La fundación «Sendero para la paz» premia a una religiosa asesinada en Timor

Erminia Cazzaniga fue misionera durante 40 años en la isla

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NUEVA YORK, 21 julio (ZENIT.org).- La fundación de «Path to Peace» («Sendero de la paz»), que desde 1991 está al servicio de la labor cristiana y humanitaria de la Misión de la Santa Sede en las Naciones Unidas, ha entregado el premio «Servitor pacis» («Servidor de la paz») a la madre Erminia Cazzaniga, la religiosa asesinada el pasado 26 de octubre den Timor Oriental, después de haber llevado comida y consuelo a un grupo de refugiados.

La religiosa, en una entrevista concedida en octubre de 1995 a un boletín parroquial de la diócesis de Lecco (Italia), en la que había nacido, afirmó: «De este pueblo, acostumbrado al sufrimiento y a la pobreza, he recibido la capacidad para aceptar yo también el sufrimiento…». Cuando pronunció estas palabras no se imaginaba hasta qué punto serían proféticas.

Todos los años «Path to Peace» asigna la distinción «Servitor pacis» a personas que se han destacado por ser «instrumentos de paz» en su servicio a los pobres e indefensos. La ceremonia de premiación, que al haber fallecido esta vez será «en memoria», tendrá lugar el 13 de noviembre próximo en el palacio de cristal de las Naciones Unidas en Nueva York.

¿Quién era esta mujer que vivía desde hace cuarenta años en Timor Oriental y que se encuentra enterrada, por voluntad propia, en esa isla austral, tras haber sido bárbaramente asesinada por milicianos? Nacida en Italia, en 1930, desde pequeña había sido catequista y miembro de la Acción Católica. Quería ser misionera; sin embargo, comenzó trabajando en una fábrica textil. Encontró su vocación al conocer a las religiosas fundadas por otra italiana recientemente canonizada, María Magdalena de Canossa. En 1955, tras terminar el noviciado, se fue a Portugal para aprender el idioma. Cinco años después, tras pronunciar sus votos perpetuos, partía para Timor. Se dedicó a la asistencia de enfermos y pobres, a la educación de adolescentes, sobre todo muchachas, así como a colaborar con la pastoral de la Iglesia en ese ensangrentado trozo de isla.
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NUEVA YORK, 21 julio (ZENIT.org).- La fundación de «Path to Peace» («Sendero de la paz»), que desde 1991 está al servicio de la labor cristiana y humanitaria de la Misión de la Santa Sede en las Naciones Unidas, ha entregado el premio «Servitor pacis» («Servidor de la paz») a la madre Erminia Cazzaniga, la religiosa asesinada el pasado 26 de octubre den Timor Oriental, después de haber llevado comida y consuelo a un grupo de refugiados.

La religiosa, en una entrevista concedida en octubre de 1995 a un boletín parroquial de la diócesis de Lecco (Italia), en la que había nacido, afirmó: «De este pueblo, acostumbrado al sufrimiento y a la pobreza, he recibido la capacidad para aceptar yo también el sufrimiento…». Cuando pronunció estas palabras no se imaginaba hasta qué punto serían proféticas.

Todos los años «Path to Peace» asigna la distinción «Servitor pacis» a personas que se han destacado por ser «instrumentos de paz» en su servicio a los pobres e indefensos. La ceremonia de premiación, que al haber fallecido esta vez será «en memoria», tendrá lugar el 13 de noviembre próximo en el palacio de cristal de las Naciones Unidas en Nueva York.

¿Quién era esta mujer que vivía desde hace cuarenta años en Timor Oriental y que se encuentra enterrada, por voluntad propia, en esa isla austral, tras haber sido bárbaramente asesinada por milicianos? Nacida en Italia, en 1930, desde pequeña había sido catequista y miembro de la Acción Católica. Quería ser misionera; sin embargo, comenzó trabajando en una fábrica textil. Encontró su vocación al conocer a las religiosas fundadas por otra italiana recientemente canonizada, María Magdalena de Canossa. En 1955, tras terminar el noviciado, se fue a Portugal para aprender el idioma. Cinco años después, tras pronunciar sus votos perpetuos, partía para Timor. Se dedicó a la asistencia de enfermos y pobres, a la educación de adolescentes, sobre todo muchachas, así como a colaborar con la pastoral de la Iglesia en ese ensangrentado trozo de isla.

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ZENIT Staff

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