ROMA, 25 julio 2001 (ZENIT.org).- Ayer los misioneros combonianos hicieron pública una nota en la que se desmarcan de los hechos violentos que han tenido lugar en la cumbre del G-8 de Génova.

El superior general de los misioneros combonianos, el padre Francesco Antonini, dice en un comunicado que “los misioneros combonianos de la Provincia italiana, partiendo de los compromisos hechos con ocasión del Jubileo de los Oprimidos (Verona, 9-10 septiembre 2000), basándose en los testimonios de los hermanos presentes en las manifestaciones de Génova, en los días del G-8 (20-22 julio), y de los redactores de la revista comboniana ‘Nigrizia’, además de sobre otras, numerosas y atendibles denuncias, condenan firmemente las provocaciones de algunos grupos extremistas que, con su violencia, han comprometido dramáticamente las pacíficas manifestaciones de cientos de miles de personas”.

Al mismo tiempo, los misioneros combonianos llaman la atención “de las autoridades competentes sobre el comportamiento, tal vez desconsideradamente violento y deficitario, de las fuerzas del orden, que ha contribuido a amplificar la espiral de violencia”.

Por esto, en sintonía con la coalición de más de 250 congregaciones de misioneros y misioneras, de religiosos y religiosas, que han rezado y ayunado los días 20 y 21 de julio en la iglesia de San Antonio de Boccadasse, para pedir la cancelación de la deuda para los países empobrecidos, “los misioneros combonianos -sigue el comunicado- piden que se aclaren los episodios de violencia, identificando a todos los responsables.

En este sentido apoyan “la petición del Genoa Social Forum de una comisión parlamentaria de investigación que indague sobre los hechos”. “Consideramos de todos modos necesario -añaden-, dentro del Genoa Social Forum, cuyas condenas de todo tipo de violencia no han sido siempre claramente percibidas por la opinión pública, un proceso de autocrítica para que la no-violencia sea inequívocamente reconocible como único método de lucha”.

“Nuestra tristeza -indican- se ha acrecentado por la pobreza de la respuesta de los G-8 a la petición de cancelación de la deuda y al desafío del sida en el sur del mundo. Pero, sobre todo, estamos indignados por el trato reservado a los cinco autorizados jefes de Estado africanos que, en nombre de la recién nacida Unión Africana (que representa a todo el continente) se habían presentado con un plan concreto y articulado de desarrollo para el continente (Millennium African Recovering Programme) y pedido la colaboración de los países industrializados”.

Y denuncian: “Del G-8, que ha explotado su presencia para mostrar un rostro ‘compasivo’ y ‘resultados concretos’, ni siquiera ha habido el papel de un comunicado oficial para dar cuenta de lo que los líderes africanos habían dicho y, reconocer así, su paternidad respecto al Plan. Algo que, en efecto, los medios de comunicación no han recogido en general. Los misioneros combonianos renuevan, por tanto, su propio compromiso por la cancelación de la deuda externa de los países empobrecidos, y por hacer que a los africanos se les reconozca su papel como socios en igual dignidad en los consensos internacionales”.