En la actualidad, la Casa se ha convertido en un conjunto de Casas de Hospitalidad que se extienden a los largo de la diócesis de Houston-Galveston, una de las zonas urbanas más extensas en territorio del mundo y centro de atracción de millones de trabajadores indocumentados procedentes de México y Centro América, principalmente.

A través de un cuarto de siglo --dicen Mark y Louise Zwick, animadores de esta experiencia y editores del «Trabajador Católico de Houston» que mantiene un tiraje de 65 mil ejemplares bimensuales-- «el secreto de Casa Juan Diego sigue siendo el mismo: nadie cobra salario; todo el que trabaja aquí da su tiempo como regalo, y todos los fondos se dedican en su totalidad a los pobres».

Básicamente, los servicios actuales de Casa Juan Diego se dirigen a proporcionar servicios a la comunidad inmigrante de origen hispano. Entre estos servicios está el de dar hospitalidad y apoyo a las mujeres inmigrantes, que incluyen mujeres maltratadas, embarazados y con hijos.

La Casa Padre Jack Davis para inmigrantes varones; la Casa Don Bosco para varones enfermos o heridos y la Casa Peter Maurin, también para enfermos y heridos.

Entre los servicios se encuentran las clases de inglés para los huéspedes de todas las casas de acogida, así como servicio social y centro médico instalado en Casa María. La Casa matriz ofrece servicios médicos y dentales y distribuye comida y ropa a 600 familias por semana.

Al mismo tiempo, en su centro de trabajo San José Obrero, procura empleo para trabajadores disponibles, protegiéndoles de cualquier tipo de explotación y estableciendo condiciones mínimas de dignidad ante los empleadores.

Los fondos que recibe Casa Juan Diego, iniciativa inspirada en el pensamiento de Dorothy Day, son estrictamente contribuciones voluntarias y están destinados a sostener una de las obras más importantes de solidaridad que existen en las diócesis del sur de Estados Unidos, a donde llegan cientos de miles de inmigrantes cada año.