de Italia”, con un pensamiento que anticipó algunos pasos del Concilio Vaticano II, por lo que se refiere a la Iglesia de los pobres, la libertad religiosa y al diálogo con los alejados para evitar los descartes. Durante la II Guerra mundial salvó a muchos judíos y antifascistas y concluida la misma, a algunas personas relacionadas con el fascismo e injustamente perseguidas.
Delante de la catedral de esta pequeña ciudad, hoy aguardaba al Papa una multitud de personas que le recibieron con gran entusiasmo y ante quienes el Pontífice se detuvo algunos instantes para saludar y bendecir algunos niños.
Una vez en la Iglesia, puso un ramo de flores a los pies de una imagen del Corazón de Jesús y permaneció algunos minutos en oración silenciosa delante de la tumba del sacerdote italiano. A continuación delante del altar, escuchó los saludos y visiblemente conmovido dirigió unas palabras a los presentes.
“He venido aquí a Bozzolo y después a Barbiane, siguiendo las huellas de dos párrocos que han dejado una estela luminosa, pero también ‘incómoda’, en su servicio al Señor y al pueblo de Dios”. Y reiteró que “los párrocos son la fuerza de la Iglesia en Italia”. Recordó que el beato Pablo VI indicó que don Mazzolari “caminaba adelante con un paso demasiado largo y con frecuencia no se lograba seguirlo”.
Propuso así analizar su mensaje con tres escenarios de la zona: el río, la granja y la llanura.
El río simboliza “la potencia de la gracia de Dios que fluye incesantemente hacia el mundo” y quien “no se puso nunca reparado del río de la vida, del sufrimiento de su gente”.
Y advirtió “del camino del dejar pasar” de quien se queda en la ventana sin ensuciarse las manos, o se limita a criticar los errores sin capacidad propositiva. También del “activismo separatista”, que construye instituciones, cooperativas, escuelas, sindicatos, pero “puede generar una comunidad cristiana elitaria” en donde “se favorecen las clientelas con etiquetas católicas”.
El tercer error es el “sobrenaturalismo deshumanizante”, alejándose del mundo que es verdadero campo de apostolado, para preferir las devociones, del que “deriva un apostolado débil y sin amor”.
La Granja, son el segundo paisaje, que en esa época, explica el Papa, “era una familia de familias” a la espera de “un cambio que acabó con el éxodo a las ciudades”.
Así, explicó el Papa, Mazzolari decía que “para caminar hay que salir de la Iglesia”, y preocuparse también “de esas necesidades que si bien no son espirituales, son humanas”. E hizo “de la propia humanidad un instrumento de la misericordia de Dios”, intentando no realizar un método de apostolado válido para todos, pero prefirió “proponer el discernimiento como el camino para interpretar el ánimo de cada hombre”. También supo “dar valor a la necesaria gradualidad”, o sea no exigirle a todos la perfección sino invitarlos a “dar lo mejor de sí”. El Santo Padre recordó que esto le valió un llamado de atención, que aceptaba “de rodillas besando la mano de su obispo”.
La gran llanura es el tercer escenario es el de la gran llanura, “y quien escuchó el discurso de la montaña”, no teme entrar “como viandante y testimonio en la llanura sin confines”, dijo.
Recordó así que el padre Mazzolari tuvo que “enfrentar guerras y totalitarismos, luchas fratricidas, la dificultad de la democracia en gestación, la miseria de su gente”. Y que él invitaba a amar a los pobres como son, “sin hacer cálculos sobre la pobreza, sin pretensiones o derechos de hipoteca, ni siquiera aquella de hacerlos ciudadanos del reino de los cielos, y mucho menos volverlos prosélitos”. Viviendo además “como párroco pobre y no como pobre párroco”.
El Papa concluyó: “Con este espíritu de comunión fraterna, con ustedes y con todos los curas de la Iglesia en Italia, quiero concluir con una oración a don Primo, párroco enamorado de Jesús y de su deseo de que todos los hombres tengan la salvación”.
El Santo Padre reza en silencio delante de la tumba del cura de Bozzolo
Francisco: Don Mazzolari, párroco de todos, sin clientelas, ni hipotecando a quienes ayudaba
El Santo Padre en la ciudad de Bozzolo reza delante de la tumba del sacerdote italiano