El cardenal Bergoglio tuvo un rol fundamental en la confección del Documento Final de Aparecida, durante la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que tuvo lugar en mayo 2007, junto al santuario de Aparecida en Brasil.
Tal es la importancia de este documento, que el ahora papa Francisco suele entregarlo a mandatarios latinoamericanos, con el objeto de que sean coprotagonistas de un nuevo orden social en Latinoamérica, basado en la dignidad del ser humano y la justicia. La doctora Nuín fue miembro del grupo de trabajo en Aparecida y ZENIT ha hablado con ella para profundizar y conocer mejor algunos aspectos fundamentales de este documento.
Susana Nuín Núñez es directora ejecutiva del Departamento de Comunicación y Prensa de la Conferencia Episcopal Latino-Americana (CELAM). Nació en Uruguay y vivió treinta años en Argentina. Estudió en Roma y reside en Bogotá, aunque por cortos períodos, porque su responsabilidad ante el CELAM la lleva a recorrer a menudo diversos países de Latinoamérica y el Caribe, y otras naciones del mundo
¿En qué consiste el documento de Aparecida?
— Susana: El documento de Aparecida es mucho más que un documento. Se realizó en el marco de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano. La fuerza del documento es que es un texto en contexto. Es un texto que tiene el respaldo y la riqueza de una Asamblea que fue quien lo realizó. Esto hace que sea un documento que expresa el pensamiento, el sentir, el palpitar y el diagnóstico de la Iglesia en América Latina. También hubo participantes religiosos, religiosas, laicos y laicas, representantes de otras Iglesias, es decir, una verdadera asamblea. Por lo tanto, tiene por un lado ese valor que es muy importante: el texto en contexto, una asamblea que vivió en comunión. En segundo lugar, hace un salto muy grande: se dirige a discípulos misioneros y habla de discípulos misioneros. Esto quiere decir que son consustanciadas una palabra en la otra, totalmente interrelacionadas ambas palabras. No se puede ser discípulo sin ser misionero y no se puede ser misionero sin ser discípulo. Esto nos saca de una posible dicotomía que podía existir y nos lleva a una plenitud de la vocación de los seguidores de Jesús, lo cual revierte también en muchas cosas en nuestro actuar.
¿Cuál es el eje central del documento?
— Susana: El eje central es el valor de la vida en todo sentido, no sólo en la gestación, en el momento cercano a la muerte, sino en todo momento. Y tiene que ser una vida digna, con trabajo, con casa, con posibilidad de estudio; tiene que ser una vida que tenga toda la dignidad que la persona humana requiere. Esta concepción de vida atraviesa todo el documento de Aparecida. Del mismo modo atraviesa todo el documento de Aparecida la comunicación. Si bien el capítulo referido a comunicación es sintético, todo Aparecida habla de la comunión, de la necesidad de testimoniar, de comunicar a través de lo ejemplos, las obras, las experiencias, una vida en comunión. Una vida en comunión es una vida comunicativa.
¿Cuál diría usted que es el pilar de Aparecida?
— Susana: Yo diría que un pilar fundamental ha sido el método que se utiliza para hacer el documento: «Ver, juzgar y actuar». Es el método de análisis que se toma donde aparece un reconocimiento en el ver, también un agradecimiento a Dios por todo lo recibido y de allí se parte en un ver la realidad del diagnóstico, un juzgar a la luz de la Palabra y una proyección para el actuar.
Otro punto clave es cuando habla de la vida de nuestros pueblos hoy, de discípulos misioneros y su mirada sobre la realidad; y afronta la realidad de América Latina y el Caribe hoy. Otro aspecto es la vida de Jesucristo en sus discípulos misioneros: la vocación de los discípulos a la santidad, la comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia, el no anteponer la acción a la comunión. La comunión es una comunión abierta y no intimista pero es una comunión que nos hace vivir en verdaderas comunidades para dar testimonio. También hay que destacar el itinerario formativo de los discípulos misioneros, dónde y cómo se forman.
