El Papa beatifica a 233 mártires españoles de la fe; no de la política

La beatificación más grande de la historia

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 mar 2001 (ZENIT.org).- Mártires de la fe y no de la política o ideología. Así definió Juan Pablo II esta mañana a los 233 mártires de la persecución religiosa española, fallecidos entre 1936 y 1939 que elevó a la gloria de los altares en el Vaticano.

Ha sido la beatificación más numerosa de la historia de la Iglesia. Para recordar un acontecimiento de características similares, que supone el último paso antes de la declaración de la santidad, hay que remontarse a más de un siglo atrás, cuando el papa Pío IX elevó a la gloria de los altares a 206 mártires japoneses.

Para el Papa que ha batido todos los records de canonizaciones y beatificaciones, el ejemplo de los santos y beatos, especialmente si son mártires, tiene una importancia decisiva, pues son motivo de aliento e inspiración para los cristianos. En este sentido, aclaró, la primera beatificación del milenio tenía un objetivo particular: «Que todos, y especialmente los jóvenes, puedan experimentar la bendición de la paz en libertad: ¡Paz siempre, paz con todos y para todos!».

«Eran hombres y mujeres de todas las edades y condiciones –explicó el sucesor de Pedro que se mostró en buena condición física, sonriendo con frecuencia–: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, padres y madres de familia, jóvenes laicos. Fueron asesinados por ser cristianos, por su fe en Cristo, por ser miembros activos de la Iglesia. Todos ellos, según consta en los procesos canónicos para su declaración como mártires, antes de morir perdonaron de corazón a sus verdugos».

En la plaza de San Pedro, entre los 30 mil peregrinos, se encontraban precisamente muchos hijos, sobrinos, hermanos y familiares cercanos de los mártires, que vivieron la ceremonia con los ojos bañados por las lágrimas. Algunas de las mujeres lucían esas espléndidas toquillas negras españolas que bañaron de calor ibérico la plaza abrazada por la columnata de Bernini.

«Todos estos nuevos beatos y muchos otros mártires anónimos pagaron con su sangre el odio a la fe y a la Iglesia desatado con la persecución religiosa y el estallido de la guerra civil, esa gran tragedia vivida en España durante el siglo XX», explicó el pontífice en la homilía.

«En aquellos años terribles muchos sacerdotes, religiosos y laicos fueron asesinados sencillamente por ser miembros activos de la Iglesia –añadió–. Los nuevos beatos que hoy suben a los altares no estuvieron implicados en luchas políticas o ideológicas, ni quisieron entrar en ellas». E insistió: «murieron únicamente por motivos religiosos».

«Ahora –concluyó–, con esta solemne proclamación de martirio, la Iglesia quiere reconocer en aquellos hombres y mujeres un ejemplo de valentía y constancia en la fe, auxiliados por la gracia de Dios. Son para nosotros modelo de coherencia con la verdad profesada, a la vez que honran al noble pueblo español y a la Iglesia».

«¡Que su recuerdo bendito aleje para siempre del suelo español cualquier forma de violencia, odio y resentimiento!», exhortó. Una brisa cálida barría la escalinata de la basílica de San Pedro.

Hasta la fecha Juan Pablo II ha beatificado a 1.227 personas en mas de cien ceremonias, según ha informado hoy la Sala de Prensa de la Santa Sede. En los 400 años anteriores, habían sido beatificados 1.310 siervos de Dios.

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ZENIT Staff

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