CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 enero 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI con motivo del Ángelus el pasado domingo, fiesta de la Sagrada Familia, en la que saludó a las personas reunidas en Madrid con motivo de una multitudinaria misa por las familias presidida por el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Asimismo el Papa recordó la celebración del Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar en México del 14 al 18 de enero de 2009.
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[Hablando en italiano:]
Queridos hermanos y hermanas:
En este domingo, que sigue a la Navidad del Señor, celebramos con alegría la Sagrada Familia de Nazaret. El contexto es más que adecuado, pues la Navidad es por excelencia la fiesta de la familia. Lo demuestran tantas tradiciones y costumbres sociales, especialmente la de reunirse juntos, en familia, con motivo de las comidas festivas y de las felicitaciones y el intercambio de regalos; y, ¿cómo no constatar que en estas circunstancias se amplifica el malestar y el dolor causados por ciertas heridas familiares? Jesús quiso nacer y crecer en una familia humana; quiso que la Virgen María fuera su mamá y que José cumpliera la función de padre; le criaron y educaron con inmenso amor. La familia de Jesús merece verdaderamente el título de "sagrada", pues está totalmente concentrada en el deseo de cumplir con la voluntad de Dios, encarnada en la adorable presencia de Jesús. Por una parte es una familia como todas y, como tal, es modelo de amor conyugal, de colaboración, de sacrificio, de confianza en la divina Providencia, de laboriosidad, y de solidaridad. En definitiva, de todos esos valores que la familia custodia y promueve, contribuyendo de manera primaria a formar el tejido de toda sociedad. Al mismo tiempo, sin embargo, la Familia de Nazaret es única, diferente a todas, por su singular vocación, ligada a la misión del Hijo de Dios. Precisamente, por su carácter único, presenta a toda familia, y en primer lugar a las familias cristianas, el horizonte de Dios, el primado dulce y exigente de su voluntad, la perspectiva del Cielo, al que estamos destinados.
Por todo eso, hoy damos gracias a Dios, así como a la Virgen María y a san José, que con tanta fe y disponibilidad cooperaron en el designio de salvación del Señor.
Para expresar la belleza y el valor de la familia, hoy se han dado cita en Madrid miles de personas. A ellas quiero dirigirme ahora en español:
[Hablando en español:]
Dirijo ahora un cordial saludo a los participantes que se encuentran reunidos en Madrid en esta entrañable fiesta para orar por la familia y comprometerse a trabajar en favor de ella con fortaleza y esperanza. La familia es ciertamente una gracia de Dios, que deja traslucir lo que Él mismo es: Amor. Un amor enteramente gratuito, que sustenta la fidelidad sin límites, aún en los momentos de dificultad o abatimiento. Estas cualidades se encarnan de manera eminente en la Sagrada Familia, en la que Jesús vino al mundo y fue creciendo y llenándose de sabiduría, con los cuidados primorosos de María y la tutela fiel de San José. Queridas familias, no dejéis que el amor, la apertura a la vida y los lazos incomparables que unen vuestro hogar se desvirtúen. Pedídselo constantemente al Señor, orad juntos, para que vuestros propósitos sean iluminados por la fe y ensalzados por la gracia divina en el camino hacia la santidad. De este modo, con el gozo de vuestro compartir todo en el amor, daréis al mundo un hermoso testimonio de lo importante que es la familia para el ser humano y la sociedad. El Papa está a vuestro lado, pidiendo especialmente al Señor por quienes en cada familia tienen mayor necesidad de salud, trabajo, consuelo y compañía. En esta oración del Ángelus, os encomiendo a todos a nuestra Madre del cielo, la Santísima Virgen María.
[En italiano:]
Queridos hermanos y hermanas: hablando de la familia, no puedo dejar de recordar que del 14 al 18 de enero de 2009 tendrá lugar en la Ciudad de México el VI Encuentro Mundial de las Familias. Recemos desde ahora por este importante acontecimiento eclesial y confiemos al Señor toda familia, especialmente las más probadas por las dificultades de la vida y por las heridas de la incomprensión y división. Que el Redentor, nacido en Belén, les dé a todas la serenidad y la fuerza para caminar unida en el camino del bien.
[Después de rezar el Ángelus, añadió en italiano:]
Queridos hermanos y hermanos:
Tierra Santa, que en los días de Navidad está en el centro de los pensamientos y de los afectos de los fieles de todas las partes del mundo, se encuentra de nuevo sacudida por un estallido de inaudita violencia. Estoy profundamente dolido por los muertos, los heridos, los daños materiales, los sufrimientos y las lágrimas de las poblaciones víctimas de esta trágica cadena de ataques y represalias.
¡La patria de Jesús no puede seguir siendo testigo de tanto derramamiento de sangre, que se repite sin fin! Imploro el final de la violencia, que hay que condenar en cada una de sus manifestaciones, y el restablecimiento de la tregua en la franja de Gaza; pido una muestra de humanidad y de sabiduría a todos aquellos que tienen responsabilidad sobre la situación; imploro a la comunidad internacional que haga todo lo posible para ayudar a israelíes y palestinos a salir de este callejón sin salida y a no resignarse --como decía hace dos días, en el mensaje Urbi et Orbi-- a la lógica perversa del enfrentamiento y de la violencia, sino a privilegiar por el contrario el camino del diálogo y la negociación.
Encomendemos a Jesús, príncipe de la paz, nuestra ferviente oración por estas intenciones y a Él, a María y a José, imploremos: "Familia de Nazaret, experta en el sufrimiento, da al mundo la paz". ¡Dala hoy sobre todo a Tierra Santa!
[El Papa saludó luego en varios idiomas. En español, dijo:]
Doy mi bienvenida a los peregrinos de lengua española que participan en el rezo del Ángelus, en este domingo en el que celebramos la Sagrada Familia. Pidamos por todas las familias del mundo para que en sus hogares se viva y transmita la fe, siendo así testigos del amor en el mundo. ¡Feliz día del Señor!
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
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