Una tercera parte muy importante es la vida de Jesucristo para nuestros pueblos, donde se encaran distintos temas que tienen que ver concretamente con nuestro accionar. La misión de los discípulos al servicio de la vida plena de nuestros pueblos, al reino de Dios y la promoción humana con todo lo que significa: la familia, nuestros pueblos y culturas cómo se relacionan. Aparecida, no se puede negar, fue marcada por el discurso inaugural de Benedicto XVI queconvocó a una real conversión de las personas, de las comunidades y de las estructuras. Este fue un gran pilar. Del mismo modo que lo fue el discurso final.
El documento de Aparecida tiene un valor enorme porque vincula estrechamente la propuesta evangélica a una vida concretamente plasmada por esa propuesta. Es como que el discurso y la vida se tienen que unir y se unen y Aparecida lo propone en una forma magnífica. Es un poco lo que estamos viendo con el papa Francisco. Sus gestos y su discurso se han unido y muestran una unidad, y esa unidad da testimonio.
¿Cuáles han sido los frutos más inmediatos de Aparecida en Latinoamérica?
— Susana: Yo creo quelos frutos que pueden provocar un evento de este tipo están vinculados a un cambio de mentalidad profundo. El cambio de mentalidad que se opera con Aparecida es entrar en la concepción de que todos, absolutamente todos, desde los laicos hasta los obispos y toda la Iglesia entremos en un proceso de conversión pastoral profunda. Cuando se provoca esta conciencia se provocan muchos cambios porque evidentemente nos damos cuenta de que estamos todos en un proceso de transformación. Al mismo tiempo que nos damos cuenta de este proceso asumimos de otra manera nuestra forma de ser Iglesia. Aparecida propone cómo ir al encuentro de los demás, que las parroquias sean comunidades abiertas a la sociedad. Pero no sólo abiertas para que la gente vaya al templo, sino que la gente vaya a la sociedad a llevar la buena nueva. Este es un gran desafío de Aparecida. Otro desafío es el haber marcado los rostros que hacen padecer América Latina, rostros de dolor y de dificultades que nosotros no podemos negar si queremos que nuestro continente sea evangelizado y viva en evangelización. Esos son «rostros que nos duelen» dice Aparecida.
¿La autoreferencialidad de la que habla el papa Francisco cómo se refleja en Aparecida?
— Susana: Es fundamental pero porque es la vida de la Iglesia, del Evangelio. El documento lo que hace es llamar a que nos volvamos a poner en la senda de Jesús y del Evangelio. Y la realidad es que Jesús no se quedó sentado en el Templo esperando sino que fue al encuentro.
¿Cuál fue el rol del cardenal Bergoglio en la redacción de Aparecida?
— Susana: El cardenal Bergoglio fue elegido por los demás obispos como presidente de la comisión que dirigió la constitución del documento. Sus diálogos y su papel de armonizador fue muy grande. Él fue permanentemente piloteando esta tarea que sus hermanos en episcopado le habían confiado, y lo hizo de una forma dialógica. Quizá eso sea lo que más se valora de él, que en un estilo metodológico de diálogo como fue recibiendo todos los aportes de la Asamblea junto a la comisión con la que trabajaba. Trabajó de tal forma que hizo que todas las voces de la Asamblea entraran armónicamente y fueran constituyendo más que un texto, una realidad. Yo diría que su rol fue fundamental en este proceso de diálogo.
¿Qué importancia tiene que Francisco esté ahora regalando este documento a los presidentes latinoamericanos que le han visitado?
