A los participantes en el Coloquio patrocinado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso

A los participantes en el Coloquio patrocinado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso Foto: Vatican Media

La iglesia no está en contra del gobierno de Irán, dice el Papa a musulmanes en Vaticano

Palabras del Papa durante a los participantes en el Coloquio patrocinado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 20.11.2024).- La mañana del miércoles 20 de noviembre, momentos antes de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en un coloquio auspiciado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. El Papa hizo algunas alusiones a Irán debido a que en el encuentro estaban presentes representantes del islam de ese país. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Papa:

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Señoras y Señores

queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Me complace encontrarme con ustedes en el marco de su XII Coloquio. Como sabéis, se trata de una larga colaboración de la que todos debemos alegrarnos, porque favorece la cultura del diálogo, tema fundamental y muy querido para mí.

Sabéis que anuncié mi intención de crear cardenal al arzobispo de Teherán-Ispahan, ¡un buen fraile! Esta elección, que expresa cercanía y solicitud por la Iglesia en Irán, se refleja también en todo el país. Es un honor para todo el país.

El destino de la Iglesia católica en Irán, un «pequeño rebaño», está muy cerca de mi corazón. Y la Iglesia no está en contra del gobierno, no, ¡eso son mentiras! Soy consciente de su situación y de los retos que está llamada a afrontar para continuar su camino, dar testimonio de Cristo y aportar su discreta pero significativa contribución al bien de toda la sociedad, libre de discriminaciones religiosas, étnicas o políticas.

Les felicito por la elección del tema de este Coloquio: «La educación de los jóvenes, en particular en la familia: un desafío para cristianos y musulmanes». ¡Un tema muy hermoso! La familia, cuna de la vida, es el lugar primordial de la educación. En ella se dan los primeros pasos y se aprende a escuchar, a reconocer a los demás, a respetarlos, a ayudarlos y a convivir con ellos. Un elemento común de nuestras diferentes tradiciones religiosas se encuentra en la contribución educativa que los mayores aportan a los jóvenes. Diré algo que me toca muy de cerca: los abuelos, con su sabiduría, aseguran la educación religiosa de sus nietos, actuando como un vínculo decisivo en la relación familiar entre generaciones (cf. Exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, 262). Honrar a los abuelos es muy importante. Esta religiosidad, transmitida sin formalismos y con el testimonio de la vida, debe considerarse de gran valor para el crecimiento de los jóvenes. No olvido que fue mi abuela quien me enseñó a rezar.

También es posible encontrar un desafío educativo común, para cristianos y musulmanes, en las nuevas y complejas situaciones matrimoniales con disparidades de culto. En estos contextos familiares se puede reconocer un lugar privilegiado para el diálogo interreligioso (cf. Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, 248). Y esto es lo que debemos perseguir.

El debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa, en algunas sociedades, tiene efectos directos sobre la familia. Sabemos cuántos desafíos afronta en un mundo que cambia rápidamente y no siempre va en la dirección correcta. Por eso necesita el apoyo de todos, incluidos el Estado, la escuela, su propia comunidad religiosa y otras instituciones para cumplir mejor su misión educativa.

Entre las diversas tareas de la familia está la de educar y «habitar» más allá de los confines del propio hogar. El diálogo entre creyentes de diversas religiones hace precisamente eso, permite salir de esquemas estructurados para abrirse al encuentro en la gran familia humana universal. Pero para ser fructífero, el diálogo debe cumplir varias condiciones: debe ser abierto, debe ser sincero, debe ser respetuoso, debe ser amistoso, debe ser concreto. Así es como funciona el diálogo. Este estilo permite ser creíble a los ojos de la propia comunidad, así como ante los interlocutores y sus comunidades, sin olvidar nunca que a Dios daremos cuenta de todo lo que pensamos, de todo lo que decimos, de todo lo que hacemos.

Por último, la educación de las jóvenes generaciones se lleva a cabo mediante la cooperación fraterna en la búsqueda de Dios. En esta búsqueda, nunca debemos cansarnos de hablar y trabajar por la dignidad y los derechos de cada persona, de cada comunidad y de cada pueblo. Defender siempre los derechos de la persona, de la comunidad y del pueblo. Porque la libertad de conciencia y la libertad religiosa son la piedra angular del edificio de los derechos humanos. La libertad religiosa no se limita al ejercicio del propio culto, sino que permite decidir con total libertad en el ámbito de las propias creencias y prácticas religiosas (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Dignitatis humanae, 3-4).

Hermanos y hermanas, nuestro mundo está dividido y desgarrado por el odio, las tensiones, las guerras y las amenazas de conflicto nuclear. Hoy es noticia esta última amenaza. Esta situación nos impulsa a nosotros, creyentes en el Dios de la paz, a rezar y trabajar por el diálogo, la reconciliación, la paz, la seguridad y el desarrollo integral de toda la humanidad. Creemos en Él como el Dios del amor todopoderoso. El compromiso que podemos demostrar juntos por la paz nos hace creíbles a los ojos del mundo y, en particular, de las nuevas generaciones.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias por haber venido! Que el Altísimo nos guarde y bendiga, a nuestras comunidades y al mundo entero, y os acompañe en vuestro camino de diálogo. Y ahora un breve momento de silencio. Rezamos todos pidiendo la bendición de todos. En silencio, todos.

Que Dios nos bendiga a todos. Amén.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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