MADRID, 13 mar 2001 (ZENIT.org).- El cardenal de Madrid acaba de hacer pública una carta pastoral en la que pide a los católicos una acogida generosa de los inmigrantes y regularizar la situación de ilegalidad en que se encuentran muchos de ellos.

La carta pastoral dirigida a la comunidad diocesana tiene lugar a raíz de la aprobación de la Ley 8/2000 por parte del Gobierno español, dirigido por el Partido Popular, con la que se trata de poner coto a la inmigración ilegal en el país.

En la misiva, que tiene por título «Acogida generosa e integración digna del inmigrante y su familia», el cardenal Antonio Mª Rouco Varela denuncia que «la precaria situación de un número no pequeño de inmigrantes y refugiados, angustiados por su futuro, ha venido a ser en Madrid uno de los retos más urgentes para la conciencia de la Iglesia diocesana y de cada uno de sus miembros, y pone a prueba cada día la autenticidad del amor a Cristo y a los hermanos».

Constata un aumento progresivo de inmigrantes en toda la comunidad de Madrid, y en la ciudad, donde se ha pasado de los 87.839 que eran el 1 de mayo de 1999 a los 184.182 que viven ahora. Y reconoce que los inmigrantes vienen buscando el bienestar «que nosotros disfrutamos».

Después de largas horas de negociación, unos 700 inmigrantes abandonaron el 8 de marzo pasado las iglesias de Barcelona que secuestraron en enero como protesta por la nueva Ley de Inmigración. Casos parecidos se verificaron en otras ciudades.

Fueron 47 días de encierro, inagotables negociaciones con el gobierno y de recolección de firmas. El grupo más numeroso salió de la parroquia de Santa Maria del Pi de Barcelona después de una larga y tensa asamblea. Sin embargo, un pequeño grupo de 20 personas optó por permanecer encerrado e iniciar una huelga de hambre.

El abandono de las iglesias era la condición del gobierno para suscribir un acuerdo final que conduzca a la concesión de la legalización para unas 775 personas.

«Necesitamos su trabajo para mantener un nivel de confort que, de otro modo, se derrumbaría», recuerda el cardenal en su carta. Ahora bien, apunta, «a menudo se percibe con claridad la contradicción de necesitar a los inmigrantes para perpetuar la comodidad que hemos alcanzado y, al mismo tiempo, rechazarlos porque ponen en cuestión nuestros hábitos y nos molestan».

Regularizar la situación
El cardenal, en su escrito, constata también que la situación irregular en la que se encuentran muchos emigrantes «condiciona su vida personal y familiar y les convierte en candidatos para la explotación fácil».

Por ello, si bien espera que con la regulación de los flujos migratorios en origen, prevista en la nueva ley, «se consiga evitar que los trabajadores inmigrantes se vean reducidos al papel de simples instrumentos de producción», propone al mismo tiempo «regularizar la situación del mayor número posible de los trabajadores inmigrantes de cualquier nacionalidad que, sin permiso de trabajo y/o residencia, se encontraban en España, con anterioridad a la aprobación de la nueva ley».

«En cualquier caso --afirma--, siempre será moralmente reprobable tratar la condición de irregularidad legal de los inmigrantes como ocasión o pretexto para menoscabar su dignidad y sus derechos inalienables como persona, que no pueden ni desconocerse ni violarse».

El purpurado español insiste en «brindar hospitalidad a todo extranjero, sea cual sea su raza, cultura y religión», rechazando la discriminación o exclusión, y promoviendo sus derechos.