CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 21 enero 2004 (ZENIT.org).- La búsqueda de la unidad perdida entre los cristianos, es una tarea que afecta a todo creyentes, reconoció Juan Pablo II en la audiencia general de este miércoles, explicando que ésta requiere «conversión interior».

El pontífice dedicó el semanal encuentro con los peregrinos, en esta ocasión la Sala Pablo VI acogió a más de cuatro mil, a meditar sobre el lema con el que se está viviendo en estos días la «Semana de oración por la unidad de los cristianos»: las palabras de Cristo «Mi paz os doy».

El ecumenismo, constató citando al Concilio Vaticano II, «no es auténtico si no se da una conversión interior"», pues, «los deseos de la unidad surgen y maduran de la renovación del alma, de la abnegación de sí mismo y de la efusión generosa de la caridad».

Por este motivo, aseguró hablando con voz clara, «se experimenta cada vez más la exigencia de una profunda espiritualidad de paz y de pacificación, no sólo en cuantos están comprometidos directamente en el trabajo ecuménico, sino en todos los cristianos».

«La causa de la unidad, de hecho, afecta a todo creyente, llamado a formar parte del único pueblo de los redimidos por la sangre de Cristo en la Cruz», afirmó.

«Es alentador constatar que la búsqueda de la unidad entre los cristianos se está extendiendo cada vez más gracias a oportunas iniciativas que tocan los diferentes ámbitos del compromiso ecuménico», confesó el Papa que ha escrito la encíclica «Ut unum sint» dedicada al ecumenismo.

«Entre estos signos de esperanza menciono con gusto el crecimiento de la caridad fraterna y el progreso registrado en los diálogos teológicos con las diferentes iglesias y comunidades eclesiales --explicó--. En ellos, ha sido posible alcanzar, con diferentes grados y características, importantes convergencias sobre temas que en el pasado fueron motivo de fuertes controversias».

«Teniendo en cuenta estos signos positivos, es necesario no desalentarse ante las antiguas y nuevas dificultades que se encuentran, sino afrontarlas con paciencia y comprensión, contando siempre con la ayuda de Dios», sugirió.

«De la caridad y del amor mutuos manan la paz y la unidad de todos los cristianos que pueden ofrecer una contribución decisiva para que la humanidad supere las razones de las divisiones y de los conflictos», concluyó.

Al recordar que en este año el «Programa de la Semana de oración por la unidad de los cristianos» ha sido redactado por los cristianos sirios de la ciudad de Alepo, el pontífice recordó su peregrinación del año 2001 a Damasco.

«Recuerdo con gratitud la cálida acogida que me ofrecieron los dos patriarcas ortodoxos y el greco-católico --confesó--. Aquel encuentro sigue siendo un signo de esperanza en el camino ecuménico».

Después de la audiencia tuvo lugar una breve celebración litúrgica en la
que se rezó, entre otras cosas, por la Iglesia de Cristo en Oriente y Occidente, por la paz y para que los responsables de las naciones y organismos internacionales orienten sus actuaciones en la solidaridad.

La promoción de la justicia, el respeto de la creación, los que sufren a causa de la guerra, la injusticia y la opresión fueron otras de las intenciones de oración.