(zenit – 29 mayo 2020).- Después del parón obligado a causa de la pandemia por coronavirus, la Biblioteca y el Archivo Apostólico reabren para los estudiosos el próximo lunes, 1 de junio, ha informado el cardenal José Tolentino de Mendonça, secretario de los archivos, en el diario L’Osservatore Romano.
La Biblioteca del Vaticano se encuentra en la Santa Sede de la Ciudad del Vaticano y tiene su origen en 1448, con una colección de aproximadamente 350 códices que el papa Nicolás V logró concentrar. Los códices eran de origen griego, latino y hebreo y algunos de ellos procedían de la biblioteca imperial de Constantinopla.
Oficialmente, la Biblioteca del Vaticano se fundó en 1475 por el papa Sixto IV y, en aquel entonces, ya reunía más de 3.500 manuscritos, constituyéndose como la mayor biblioteca de la cultura occidental.
Importancia de la memoria
El archivero indica que “la memoria es una dimensión fundante común para las religiones bíblicas”. La Eucaristía, explica, el sacramento del que procede la Iglesia, “es una celebración memorial del don de Jesús a la humanidad”, y cita: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22, 19); mientras que el Shemá, la oración central de la liturgia judía, “presenta la memoria como condición esencial de la santidad”, aclara: “Así se acordarán de cumplir mis mandamientos, y serán santos para su Dios” (Números 15, 40).
De este modo, recuerda que “recordar”, en definitiva, “es un mandamiento de salvación para judíos y cristianos, que a través de él se abren a esa posición de escucha (Shemá Israel: “¡Escucha, [o] Israel!”), que descentraliza al hombre de sí mismo, de la mortífera ilusión de considerar la propia experiencia como un todo, como un absoluto, que satura la condición humana a una dimensión autosuficiente y exclusiva, que no deja espacio para el otro, para los otros y para el Otro”.
Precisamente porque no es una externalización de un contenido preestablecido sino una expresión de escucha incesante, matiza el purpurado, “esta memoria es mesiánica, orientada al futuro”.
Cierre imprevisible
Mendonça comenta que la memoria del creyente “no es una nueva proposición identitaria y tautológica de lo ya dicho, ya hecho, ya sabido”, sino una “escucha de una donación redentora que atraviesa la historia para sanarla del mal y la violencia inscritos en la experiencia humana, y por ello encuentra en el pasado la promesa que es garantía de su propio futuro”.
Igualmente, ha recordado cuando a finales de febrero se celebró la jornada de estudio sobre la apertura a los estudiosos de los documentos del pontificado de Pío XII recogidos en los archivos de la Santa Sede, y ha asegurado que “ninguno de nosotros previó que este paso, de importancia histórica y de gran impacto público, se vería súbitamente suspendido por una crisis sin precedentes como la de la pandemia de coronavirus”.
Emergencia sanitaria
“La emergencia sanitaria nos obligó primero a cerrar tanto la Biblioteca como los Archivos Apostólicos a los estudiosos, colocando a la mayoría de nuestro personal en un régimen de teletrabajo, y ahora nos obliga a una reapertura gradual y limitada, como la buena práctica exige para el reinicio de hoy”, describe el cardenal bibliotecario.
Este cierre imprevisible fue “un dolor” para la Biblioteca Apostólica y los Archivos y para sus estudiosos, expresa el cardenal portugués, “llegando a mortificar repentinamente –en el caso de los Archivos– una dinámica particularmente intensa de expectativas y atención, asociada a un nudo historiográfico cuya relevancia se reconoce mucho más allá del estrecho círculo de la comunidad científica”.
Sin embargo, “cada crisis puede ser una oportunidad, y esto es particularmente válido para una realidad como la nuestra, que reside en la conciencia histórica de la Iglesia con la aspiración de hacer de ella un bien público para toda la humanidad”, expone.