ROMA, domingo 9 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- “Te invitamos a estar atento si recibes ofertas de servicios sexuales o de droga, que podrían estar ofrecidas por víctimas de la trata. Te recordamos que la trata de personas está reconocida como crimen internacional”.

Con este mensaje, las hermanas de la red Thalita-Kum se dirigen a las personas que llegarán a Sudáfrica para el próximo Mundial de fútbol (que se celebrará del 11 de junio al 11 de julio) y que podrían, voluntariamente o sin saberlo, alimentar la esclavitud humana.

Nacida en 2009, Thalita-Kum es fruto de la colaboración entre la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), explicó la hermana Estrella Castalone durante la presentación, este jueves en Roma, de la campaña contra la trata.

La sinergia entre la UISG (de la que forman parte 1.990 congregaciones religiosas femeninas, más de 700.000 hermanas en todo el mundo) y la OIM (de la que forman parte 127 Estados) funciona efectivamente desde el año 2004.

Se traduce en la organización de cursos de formación, financiados en gran parte por los Estados Unidos, con la convicción de “que sólo a través de un trabajo común se pueden afrontar las causas estructurales que generan la trata”, explicó la salesiana.

Respecto a la campaña de prevención e información, concebida específicamente para el mundial de fútbol de 2010, la hermana destacó que por primera vez un evento deportivo de tan gran relevancia se disputa en África.

Y esto, que puede parecer un toque de color, en realidad muestra un grave peligro, advirtió.

“Durante ocasiones parecidas, de hecho -explicó Stefano Volpicelli, OIM-, muchas personas entran en los sectores de las empresas de transporte y en el sector de la hostelería, en restaurantes, bares y hoteles”.

“Un evento como la copa del mundo de fútbol crea muchas expectativas de ocupación y es el caso de los que han trabajado en la construcción de los estadios, y que están atrapados en una situación paralela a la esclavitud”, denunció.

Desde los campeonatos del 2006, disputados en Alemania, los eventos deportivos de este tipo están vigilados cuidadosamente.

“Afortunadamente, esa vez -continúa Volpicelli- los temores se revelaron infundados, pero el mérito fue sobre todo del Gobierno alemán, que ya desde el 2005 había llevado a cabo una intensa actividad de control, tanto en las fronteras como en los locales de entretenimiento”.

“A ello hay que añadir que el colectivo de aficionados era variado, representado en gran parte por parejas y familias”.

En Sudáfrica no será así por diversos motivos: en primer lugar, el país tiene fronteras extensas, y en consecuencia porosas y fáciles de atravesar de manera ilegal.

No existe, después, una ley contra la trata; por tanto, no hay víctimas que defender ni culpables que castigar.

A ello se añade que Sudáfrica se percibe como un Estado peligroso; “esto hace imaginar que la afición no será tan mixta como en Alemania, sino que estará compuesta principalmente por hombres”.

Limitando lo máximo posible la libre circulación y ubicando a los aficionados en determinadas zonas y barrios de la ciudad, es concebible que las prestaciones sexuales se lleven a cabo a domicilio, en los hoteles y albergues.

“Y por si fuera poco, el Gobierno ha ordenado la clausura de las escuelas durante todo el periodo de desarrollo del campeonato”, indica el funcionario de la OIM.

“El temor es que muchos estudiantes se desplacen de las zonas rurales a las localidades que acogen los partidos de fútbol, atraídos por la posibilidad de hacer pequeños trabajos”.

“Por nuestra parte -intervino la hermana Bernadette Sangma- nos sentimos interpelados por la tendencia creciente a convertir los eventos deportivos mundiales en ocasiones de explotación de las mujeres, los niños, los jóvenes y, más en general, de los que viven en condiciones de fragilidad, como la pobreza y la marginación”.

Tras regresar recientemente de Sudáfrica, la religiosa se hizo portavoz de aquellos a quienes se les han impuesto “sufrimientos humillantes, degradantes e inhumanos por objetivos laborales o sexuales”.

Ella dio testimonio de cómo “esas experiencias generan heridas tan profundas que hacen el camino de recuperación extremadamente difícil”.

Prevenir otros sufrimientos es el principal objetivo de la campaña, que también establece una línea telefónica de ayuda gratuita (0800 555 999).

“Están llevándose a cabo desde hace tiempo numerosas actividades en este sentido, en primer lugar en Sudáfrica, pero también en los países vecinos, de paso o en los de origen de las víctimas”, explicó.

Como Tailandia, continuó, donde se colabora con las religiones locales: “Siendo un país budista, sin la intervención de los líderes religiosos del lugar sería imposible llegar a la base y hablar a las personas”, aseguró.

Mientras tanto, hace pocos días trascendió la noticia de que unos 500 grupos criminales organizados ya están activos en las fronteras, vinculados entre ellos.

“Muchas veces cuentan con la complicidad de quienes ostentan el poder y de quienes tienen intereses económicos y comerciales”, denunció.

Está claro que no hay tiempo que perder: las hermanas han presentado a la prensa también las llamadas “cartas abiertas” dirigidas a cuatro tipologías de destinatarios.

En primer lugar, a los aficionados, “para que su derecho a divertirse no sobrepase ese horizonte de valores del deporte para socavar la dignidad de las personas”.

Después, a los que lo facilitan de manera involuntaria y a las autoridades religiosas “a las que pedimos una ayuda material y la enérgica condena de algunas conductas que dan lugar a la trata de personas”.

Finalmente, a las víctimas “centro de nuestra atención -concluye la hermana Bernadette- y motivo de nuestra batalla”.



[Por Mariaelena Finessi, traducción del italiano por Patricia Navas]