JERUSALÉN, 18 diciembre 2002 (ZENIT.org).- El patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, pide en su mensaje para la Navidad a la comunidad internacional y a los cristianos de todo el mundo que «cada quien se despierte» y ayude a israelíes y palestinos a aceptar la paz.

El mensaje, publicado este miércoles, condena tanto la prohibición del gobierno Israelí a Yasser Arafat de participar en la Misa del Gallo --que el patriarca celebrará en la iglesia de Santa Catalina, en la plaza del Pesebre de Belén--, así como la ocupación militar de la ciudad en la que nació Jesús.

En esta ocasión, explica Sabbah, «nuestro mensaje de Navidad es también un llamamiento a toda persona de buena voluntad, a la comunidad internacional, y a todas nuestras Iglesias esparcidas por el mundo para que cada quien se despierte y ayude a los dos pueblos de esta tierra a hacer la paz, fundada sobre la justicia, la igualdad, y la dignidad de cada pueblo».

«No os olvidéis de esta tierra, no podéis dejarla abandonada a su suerte», clama el patriarca de origen palestino en su mensaje.

«Algunos podrían decir --añade el líder de los católicos de rito latino de Tierra Santa--: vivir juntos es ya imposible. Nosotros decimos: la vida y la paz juntos es posible. Lo que es imposible es pedir por una parte la seguridad y que por otra parte oprimir al otro; que haya un ocupante y un ocupado. Esto es imposible. Pero que haya justicia para el palestino y el israelí, que el israelí esté en su tierra y en su Estado y el palestino en su tierra y en su Estado, esto es posible, y la coexistencia se convierte entonces en algo posible».

«Por lo que se refiere al estado de asedio y a las humillaciones impuestas a los palestinos, incluso en Belén, al igual que en toda las ciudades y pueblos palestinos, y a la demolición de casas y a la masacre de tanta gente», Sabbah considera que «esto nos lleva a renovar nuestro valor, nuestra esperanza, y nuestro amor incluso por aquellos que nos hacen la vida difícil».

«Recemos por tanto para que Dios acabe con esta situación y la sustituya con la justicia, la dignidad y el amor hacia todos --afirma el patriarca--. Las dificultades del momento no nos obligan, por tanto, a anular nuestras fiestas, como algunos piensan. Además de las humillaciones que se nos imponen, no es necesario que nos dejemos desnudar de la alegría de nuestras fiestas y de nuestro deber de postrarnos con todos nuestros sufrimientos ante Dios».