CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 13 enero 2005 (ZENIT.org).- Problemas fundamentales –como el respeto de la vida y la familia–, o de la vida diaria –como la dificultad para encontrar una casa o el tráfico — fueron tema del encuentro que mantuvo este jueves Juan Pablo II con los responsables administrativos de la ciudad de Roma y de la región.
En la audiencia, concedida para presentar su felicitación por el año nuevo, participaron el alcalde de la ciudad eterna, Walter Veltroni, y el presidente de la región del Lacio, Francesco Storace (el primero apoyado por una alianza de centro izquierda y el segundo por una de centro derecha).
En su discurso, el Santo Padre aplaudió la reciente aprobación del Estatuto de la Región del Lacio que, entre otras cosas, «reconoce explícitamente la primacía de la persona y el valor fundamental de la vida».
«Reconoce, además, los derechos de la familia como sociedad natural fundada sobre el matrimonio y se propone apoyarla en el cumplimiento de su función social», añadió el Santo Padre.
«El Estatuto prevé también que la Región garantice el derecho al estudio y la libertad de elección educativa, reconoció.
El obispo de Roma mostró también su «satisfacción» por la firma de un «Protocolo» entre esta diócesis y el ayuntamiento y la región para realizar «nuevas parroquias en las afueras de la ciudad» que, como él mismo recordó, «desempeñan la función de centros e integración social».
Este acuerdo, indicó, también promueve «la colaboración entre la Iglesia y las instituciones del ayuntamiento, de la provincia y de la región para la promoción de acontecimiento culturales que den valor a nuestro gran patrimonio artístico, histórico y espiritual».
El pontífice no se quedó sólo en los aspectos positivos; señaló también los problemas que, desde su punto de vista, merecen la «atención» de los gobernantes de Roma y de sus alrededores.
En primer lugar, mencionó la «falta de alojamientos adecuados» que constituye una dificultad para «la constitución de nuevas familias y la generación de los hijos».
Mencionó, luego, «los tristes fenómenos de la toxicomanía, y más ampliamente del malestar juvenil» que exigen «una atención y un compromiso siempre atento para preservar lo más posible el futuro de juventud».
«¿Qué se puede decir del tráfico urbano, que cada año se hace más congestionado y cansado?», preguntó el Santo Padre en referencia a uno de los elementos que impresionan a primera vista a todo el que visita esta ciudad.
«Es causa de notables dificultades en la vida cotidiana de muchas personas y familias»¸ reconoció, pidiendo que los gobernantes afronten conjuntamente la cuestión del «transporte urbano» y la creación de «nuevas arterias de comunicación».
En sus más de 26 años de pontificado, Juan Pablo II se ha tomado muy en serio su ministerio de «obispo de Roma» visitando, por ejemplo, casi todas las parroquias de su diócesis (más de 300).