Guatemala: Hito histórico de ordenaciones

En la diócesis de Sololá-Chimaltenango

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SOLOLÁ, lunes, 30 marzo 2009 (ZENIT.org).- La diócesis guatemalteca de Sololá-Chimaltenango vivió una gran fiesta este sábado 28 de marzo con la ordenación por parte de su obispo Gonzalo de Villa, s.j, de ocho nuevos sacerdotes y once diáconos. Es la primera vez en esta diócesis de mayoría indígena, y en el país, que se ordenan tantos jóvenes nacidos en la misma.

«El sol amaneció radiante en Sololá», informa a ZENIT Luis Enrique Ortíz, de la diócesis de Sololá-Chimaltenango. 

En la misa de ordenación de 19 seminaristas de la diócesis de Sololá-Chimaltenango (8 sacerdotes y 11 diáconos) concelebraron 75 sacerdotes y dos obispos. Presidió la eucaristía monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez, s.j, obispo diocesano.

Participaron cinco mil personas. «Fue, efectivamente, una gran fiesta eclesial, que marca un hito para la historia de la Iglesia en Guatemala -afirma Ortíz–. Por  vez primera en esta diócesis -y en el país- se ordenan tantos hijos suyos»

Los ordenandos proceden de diversos pueblos de la diócesis, conformada en su mayoría  por indígenas. Todos ellos hablan su propia lengua materna (cakchiquel, quiché o tzutuhil) y el español.

Han recibido la formación que la Iglesia pide para los candidatos al sacerdocio en el Seminario Mayor Nuestra Señora del Camino, en Sololá. Este Seminario cuenta actualmente con 105 seminaristas, 75 de los cuales son de esta diócesis y 30 de diócesis hermanas, cuyos obispos los envían a formarse en este Seminario.

En la homilía, monseñor De Villa resaltó la vida eucarística de los sacerdotes y su dedicación al sacramento de la misericordia divina. «La celebración de la Eucaristía -dijo- es fuente fundamental para su piedad». «Un rasgo fundamental del sacerdocio es ser ministros de la reconciliación. En ello tienen una invitación a dedicar tiempo con generosidad a la administración del sacramento de la reconciliación», añadió.

Subrayó el obispo diocesano el papel del sacerdote como ministro de reconciliación en Guatemala donde los índices de violencia han crecido enormemente: «En un país donde la violencia y el crimen crecen cada día, donde odios y rivalidades dividen comunidades, ser ministros de la reconciliación es una invitación constante a vivir su sacerdocio como hombres que buscan la paz».

«Están llamados a ser hombres de Dios -añadió–, para ser pastores capaces de entregarse hasta la extenuación  si fuera el caso hasta el supremo amor de la entrega de la vida como el ejemplo del padre Stanley Rother, cura párroco de Santiago Atitlán, nos enseña y cuya causa de beatificación está ya incoada».

Y dijo a los ordenandos: «Es necesario que estén configurados con el Maestro, que aprendan misericordia de Jesús misericordioso, que tengan compasión aprendiendo de Jesús compasivo».

Y a las familias: «A ustedes, papás de los nuevos diáconos y sacerdotes les quiero decir hoy, en nombre de la Iglesia: gracias por sus hijos, gracias por haberlos entregado, gracias por la educación que les brindaron y por abrirles a la experiencia de Dios en sus vidas».

Dos momentos de la celebración resultaron especialmente emotivos para los asistentes: el momento de la imposición de las manos y cuando los padres de los recién ordenados presentaron las ofrendas del pan y del vino.

Al final de la celebración, tres de los recién ordenados agradecieron cada uno en su propia lengua materna (cakchiquel, quiché y tzutuhil). Destacan las palabras del diácono Edgar Simón quien, en cakchiquel, agradeció a todas aquellas personas que desde el anonimato de la oración y del sacrificio piden por las vocaciones y por los sacerdotes.

Los nuevos sacerdotes y diáconos trabajarán pastoralmente en la diócesis de Sololá-Chimaltenango, donde ejercerán el ministerio recibido en servicio del pueblo de Dios.

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ZENIT Staff

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