ROMA/JERUSALEN, 26 julio (ZENIT.org).- Después de dos semanas de febriles negociaciones, las esperanzas de paz confiadas a la cumbre entre israelíes y palestinos de Camp David naufragan en el mismo escollo de siempre: la soberanía de Jerusalén.
El encargado de anunciar el fracaso de la negociación ha sido el mismo presidente estadounidense, Bill Clinton, quien ayer intentó sin éxito mediar entre la posición de sus huéspedes, el primer ministro israelí Ehud Barak y el líder palestino Yasser Arafat.
Los comentarios del jefe de la Casa Blanca han sido positivos al referirse a la conducta de Barak, quien antes del fracaso de la negociaciones había declarado su disponibilidad para transferir a la Autoridad Nacional Palestina el control de los barrios árabes de la Ciudad Santa, pidiendo a cambio la anexión israelí de algunos asentamientos judíos. El juicio de Clinton sobre la actitud de Arafat ha sido más severo, pues se mostró intransigente a la hora de reclamar la plena soberanía palestina sobre el Este de Jerusalén.
El inquilino de la Casa Blanca reveló que se han dado pasos adelante, pero en la práctica acusó al líder palestino de no estar todavía listo para la paz. Los problemas surgieron cuando los mediadores trataron de poner sobre papel los posibles puntos de acuerdo. Al inicio de la jornada de ayer, Arafat había amenazado con irse, pues el primer ministro israelí no quería conceder la soberanía árabe sobre el Este de Jerusalén. Barak ofreció, como máximo, compartir la gestión de los barrios orientales, mientras que el líder palestino quería el control completo de la zona, incluida la ciudadela vieja. Clinton trató de volver a mediar, con la esperanza de que se tratara de amenazas estratégicas, como ya había sucedido el miércoles pasado. Después, sin embargo, tuvo que reconocer el fracaso de la cumbre. Ahora el futuro se presenta lleno de interrogantes, aunque el presidente pidió a las partes que no tomen iniciativas y que mantengan abiertas las puertas de la negociación.
Mientras Camp David pasa a la historia de las negociaciones de Oriente Medio como una ocasión perdida más, la diplomacia estadounidense reflexiona sobre las próximas movidas que tiene que dar para no desvanecer los pequeños pasos de acercamiento que se dieron entre los dos frentes.
El futuro de Jerusalén se convierte, una vez más, en el nudo más difícil de deshacer en las negociaciones, algo que obviamente preocupa a los tres patriarcas cristianos de la Ciudad Santa –el católico, el greco-ortodoxo y el armenio-ortodoxo–, que ayer precisamente terminaron dos días de encuentros con algunos ministros palestinos e israelíes (algo sin precedentes).
En declaraciones a «Radio Vaticano», el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, ha redimensionado el fracaso de Camp David, y considera que a partir de ahora, en las negociaciones sobre esta ciudad, la Iglesia podrá comunicar su punto de vista. «Cada quien expresa su comentario –explica–. Nuestra posición es siempre la misma: es necesario que en Jerusalén se instaure la paz y para hacer esto se requiere reconocer los derechos de todos, de los palestinos y de los israelíes. No hacemos política, sino que afirmamos que para construir la paz es necesario que haya auténtica justicia. La voz de la Iglesia ha sido escuchada, las dos partes han querido consultarnos. Esto quiere decir que en el futuro, cuando se hablará de los santos lugares, se le pedirá a la Iglesia expresar su propio parecer».