FRIBURGO, viernes, 14 enero 2005 (ZENIT.org).- La Iglesia en Suiza propone este año como un tiempo de descubrir otra vez la grandeza y la belleza del sacerdocio y para orar por las vocaciones sacerdotales
De acuerdo con monseñor Denis Theurillat, obispo encargado de la pastoral juvenil helvética, «sencillamente tenemos necesidad de sacerdotes», cita el servicio informativo «Sir» del episcopado italiano.
Y añade el prelado: «Necesitamos de un tiempo para redescubrir la belleza y la grandeza del sacerdocio». Se convoca así 2005 como Año de las Vocaciones Sacerdotales.
«Sigo creyendo que el sacerdote es un enviado, un testigo que va hacia las personas para recorrer una parte del camino con ellas e invitarlas a vivir la Eucaristía y la Reconciliación –subrayó–. De otra forma, se corre el riesgo de hacer de él sólo un “distribuidor” de sacramentos, que tiene cada vez menos contacto con la realidad cotidiana».
Para el abad Pascal Desthieux, párroco de Romont, son varias las causa de la crisis vocacional: «Nuestra sociedad está en cambio, el papel de los sacerdotes es menos valorado que en otro tiempo, las familias tienen menos hijos y, sobre todo, hay menos creyentes y practicantes en nuestras parroquias».
Pero en su opinión también hay que «situar esta crisis en su justo contexto»: «Salimos de un período de abundancia. ¡Hasta hace 50 años el obispo se preguntaba dónde podría situar adecuadamente a sus jóvenes sacerdotes! ¿Cuál es el número ideal de sacerdotes? Se podría decir “el mayor posible”, como se desea que haya más creyentes y santos, pero son datos no cuantificables».
Para la Iglesia, según el abad Desthieux, esta crisis es «un tiempo de prueba y purificación» que hay que superar a través de la oración –de aquí la propuesta del año dedicado a las vocaciones–, pero sobre todo «transmitiendo a los niños y a los jóvenes el deseo de ser sacerdotes».
En este sentido, «los sacerdotes deben ser los primeros testigos de su ministerio. ¡Que se pueda percibir, a través de ellos y a pesar de las dificultades, el gozo, la belleza y la calidad de su vocación!», recalcó.
En la Eucaristía que culminó su visita de junio pasado a Berna, el Papa invitó a la Iglesia católica en Suiza a superar las dificultades de las últimas décadas recuperando su espíritu misionero. En la celebración participaron, rompiendo las previsiones más optimistas, 70 mil peregrinos.
«Ha llegado la hora de preparar jóvenes generaciones de apóstoles que no tengan miedo de proclamar el Evangelio», dijo en su homilía. «Para todo bautizado es esencial pasar de una fe de costumbre a una fe madura, que se expresa en opciones personales claras, convencidas, valientes», añadió.
La víspera el Santo Padre compartió un encuentro con 13 mil jóvenes a quienes invitó a una vida «llena de sentido», ya sea formando una familia, «fundada sobre el matrimonio como pacto de amor entre un hombre y una mujer que se comprometen en una comunión de vida estable y fiel», ya sea en la vida consagrada a Dios.
«Sé bien que ante a una propuesta así experimentas dudas –reconoció el Papa–. Pero te digo: ¡No tengas miedo! ¡Dios no se deja vencer en generosidad! Después de casi sesenta años de sacerdocio, estoy contento de ofrecer aquí, ante todos vosotros, mi testimonio: ¡es bello poder entregarse hasta el final por la causa del Reino de Dios!».
La Iglesia en Suiza recibía por tercera vez al Papa –en su viaje apostólico 103º– dejando a sus espaldas años de divisiones internas, y profundamente preocupada por el avance de la indiferencia religiosa.
El número de los sacerdotes diocesanos ha pasado de 2.396 en 1985 a 1.817; los sacerdotes religiosos en ese mismo período pasó a ser de 1.627 a 1.274; las religiosas han pasado de 9.575 a 5.877.
El 41% de los 7,3 millones de habitantes de Suiza son católicos, de los cuales el 9,1% es de origen extranjero. Los protestantes constituyen el 37% y los musulmanes el 5%. El 11% de los suizos se declara hoy sin confesión religiosa, mientras que hace diez años era el 7,5 %, según un informe de la agencia católica suiza APIC.