CIUDAD DEL VATICANO, martes, 31 agosto 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II rezará en el mes de septiembre para «que en África se desarrolle una verdadera y fraterna colaboración entre los que trabajan por el crecimiento de las comunidades eclesiales».

Así lo anuncia la intención misionera del Apostolado de la Oración, que el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.

África «tiene luces y esperanza a pesar de las sombras» que soporta, pues en el continente «la gente vive con un fuerte sentido religioso que empapa e interpreta toda su vida y vive en la cotidianeidad la solidaridad como fuerte valor tradicional», explica una misionera en Uganda, sor Giuseppina Tresoldi SMC.

Además en el contexto africano se constata que «la Iglesia es “familia de Dios”» --la imagen «más conforme para expresar el espíritu de fe en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, Comunidad por lo tanto y suprema Relación en la unidad»--, a cuyo crecimiento están llamados «todos los cristianos», puntualiza en un comentario de la intención misionera difundido por «Fides», de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.

«La aportación de cada uno es necesaria y apreciada» en este crecimiento –recalca la religiosa--, que se realiza «a través del testimonio y la práctica de la fe avaladas por las obras de caridad, la oración, la unión y el crecimiento de todos alrededor de la mesa Eucarística y mediante la celebración de los demás Sacramentos, canales de gracia y salvación para todos».

«En las comunidades eclesiales en África --describe-- hay una rica y diferenciada participación en este crecimiento, bajo la guía de los Pastores de las diferentes comunidades e Iglesias locales».

Por un lado, en las «familias cristianas, pequeñas Iglesias domésticas», «los miembros son iniciados a la práctica de la vida cristiana, injertada en los valores culturales más sagrados como son la hospitalidad y la solidaridad-fraternidad más allá y por encima de las diferencias étnicas y tribales», constata.

También existe –prosigue la misionera-- una «gran variedad de hombres y mujeres africanos consagrados a Dios y a la evangelización en varias comunidades y ministerios» y «laicos comprometidos en la transformación del ambiente en el que viven a través del testimonio de una rica vida cultural y espiritual».

Por su parte, los sacerdotes están «llamados a expresar en su vida y en el sagrado ministerio el misterio salvador de Cristo y a conducir y coordinar a los fieles en la variedad de sus dones y en el común empeño de hacer crecer la Iglesia» «como comunidad de comunión».

Igualmente colaboran al crecimiento de la comunidad eclesial «cuantos trabajan en las escuelas católicas, a todos los niveles, para crear una cultura cristiana mediante la educación» y «cuantos trabajan en el sector de la comunicación» y «en el campo de la justicia y la paz», enumera la religiosa.

Además «asistimos al surgimiento y al establecimiento de varios movimientos y asociaciones eclesiales --recuerda--, todos ellos orientados al crecimiento de la vida de la Iglesia a través del empeño apostólico y el dinamismo espiritual que parte de la Palabra de Dios».

«La intención de este mes –subraya finalmente-- quiere conducirnos de la mano y hacernos entrar en la gran familia de Dios que es la Iglesia en África, para gozar de su desarrollo y de su vitalidad y rogar para que la acción y el empeño de cuantos obran por su crecimiento, se realice en la armonía y bajo el signo de la fraternidad».

Todos los meses, el Papa también ofrece sus oraciones por una intención general, que en septiembre será: «Que los ancianos sean reconocidos como una riqueza para el crecimiento espiritual y humano de la sociedad».