ROMA, 6 junio (ZENIT.org).- ¿Ha invitado Vladimir Putin a Juan Pablo II a visitar Moscú? Esta es la pregunta que se hacían esta mañana la gran mayoría de los diarios italianos. Lo único seguro es que no ha habido invitación oficial, pero es posible que el tema haya salido en el amplio encuentro que mantuvieron ayer los dos líderes en el Vaticano.
«Vladimir Putin se ha ahorrado una pequeña hipocresía y es probable que en su primer encuentro con Juan Pablo II haya mencionado el «posible viaje» tan deseado por el anciano Papa y por el joven zar del Kremlin», afirma desde las páginas del diario «Avvenire» Luigi Geninazzi, uno de los grandes expertos de política y asuntos religiosos en Rusia y Europa del Este.
¿Desilusión ante la falta de una invitación? «Sí –responde Geninazzi–, si se tienen en cuenta las grandes esperanzas que en las vísperas se habían difundido en los ambientes católicos de Moscú». «No –añade–, si recordamos las duchas frías que han tenido lugar cada vez que parecía abrirse una posibilidad para que se realizara un acontecimiento verdaderamente histórico, pues desde el cisma de 1054 nunca se ha dado un encuentro entre el jefe de la Iglesia católica y el patriarca de la Iglesia rusa».
Lo importante, según Luigi Geninazzi, es que «el nuevo zar del Kremlin continúe su trabajo de convicción ante la cúpula de la Iglesia ortodoxa. El mismo patriarca Alejo II no estaría totalmente en contra de encontrarse con Juan Pablo II, pero tiene que vérselas con la oposición del Santo Sínodo, que constituye el supremo órgano de poder de la Iglesia ortodoxa rusa».
El «vaticanista» Orazio Petrosillo, del diario romano «Il Messaggero», considera que al no plantear una invitación oficial, Putin habría podido dar muestras de «astucia diplomática». «El silencio sobre el viaje es difícil de creer –añade Petrosillo–. Parece imposible que Putin, un hombre tan decidido y deseoso de sacar ventajas políticas acogiendo al pontífice en el Kremlin, no haya pronunciado una sola palabra, más aún sabiendo que la visita a Moscú se anida en el corazón de Karol Wojtyla, que la considera la última meta que le queda junto a Pekín».
Por su parte, el «Corriere della Sera», el diario de mayor tirada en Italia, subrayaba hoy en varios artículos las convicciones religiosas del ex espía Putin. «Nada más nacer, el presidente ruso recibió el sacramento a escondidas de su padre, que era miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética. La decisión había sido tomada por la madre, una mujer muy religiosa, y por la anciana Anya, que vivía con la familia de Putin. Lo ha revelado el mismo presidente en una entrevista concedida al diario «Kommersant», poco antes de las elecciones».
«Cuatro años antes de la muerte de mi madre –revelaba entonces Putin–, fui a Israel y me dio mi cruz del bautismo para consagrarla en el Santo Sepulcro de Jerusalén. Me la llevé y para no perderla, me la puse colgada al cuello. Desde entonces no me la he quitado».