CASTEL GANDOLFO, 23 julio (ZENIT.org).- Disfrutar de unos días de vacaciones es más necesario que nunca «en la sociedad actual, con frecuencia frenética y competitiva, en la que predomina la lógica de la producción y del lucro a veces en detrimento de la persona». Lo afirmó este mediodía Juan Pablo II al encontrarse con varios miles de peregrinos y habitantes de Castel Gandolfo, la localidad situada a unos 30 kilómetros de Roma, en la que transcurrirá estas semanas del resto del verano.
Las sonrisas de los niños del Valle de Aosta despidieron ayer al Papa de esa región alpina del norte de Italia en la que pudo disfrutar de doce días de vacaciones, en contacto continuo con las grandes cumbres. «Aquí me tenéis ahora, de nuevo entre vosotros, hermanos y hermanas de Castel Gandolfo, a quienes vuelvo a ver, como siempre, con mucho gusto», dijo un Papa bronceado y de buen humor antes de rezar con los presentes la oración mariana del «Angelus».
En esta localidad del Lazio continuará sus actividades ordinarias. En el gran Jubileo del año 2000, sin embargo, su estancia será más corta, a causa de las numerosas citas con peregrinos de todo el mundo que ya se encuentran en su agenda, «por eso apreciaré aún más estas semanas que el Señor me permite pasar entre vosotros», añadió con una sonrisa.
Recuperar el equilibrio interior
El obispo de Roma quiso dedicar su encuentro con los peregrinos a hablar precisamente de las vacaciones, «adecuados períodos de descanso, en los que se recuperan energías y al mismo tiempo se vuelve a encontrar un justo equilibrio interior».
«Las vacaciones tienen que ser utilizadas de manera sabia para que sean de provecho para el individuo y la familia –añadió–, gracias al contacto con la naturaleza, a la tranquilidad, a la oportunidad de cultivar más la armonía familiar, las buenas lecturas y sanas actividades recreativas; gracias sobre todo a la posibilidad de dedicarse más aún a la oración, a la contemplación y a la escucha de Dios».
Un valor evangélico
Nunca se ha escrito una encíclica papal sobre las vacaciones, pero Cristo dejó muy claro en el Evangelio su importancia. El Santo Padre recordó aquel pasaje en el que Jesús dice a los apóstoles que han regresado de una misión: «Venid a un lugar apartado y solitario y descansad un poco». «Jesús y los discípulos –aclaró–, cansados por la incesante actividad en medio de la gente, sentían de vez en cuando la necesidad de un momento de calma». Si bien el evangelista explica después que las multitudes estropearon aquel «deseado retiro», el obispo de Roma añadió que «de todos modos, queda claro el valor del descanso y la exigencia de utilizar el tiempo libre para experimentar un sano sosiego físico y sobre todo espiritual».
Por este motivo, antes de despedirse, el Papa deseó «a todos los que se encuentran de vacaciones un provechoso descanso» y rezó por ellos y particularmente por «quien, por diferentes motivos, no tiene la posibilidad de dejar sus habituales ocupaciones ordinarias».