SANTIAGO, 13 enero 2003 (ZENIT.org).- La «evangelización profética de la cultura con todos los desafíos que presenta la gran ciudad» es el reto que asume la Iglesia en Santiago de Chile para los próximos tres años.
El IX Sínodo de la Iglesia de Santiago ha sido el principal inspirador de las «Líneas Pastorales 2003-2005», cuyo título –«Evangelicemos el Corazón de la Gran Ciudad»– precede los ámbitos para realizar esta tarea: familias, barrios, colegios, lugares de trabajo, relaciones humanas, económicas y sociales.
«En una palabra, evangelicemos nuestra cultura», dice el documento firmado la víspera de esta Navidad por el arzobispo de Santiago de Chile, cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Redactado también en sintonía con las orientaciones del Papa en la exhortación postsinodal «La Iglesia en América» y con las Orientaciones Pastorales de los obispos de Chile, el documento observa en su introducción que la evangelización del corazón de la gran ciudad, de su cultura, pasa por la evangelización del propio corazón.
Las propuestas buscan «orientar nuestra respuesta a las necesidades de los hombres y mujeres de este tiempo en su búsqueda de Dios, no siempre bien encaminada, y de relaciones humanas personales y sociales fundadas en el Evangelio de Jesucristo, que forman parte de la tradición cultural cristiana de nuestra sociedad».
Realidad cultural y eclesial
Santiago, la capital de Chile, es una megápolis que supera los 5.153.000 habitantes –más de un tercio de todos los del país–, de los que 3.813.246 son bautizados católicos. A la falta de empleo se une la pobreza en la que vive la quinta parte de la población. Sin embargo, la ciudad concentra la mayor parte de la vida artística, intelectual, financiera y política del país.
Otro aspecto que subraya documento es la importante cantidad de extranjeros presentes en la capital, el aumento del número de hermanos evangélicos –en especial pentecostales– y la expresión actual de diferentes éticas y creencias.
«Estamos en medio de un profundo cambio cultural que nos trasciende como ciudad y como país». Estos cambios no sólo proponen nuevas maneras de vivir y percibir la vida, sino que plantean desafíos éticos vitales «a la familia, a la vocación y misión del varón y la mujer, a la manera de organizar la vida en sociedad, a la pedagogía de la vida» y a la jerarquía de valores.
Como señala el documento, es palpable el proceso de secularización por el que pasa la cultura hoy, «en que el consumismo, el hedonismo y una sobre valoración de la libertad propia en relación con la de los demás y con el bien común prevalecen en muchas de nuestras decisiones»
Además, se constata últimamente «la intención de relativizar y destruir valores de la tradición cristiana de Chile. La campaña de desprestigio de la Iglesia obedece al propósito declarado de emancipar nuestra cultura de la influencia del Evangelio en las costumbres. Se persigue el desmoronamiento de principios éticos y jurídicos».
La globalización abre posibilidades enormes, pero también «plantea desafíos nuevos, pues como país, como identidad cultural y como organización económica y laboral nos deja vulnerables, también como nunca antes, frente a los intereses de los más poderosos», advierte el texto presentado por la archidiócesis de Santiago.
Aún amando y valorando a la familia, la sociedad chilena descuida también esta institución –continúa el documento–, cada vez más jóvenes caen en el consumo de alcohol y otras drogas y el acceso a una vivienda digna y a la salud siguen siendo problemáticos.
En la Iglesia en Chile se ha intensificado un camino de conversión y santidad, «sin embargo, este crecimiento espiritual no llega aún a los católicos más alejados, menos comprometidos y poco practicantes, que son la mayoría».
Preocupa también a la archidiócesis de Santiago que las comunidades o movimientos se cierren en sí mismos, y echa de menos el análisis de las causas de la pobreza y la marginalidad.
Desafíos pastorales
Frente al panorama descrito, surgen desafíos que hay que abordar en la acción pastoral de la archidiócesis. Es por ello que el documento interroga sobre cómo debe ser la Iglesia en Santiago para anunciar a Jesucristo al hombre de hoy.
El desafío prioritario de «nuestra Iglesia (…), exigido por el vacío espiritual que genera nuestra cultura», es ser Iglesia orante y maestra de oración, donde las personas puedan tener un encuentro con Jesucristo. Se dispone del patrimonio espiritual, litúrgico y catequético de la Iglesia para responder a este desafío, según señala el documento.
Como Iglesia misionera, «que permanentemente sale al encuentro de las personas y las culturas», es urgente hacer uso asiduo de los medios de comunicación social.
Puesto que los laicos son los primeros agentes en la evangelización de la cultura, las líneas pastorales subrayan la necesidad de su formación «para descubrir más claramente su identidad y compromiso transformador de la realidad».
La promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada es otro de los retos de la archidiócesis de Santiago, puesto que es necesaria la presencia de personas que puedan «animar y acompañar, que sean testimonios de madurez, de entrega y de sentido de la vida espiritual, religiosa y sacramental».
Ante la situación que planteará la nueva ley de matrimonio civil, la Iglesia en Santiago es consciente de la importancia de manifestar la riqueza de la alianza conyugal, para lo cual hay que «promover vigorosamente la Buena Noticia de la familia estable, para toda la vida, que es iglesia doméstica, santuario de la vida (…) en la cual se tiene la experiencia de la paternidad, la maternidad y la fraternidad solidaria de los hijos de Dios».
En su compromiso con la familia, la archidiócesis de Santiago manifiesta su intención de «acoger a las familias en su realidad verdadera, también en sus dificultades; y expresar el amor de Dios a las familias en distintas situaciones, alentándolos en su búsqueda del Señor, en la educación de sus hijos y en su compromiso con el prójimo».
Hacia los jóvenes también hay una tarea importante que realizar, presentando a Jesús «como hermano y pastor, como proyecto de vida». En este punto, los formadores y educadores de la juventud son actores privilegiados y la archidiócesis de Santiago expresa su deber de colaborar con ellos, generando una interacción positiva.
Con una opción clara por una cultura solidaria –como una actitud de vida–, se pone de manifiesto igualmente la importancia de fortalecer la Pastoral Social y difundir la Doctrina Social de la Iglesia en todos los ambientes para implementar caminos que ayuden a superar la desigualdad y la segregación.
La corresponsabilidad de todos los miembros en el sustento de la Iglesia se articula a través de la participación de los laicos, del trabajo en comunión de los sacerdotes, diáconos y consagrados, unidos a sus pastores, y por el apoyo económico de todos. «Así podremos hacer posible la enorme acción pastoral que justamente el mundo espera», confirma el documento.
Se necesita, además, una Iglesia con espíritu ecuménico, «que invita a los hermanos de otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas para implementar juntos proyectos que busquen evangelizar la cultura y promover una ciudad más humana para todos, más justa y más solidaria».
El texto completo de las Líneas Pastorales 2003-2005 para la Arquidiócesis de Santiago se puede consultar en www.iglesiachile.org .