ROMA, 10 julio (ZENIT.org).- «El África de hoy se encuentra como el hombre de la parábola evangélica, caído en manos de los bandoleros mientras bajaba de Jerusalén a Jericó: expoliado, golpeado y abandonado medio muerto al borde del camino, entre la indiferencia de los viandantes». Con estas palabras comienza el llamamiento de los frailes capuchinos africanos presentes en Roma con motivo del capítulo general de la Orden.

Con esta imagen de un «continente donde innumerables seres humanos en cualquier modo yacentes al borde del camino, enfermos, heridos, impotentes, marginados y abandonados», los religiosos quieren hacerse portavoces de este sufrimiento, denunciando las tres situaciones que constituyen la causa: deuda externa, guerras y sida.

Según las cifras, «los 227.000 millones de dólares de deuda que angustian a 48 países subsaharianos, además de constituir una amenaza para la propia estabilidad política, obligan a descuidar las necesidades de la gente en el campo de la sanidad, de la enseñanza y de otras necesidades primarias».

De aquí el llamamiento para que los católicos participen en la Campaña Jubilee 2000, que ha sugerido al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial que inicien una colaboración con los países deudores, valorando juntos las posibilidades para la disminución de la pobreza y para algunas estrategias de crecimiento en los programas de préstamos: «El Año jubilar es el tiempo más oportuno para pensar en una consistente reducción, si no la total condonación de la deuda que pesa sobre el destino de las naciones».

«La guerra --añaden los capuchinos africanos-- ha golpeado a una persona de cinco en 20 de los 45 países que forman el continente, mientras que los dos conflictos más largos (Sudán y Angola) han causado juntos más de tres millones de muertos. En Africa, en 1998, han llegado ilegalmente 50 millones de armas de fuego.

El sida es las guerra más terrible y nunca declarada, que tiene como principal campo de batalla el Africa subsahariana, en la que se encuentra el 64% de los casos registrados en el mundo. Una enfermedad que en el 2000 convertirá en huérfanos a 10,4 millones de niños: «Como hijos de san Francisco, que se ocupó de los leprosos, también nosotros somos interpelados por este abrumador signo de los tiempos y pedimos a todos que apoyen los proyectos que nosotros y otras asociaciones llevamos adelante para derrotar a esta terrible enfermedad», indican los capuchinos africanos.