CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 7 mayo 2007 (ZENIT.org).- Para ser profetas de los tiempos actuales, las religiosas deben cultivar una íntima relación de amistad con Dios, considera Benedicto XVI.
«El “profeta” primero escucha y contempla, luego habla, dejándose penetrar totalmente por ese amor por Dios que no tiene miedo de nada y que es más fuerte que la muerte», explicó este lunes al recibir en audiencia a los participantes en la asamblea general de la Unión Internacional de las Superioras Generales.
«El auténtico profeta no se preocupa tanto de hacer obras, algo sin duda importante, pero nunca esencial --explicó el Papa--. Se esfuerza sobre todo por ser testigo del amor de Dios, tratando de vivirlo entre las realidades del mundo, aunque su presencia pueda resultar en ocasiones “incómoda”, pues ofrece y encarna valores alternativos».
La asamblea de la Unión de las superioras religiosas, que representa a 794 familias religiosas femeninas presentes en 85 países de los cinco continentes, está reflexionando del 6 al 10 de mayo en el Ergife Palace Hotel de Roma sobre el tema «Llamadas a tejer una nueva espiritualidad que engendre esperanza y vida para toda la humanidad».
«Sólo» de la «unión con Dios surge y se alimenta el papel “profético” de vuestra misión, que consiste en el “anuncio del Reino de los cielos”, anuncio indispensable en todo tiempo y sociedad», aseguró el Papa.
«Por tanto --aconsejó a las superioras--, no cedáis nunca a la tentación de alejaros de la intimidad con vuestro Esposo celestial, dejándoos capturar excesivamente por los intereses y los problemas de la vida cotidiana».
«Que vuestra preocupación prioritaria sea la de ayudar a vuestras hermanas a buscar ante todo a Cristo y a ponerse con generosidad al servicio del Evangelio», les siguió diciendo.
«No os canséis de dedicar toda atención posible a la formación humana, cultural y espiritual de las personas que se os han confiado, para que sean capaces de responder a los actuales desafíos culturales y sociales», concluyó.
En su saludo a Benedicto XVI, la presidenta de la Unión Internacional de las Superioras Generales, sor Therezinha Rasera, afirmó que las más de 600 mil religiosas esparcidas por el mundo «creemos que nuestra misión sea, por antonomasia, la cuidar de la vida, allí donde esté amenazada».
«Estamos presentes en los lugares de pobreza, conflictos, tensiones, guerras y en los rincones más remotos de este planeta, viviendo en muchas ocasiones las mismas condiciones y destino de la gente que sufre», concluyó.
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May 07, 2007 00:00