La Penitenciaría Apostólica no es “un lugar de detención, una especie de prisión de la Iglesia” ni tampoco un lugar donde van “habitualmente las personas a confesarse para reconciliarse con Dios”. Es “el dicasterio más antiguo de la Curia romana”, y “el primero de los tribunales apostólicos, cuya competencia recae exclusivamente en el fuero interno, es decir, en el ámbito íntimo de la relación entre Dios y el pecador”.
Así lo ha recordado el regente, monseñor Krzysztof Nykiel, al introducir este lunes por la tarde el vigésimo séptimo curso sobre el fuero interno, que se celebra en el palacio de la Cancillería hasta el 4 de marzo. Al finalizar el curso, los participantes serán recibidos en el Vaticano por el papa Francisco.
En su intervención, publicada en un artículo del Osservatore Romano, monseñor Nykiel precisó que este “tribunal de la misericordia” desempeña “un servicio puramente espiritual, unido inmediatamente con el fin último de toda la existencia eclesial: la salus animarum”.
Por tanto, su fin “es el de facilitar a los fieles en el camino de reconciliación con Dios y con la Iglesia, en la conciencia de que la reconciliación, realizada por Cristo y actuada por el Espíritu Santo, ordinariamente pasa a través de la mediación eclesial, ya que la Iglesia misma actúa, en el tiempo y en la historia, exclusivamente como cuerpo unido y en dependencia de su cabeza, Jesucristo”.
Aunque, indicó que esta es una verdad “que lamentablemente muchos católicos ignoran”. La intervención de la Iglesia en el perdón –explicó– pertenece a la voluntad misma de Dios. No se trata de una praxis que se ha desarrollado con el pasar del tiempo, ni tampoco en una forma con la que se pretende centralizar o burocratizar el perdón.
Deteniéndose en la noción de fuero interno, aclaró que la penitenciaría no es un “tribunal” en el sentido moderno de la expresión, porque su “actividad jurisdiccional no tiene carácter contencioso, sino voluntario, y no de forma pública”. Por el contrario, es “un tribunal peculiar, que juzga y conoce a través de la autodenuncia del penitente, el cual da testimonio de las circunstancias de la propia ofensa”.
Para definir el fuero interno, monseñor Nykiel subrayó que “es el conjunto de las relaciones entre el fiel y Dios, en las cuales interviene la mediación de la Iglesia no para regular directamente las consecuencias sociales de tales relaciones, sino para procurar al bien sobrenatural de los fieles para su amistad con Dios, y por tanto al estado de gracia, y por tanto, finalmente para la vida eterna”.
Finalmente, ilustró las competencias, que son los cinco delitos penados con la excomunión, reservada a la Sede apostólica (profanación de las sagradas especies eucarísticas, violación directa del secreto sacramental, absolución del cómplice de un pecado contra el sexto mandamiento, agresión física a la persona del romano pontífice y consagración de un obispo sin mandato pontificio), a la que se ha unido recientemente la “ordenación de una mujer”.
Fue significativa la precisión de un aspecto procedimental. Al hablar del recurso a la penitenciaría, que es “una carta en la cual el confesor, omitiendo el nombre del penitente y cualquier circunstancia que lo pueda identificar, pide la facultad de absolver al culpable arrepentido de una censura, o la ratificación de la absolución ya dada al penitente”, monseñor Nykiel explicó que los recursos deben hacerse siempre por carta. “Ni el fax, ni el e-mail son medios consentidos, porque, tratándose de materias normalmente protegidas por sigilo sacramental, se cree que la carta garantiza mejor la inviolabilidad del sigillum”.
El santo padre durante su homilía en el Altar de la Confesión (Foto ZENIT - SC)
¿Qué es y para qué sirve la Penitenciaría Apostólica?
Monseñor Krzysztof Nykiel explica las funciones del “tribunal de la misericordia” del primer tribunal y dicasterio de la Curia Romana