Las hermanas participan en diversas actividades, como talleres de tejido y cerámica

Las hermanas participan en diversas actividades, como talleres de tejido y cerámica Foto: Religión Digital

La conmovedora historia de la congregación religiosa con religiosas con síndrome de down

La comunidad religiosa que se fundó para darle la posibilidad a las personas con síndrome de down de consagrar su vida a Dios, cumple 40 años de fundación.

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(ZENIT Noticias / Roma, 04.12.2024).- Las Hermanitas Discípulas del Cordero es el nombre de una congregación femenina fundada hace ya cuarenta años, con el propósito de ofrecer a jóvenes nacidas con síndrome de Down la oportunidad de consagrar su vida a Dios si sienten el llamado divino.

Todo comenzó en 1985, cuando la actual Madre Line y la Hermana Verónica se conocieron. Verónica expresó que sentía un profundo llamado de Dios para consagrar su vida, pero ninguna congregación podía recibirla, ya que estas suelen requerir que las postulantes puedan valerse por sí mismas y poseer una condición mental adecuada para cumplir con las exigencias de la vida religiosa.

Frente a esta situación, la Madre Line, quien hoy es la priora de la comunidad, comprendió que las congregaciones no contaban con la infraestructura ni con un estilo de vida adaptado a las necesidades de personas con este síndrome. Al percibir que Verónica tenía un verdadero llamado de Dios, lo interpretó como una misión personal. Así, ambas iniciaron una vida en común, sentando las bases de la comunidad que actualmente cuenta con una decena de hermanitas.

La Madre Line creyó que esta forma de vida atraería a otras jóvenes, y sus esperanzas comenzaron a hacerse realidad. La comunidad creció gradualmente y, en 1995, las Hermanitas tuvieron que trasladarse a Le Blanc, en la región de Indre, en el centro de Francia.

En 1999, el arzobispo Pierre Plateau aprobó formalmente la iniciativa como un instituto de vida contemplativa. Posteriormente, el 15 de diciembre de 2011, Monseñor Armand Maillard, arzobispo de Bourges, aprobó las constituciones del instituto.

Actualmente, la comunidad está conformada por ocho hermanas con síndrome de Down y dos hermanas «capaces». Esto representa un desafío para las últimas, ya que las hermanas con esta condición requieren una ayuda especial. Sin embargo, como explica la Madre Line, las religiosas con síndrome de Down logran ser autónomas gracias al estilo de vida contemplativo, que les permite seguir un ritmo regular y predecible. «Para ellas, los cambios son difíciles, pero cuando la vida es muy ordenada, logran gestionarla de manera notable».

Las hermanas participan en diversas actividades, como talleres de tejido y cerámica, además de mantener un jardín de plantas medicinales. Viven la sencillez de la vida religiosa inspirándose en Santa Teresita del Niño Jesús, quien es un modelo para todas ellas.

La Hermana Verónica, una de las fundadoras, comparte su testimonio:

«Han pasado 34 años desde que sentí la llamada de Jesús. He intentado conocerlo a través de la lectura de la Biblia y el Evangelio. Nací con una discapacidad llamada síndrome de Down. Soy feliz y amo la vida. Rezo, pero me entristece que otros niños con síndrome de Down no puedan sentir esta misma alegría de vivir. Jesús me hizo crecer en su amor. Después de haber sido rechazada en otras comunidades, mi mayor alegría llegó el 20 de junio de 2009, cuando hice mis votos perpetuos en el Instituto de las Hermanitas Discípulas del Cordero. Es mi mayor gozo: ser la esposa de Jesús».

Aunque las hermanas tienen limitaciones físicas y mentales, espiritualmente no tienen ninguna. La Madre Line subraya que en las religiosas con síndrome de Down hay una fuerza espiritual increíble. «Conocen la Biblia, la vida de los santos, tienen una memoria extraordinaria. Son almas de oración, profundamente espirituales y muy cercanas a Jesús. Sus almas no están discapacitadas, al contrario, parecen más cerca del Señor, con quien se comunican con una facilidad asombrosa. Las hermanas capaces de la comunidad aprecian especialmente su capacidad de perdonar y de animar a otras con palabras precisas tomadas de la Biblia que iluminan el día».

Esta comunidad religiosa nos recuerda la trascendencia del ser humano, en un mundo que muchas veces valora a las personas solo por su capacidad productiva. Estas hermanas desafían esa lógica, mostrando la belleza de una vida cuyo valor no puede medirse con criterios mercantiles. Su capacidad de amar y su cercanía a Dios evidencian que no son almas desdichadas por su condición, sino profundamente amadas por Él.

«Ciertamente, es un mundo por descubrir», concluye la Madre Line. «Ellas traen alegría a la sociedad y, sobre todo, aportan el amor que tanto necesita el mundo».

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Dante Alba, LC

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