(zenit – 14 feb. 2020).- “Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos”, escribe el Papa Francisco en su última exhortación apostólica, fruto del Sínodo Especial para la Región Panamazónica, celebrado en octubre de 2019.
En “Querida Amazonia”, publicada el 12 de febrero de 2020, el Santo Padre expone cuatro grandes sueños “que la Amazonia le inspira”. Estos son: un sueño social, un sueño cultural, un sueño ecológico y un sueño eclesial.
Necesidad de ministros
La pastoral de la Iglesia tiene en la Amazonia una “presencia precaria”, señala el Papa, debida en parte a la inmensa extensión territorial con muchos lugares de difícil acceso, gran diversidad cultural, serios problemas sociales, y la propia opción de algunos pueblos de recluirse.
Se requiere lograr que la ministerialidad se configure de tal manera que esté “al servicio de una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía, aun en las comunidades más remotas y escondidas”, indica, y al mismo tiempo “se necesitan ministros que puedan comprender desde dentro la sensibilidad y las culturas amazónicas”.
Orden sagrado
En este contexto, el Pontífice aclara qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no puede ser delegado: el sacramento del Orden sagrado, “que lo configura con Cristo sacerdote”, asegura. “Ese carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita sólo a él para presidir la Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable”.
Cuando se afirma que el sacerdote es signo de “Cristo cabeza”, el sentido principal es que Cristo es la fuente de la gracia: Él es cabeza de la Iglesia “porque tiene el poder de hacer correr la gracia por todos los miembros de la Iglesia”, recuerda el Papa.
Perdón de los pecados
Francisco escribe que en dos sacramentos está “el corazón” de la “identidad exclusiva” del sacerdote: La Eucaristía y el Perdón de los pecados.
“El sacerdote es signo de esa Cabeza que derrama la gracia ante todo cuando celebra la Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida cristiana. Esa es su gran potestad, que sólo puede ser recibida en el sacramento del Orden sacerdotal”. Por eso únicamente él puede decir: “Esto es mi cuerpo”. Hay otras palabras que sólo él puede pronunciar: “Yo te absuelvo de tus pecados”, explica.
Vocaciones sacerdotales
En este sentido, Francisco exhorta a todos los obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia.
“Al mismo tiempo”, advierte, “conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas”, asegurando que esta formación “debe ser eminentemente pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal”.
Laicos
Los laicos podrán “anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos”, describe el Santo Padre. “Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella ‘hace la Iglesia’”.
En esta línea, el Papa señala que “no se trata sólo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados que puedan celebrar la Eucaristía. Este sería un objetivo muy limitado si no intentamos también provocar una nueva vida en las comunidades. Necesitamos promover el encuentro con la Palabra y la maduración en la santidad a través de variados servicios laicales, que suponen un proceso de preparación —bíblica, doctrinal, espiritual y práctica— y diversos caminos de formación permanente”.
El don de las mujeres
En la Amazonia hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas, “gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo”. “Ellas mismas”, añade el Papa, “en el Sínodo, nos conmovieron a todos con su testimonio”.
Así, el Papa insta a “expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales”, ya que “se reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado”.
“Esta mirada, –continúa Francisco –en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable”.
Jesucristo, figura de un varón
El Pontífice aclara que “Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote”. Así, “este diálogo entre el Esposo y la esposa que se eleva en la adoración y santifica a la comunidad, no debería encerrarnos en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia”.
Y añade: “El Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que es mujer, María. Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre. De este modo no nos limitamos a un planteamiento funcional, sino que entramos en la estructura íntima de la Iglesia”.
Caminos de inculturación
La auténtica opción por los más pobres y olvidados, al mismo tiempo que nos mueve a liberarlos de la miseria material y a defender sus derechos, implica proponerles la amistad con el Señor que los promueve y dignifica. Sería triste que reciban de nosotros un código de doctrinas o un imperativo moral, pero no el gran anuncio salvífico, ese grito misionero que apunta al corazón y da sentido a todo lo demás.
Ellos tienen derecho al anuncio del Evangelio, sobre todo a ese primer anuncio que se llama kerygma el anuncio de un Dios que ama infinitamente a cada ser humano, que ha manifestado plenamente ese amor en Cristo crucificado por nosotros y resucitado en nuestras vidas.
La Iglesia, al mismo tiempo que anuncia una y otra vez el kerygma, necesita crecer en la Amazonia, y por eso, es necesario un proceso de inculturación, que no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio. Tampoco desprecia la riqueza de sabiduría cristiana transmitida durante siglos.
Sacramentos accesibles
La Iglesia tiene un rostro pluriforme “no sólo desde una perspectiva espacial […] sino también desde su realidad temporal”. Se trata de la auténtica Tradición de la Iglesia, que no es un depósito estático ni una pieza de museo, sino la raíz de un árbol que crece.
“Los sacramentos muestran y comunican al Dios cercano que llega con misericordia a curar y a fortalecer a sus hijos. Por lo tanto deben ser accesibles, sobre todo para los pobres, y nunca deben negarse por razones de dinero”, afirma el Papa.
“Tampoco cabe, frente a los pobres y olvidados de la Amazonia, una disciplina que excluya y aleje, porque así ellos son finalmente descartados por una Iglesia convertida en aduana”.
Convivencia ecuménica
En una Amazonia plurirreligiosa, “los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres”.
“No se trata de que todos seamos más light o de que escondamos las convicciones propias que nos apasionan para poder encontrarnos con otros que piensan distinto. Si uno cree que el Espíritu Santo puede actuar en el diferente, entonces intentará dejarse enriquecer con esa luz, pero la acogerá desde el seno de sus propias convicciones y de su propia identidad”, explica el Papa.