CASTEL GANDOLFO, domingo, 22 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de fieles congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo.
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1. Se celebra hoy la fiesta de la Santísima Virgen María, Reina, íntimamente ligada al misterio de la Asunción, que el domingo pasado, 15 de agosto, tuve la alegría de celebrar en el santuario de Lourdes.
Al dar las gracias una vez más a Dios y a quienes me han ayudado en la realización de esa peregrinación, regreso con el pensamiento y el corazón a la humilde gruta de Massabielle. Desde ese lugar de silencio y oración, en el que todo habla de María, me dirijo a otros santuarios marianos, visitados en estos días de agosto por multitudes de fieles.
2. De hecho, durante este mes, se celebran las fiestas de muchos santuarios marianos. Me limitaré a recordar, en Italia, los santuarios de la Virgen de Oropa en Biella, de la Guardia en Génova, de las Lágrimas en Siracusa. No puedo olvidar después los santuarios de Czestochowa y de Kalvaria, en Polonia, en los que en tantas ocasiones me he detenido para invocar la ayuda materna de la Virgen para la Iglesia y para el mundo. ¡Que la celestial Madre del Redentor sea cada vez más acogida, amada y venerada por el pueblo cristiano!
3. En este contexto, os invito a dirigiros conmigo a la Virgen María, venerada con el título de Madre de Dios de Kazan. Su icono, sacado de Rusia en los años veinte del siglo pasado, después de largas permanencias en diferentes lugares, llegó hace algunos años al apartamento del Papa y, desde aquel momento, ha velado por su trabajo cotidiano. Ahora me siento feliz de anunciar que una delegación especial entregará este icono tan querido por mí a Su Santidad Alejo II, patriarca de Moscú y de todas las Rusias.
El miércoles próximo, 25 de agosto, en la audiencia general, nos recogeremos junto con los fieles para rezar alrededor de este icono. Ya desde ahora encomendamos a María, Madre de la unidad y del amor, nuestras súplicas por el bien de la Iglesia y de toda la familia humana.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]