Antes de viajar a Castel Gandolfo, el Santo Padre quiso rezar con los sacerdotes, los religiosos Salesianos –que le hospedaron en su casa durante esos días– y algunos grupos de fieles para rezar con ellos.
«Las raíces de nuestra vocación de apóstoles –dijo entre otras cosas Juan Pablo II en la homilía– se hunden en la experiencia personal de Cristo. En el encuentro con él tiene su origen una nueva manera de vivir, que ya no es para nosotros mismos, sino para Él, que murió y resucitó por nosotros, dejando a nuestras espaldas el hombre viejo para conformarse cada vez más plenamente con Cristo, Hombre nuevo».