— Susana: Tiene una importancia muy grande. El papa
Francisco es muy consciente por su trayectoria, por su personalidad y por su gracia de que el Evangelio tiene que llegar a operar cambios sustanciales en la sociedad. Si no, nos quedamos en un espiritualismo intimista. Además, el documento de Aparecida da una oferta a la Iglesia universal muy interesante y particularmente a la latinoamericana que es donde el papa ha entregado los documentos. El Evangelio es la única fuerza que puede transformar la realidad en plenitud y que no caiga en ideologizaciones. Por eso él siente que Aparecida es una mediación concreta y eficaz para la posibilidad de esa transformación. Aparecida opera como mediador dando oportunidades, sugerencias, diagnósticos y aportes para esos cambios estructurales necesita la sociedad. Es muy sintomático que lo entregue a los presidentes y Francisco recibe todas las semanas a jefes de gobierno y no creo que sean sólo visitas protocolarias, creo que es porque él tiene en su concepción que el Evangelio tiene que poder transformar la realidad estructural de la sociedad.
¿El documento de Aparecida se puede aplicar a todo el mundo o es algo muy concreto de la realidad latinoamericana?
— Susana: En primer lugar es expresión de la realidad latinoamericana pero creo que hay algo más importante: se reconoce el camino realizado por las cinco conferencias del episcopado latinoamericano y este camino ha tenido el carácter y se lo lee como un diálogo permanente entre la Iglesia continental de América Latina y el Caribe y el Concilio Vaticano II. Nosotros entendemos que en realidad Aparecida asume toda la novedad de un continente pero también toda la trayectoria de la Iglesia universal que se expresó en el Concilio Vaticano II. Por eso también tiene un aporte para toda la Iglesia.
¿Se sigue trabajando en aspectos trabajados en el documento de Aparecida?
— Susana: Sí, se sigue y es más, creo que cada vez va a llegar más a los problemas de fondo. Primero es darlo a conocer, la información, la novedad del momento en el que surge. En segundo lugar llega la profundización. Yo me doy cuenta que cinco años después de Aparecida, prácticamente es ahora cuando se está empezando a conocer y se siente la necesidad de tomarlo y hacerlo «real».
— La semana pasada Ud. estuvo en Washington para hablar sobre el impacto de Aparecida en EEUU y sobre el rol de la Iglesia latinoamericana en EEUU, ¿qué temas podría destacar de este encuentro?
En el encuentro estuvieron varias personalidades vinculadas al trabajo con los latinoamericanos en EEUU y en Washington y fue un evento muy interesante. En primer lugar por estar con un grupo importante de líderes hispanoamericanos, poder dialogar con ellos. En segundo lugar fue muy importante por la apertura que encontramos y en tercer lugar porque la propuesta de Aparecida se volvió muy luminosa para ellos, como hemos visto en distintos momentos durante nuestra estadía. Debo decir que con respecto al aporte que Latinoamérica da a EEUU yo lo fundaría en una palabra: relacionalidad. América Latina se caracteriza por tener una chispa del espíritu, de esas que dice el Concilio Vaticano II que son chispas que están contenidas en las culturas de los pueblos.
La relacionalidad entendida como la capacidad de estar con los otros, en relación con los otros, de converger con los otros. Quiere decir unidad en la multiplicidad, tenemos necesidad de estar unidos y al mismo tiempo somos múltiples y distintos, tenemos necesidad de esa convergencia. Son atributos que Dios ha dado a la cultura latinoamericana que crea familia, que es creativa y que busca todo aquello que le vincula a los otros. Y esta es un aporte fundamental que el pueblo latinoamericano y caribeño puede ofrecer a los EEUU. Creo que hay una propuesta aún más desafiante y que la hace un estudioso, Benjamín Barber: «Nosotros no tenemos que vivir más en la dependencia, ni tampoco en la independencia, hay un tercer elemento superador que es la interdependencia de los pueblos». Ser capaces de vivir entre hermanos, personas que son capaces de encarnar el Evangelio y el amor recíproco entre los pueblos. Este creo que es el gran desafío que nos espera. Volvemos de EEUU con una gran esperanza por la apertura que hemos visto tanto en los hispanos como en los estadounidenses con ambiciosas posibilidades entre la Iglesia de EEUU y la Iglesia de Latinoamérica.