La Iglesia católica en el país denuncia que en los últimos meses los muchachos siguen siendo arrancados del seno de sus familias para convertirles en soldados de cualquiera de los dos frentes. Arriesgan su vida por una causa que desconocen. Un acuerdo firmado en Lomé, en 1999, había prohibido la utilización de los «baby-soldados». Un año después, aquellos compromisos son ignorados tranquilamente.
Los efectos son devastadores: la formación de sus futuros dirigentes afronta ya en estos momentos un terrible «vacío» generacional. Además, hay que tener en cuenta los traumas psicológicos que sufren antiguos y nuevos niños-soldado, y que con frecuencia son abandonados por sus propias familias que no los acogen tras años de terribles experiencias de las que han sido muchas veces involuntarios protagonistas.