CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 mayo 2012 (ZENIT.org).- La plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales se reunió estos días en Roma para estudiar el aporte de la encíclica “Pacem in Terris” a la doctrina social de la Iglesia, en el 50 aniversario de su publicación.

En pleno apogeo de la Guerra Fría y cuando la opinión pública se planteaba la cuestión de la proliferación de armas de destrucción masiva, Juan XXIII escribió una 'carta abierta al mundo'; un “apremiante llamamiento para promover en todos los ámbitos sociales, nacionales e internacionales la causa de la paz y la justicia”. Así lo recordó Benedicto XVI en un mensaje, publicado el 30 de abril, y dirigido a Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia Pontificia.

“Aunque el escenario político mundial haya cambiado en el último medio siglo --dice el papa-, la visión de Juan XXIII tiene mucho que enseñarnos aún ahora, cuando nos enfrentamos a nuevos retos para la paz y la justicia en la era de la posguerra fría, en medio de la continua proliferación de armas”.

La Pacem in Terris “era y es un fuerte aldabonazo para participar en un diálogo creativo entre la Iglesia y el mundo, entre creyentes y no creyentes, como el Concilio Vaticano II se propuso promover”.

La encíclica “da una visión completamente cristiana del lugar del hombre en el cosmos, confiando en que, al hacerlo, ofrece un mensaje de esperanza a un mundo hambriento de ella. Se trata de un mensaje que puede llegar a la gente de todas las creencias y de ninguna porque su verdad está al alcance de todos”.

“En ese mismo espíritu, después de los atentados terroristas que sacudieron el mundo en septiembre de 2001, el beato Juan Pablo II insistió en que no puede haber 'paz sin justicia, ni justicia sin perdón'. La noción de perdón tiene que abrirse camino en el discurso internacional sobre la resolución de conflictos, para transformar el lenguaje estéril de la recriminación mutua que no lleva a ninguna parte. Si la criatura humana está hecha a imagen de Dios, un Dios de justicia pero rico en misericordia, estas cualidades deben reflejarse en la resolución de los asuntos humanos. El perdón no es una negación del error sino una participación en la curación y el amor transformador de Dios que reconcilia y restaura”, añade el mensaje papal.

“Los errores históricos y las injusticias se pueden superar solo si los hombres y las mujeres se inspiran en un mensaje de recuperación y esperanza; un mensaje que señale un camino para salir del atolladero en que, tan a menudo quedan encerradas las personas y las naciones, sin poder salir del círculo vicioso de la violencia. Desde 1963, algunos de los conflictos que entonces parecían insolubles pasaron a la historia. Con esa perspectiva, luchemos por la paz y la justicia en el mundo de hoy, confiando en que nuestra búsqueda común del orden establecido por Dios, en un mundo en el que todo ser humano goce del respeto que le es debido, puede dar y dará frutos”, concluye Benedicto XVI.